Operación Astra

Capítulo 6 : El Misterio de la Oscuridad

 ? de julio de 2017, Base Aérea, Condado de Lincoln, Nevada.

La oscuridad es tan densa que parece tener peso, presionando sobre ella. El aire es frío, casi helado, y se arrastra por su piel como dedos fantasmales, provocando escalofríos que recorren su espina dorsal.

De repente, susurros incomprensibles de seres sin rostros. Palabras misteriosas, conocidas y olvidadas. Pronunciadas con un tono agudo, rasposo casi monótono, como si salieran de una garganta llena de engranajes o un ser sin alma. El sonido parece venir de todas partes a la vez, envolviéndola, atrapándola.

Astra, como todos los días anteriores, se encuentra acurrucada sobre si, en lo que cree es un rincón, es difícil de saber en la desolada oscuridad.

Espía entre el hueco de sus brazos con los ojos bien abiertos, esperando a la bestia que acecha. Esperando los terrores que resguarda el misterio de la oscuridad.

Su tormento, su calvario. Memorias pasadas que ni recuerda pasan frente a ella. Antiguos y recientes, puede recordar el dolor en su piel de cada segundo de su existencia, incluida su cruzada con la bestia mecánica.

La sensación de algo rozando su piel se intensifica, como si miles de insectos corrieran sobre ella. Es una tortura incesante, un martirio que la sumerge en un océano de desesperación y miedo. Cada segundo en este aislamiento es una eternidad, cada alucinación, una prueba de resistencia que parece no tener fin.

El chirriante sonido de la puerta roba su atención. 

Una brillante y ensegecedora luz se abre paso sobre la esbelta silueta frente a ella. Sus ojos se acostumbran a la luz con dificultad y ayuda de suaves aleteos.

-Astra.

La voz de aquella mujer que ignoraba su dolor jamás había sido tan acogedora.

Se acercó con temor de que sea solo otra alucinación o un sueño nada más. Camino lentamente hasta estar frente a ella. La pelirroja se agachó a su altura, mirando con detenimiento el estado decadente de Astra.

Astra quién con temor de confirmar que nada era real, abrazó al diablo rojo. Era el único modo de saber que no era un sueño, que no se desvaneceria entre sus brazos como arena entre los dedos. Pero esa sensación de irrealidad no desapareció.

-Estarás bien. 

Aseguró la mujer. Astra le creyó, ingenuamente. Observó fuera del pozo y vio a varios guardia tras la mujer de rojo.

-Adelante.

Los hombres entraron con sus familiares grilletes, y aquel aparato que extraña vez utilizaban en ella, ese característico collar utilizado únicamente en aquellos que no tienen control sobre si mismos.

Dió un paso atrás con desconfianza sabia lo que se sentía tener ese collar, la presión y la sensación electrizante qué provocaba en seres como ella.

-Será solo hasta tu habitación, si te comportas te lo quitaré al llegar. O puedes permanecer aquí, si gustas.

Negoció la Dr. Murphy con una sonrisita cínica. Apesar de sus deseos Astra sabía que en verdad no tenía opciones. Sus grilletes fueron colocados sin cuidado, su collar fue puesto aún más ajustado. Dolía esa era la verdad, pero no lo demostraría. 

Fue observada como carne para buitres todo el camino hasta su habitación. El temor de los hombres por Astra era más notorio qué las marcas que quedaron en las muñecas, tobillos y cuello de Astra, marcas rojas, casi moradas.

-Espera aquí hasta que regrese.

La mujer se retiró detrás de los hombres.

 La luz le otorgó a Astra la visión de un cuarto casi normal. Una pequeña mesa con dos sillas, un colchón con una manta y almohada en un rincón, y blanco, todo blanco. Su habitación era lo que se llamaría minimalista.

Observó sus marcas sanar con rapidez en cuestión de segundos ya no había rastro de ellas.

Se recostó en el colchón, y solo para pasar el tiempo se dejó enseguecer por la brillante luz. Resistió unos minutos antes de caer dormida por voluntad de Morfeo.

 




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