Operación: Taylor

Capitulo 2

La luz del sol se filtraba a través de las cortinas, proyectando sombras suaves en el departamento de Alex. Él se removió en la cama, soltando un suspiro antes de abrir los ojos lentamente. Aún con el cuerpo adormilado, se sentó al borde del colchón y pasó una mano por su rostro.

Se puso de pie y caminó directo al baño. El agua tibia de la ducha lo despertó por completo, disipando el letargo de la mañana. Hoy sería un día tranquilo, uno de esos raros momentos en los que podía permitirse bajar la guardia.

Mientras el agua resbalaba por su piel, repasó mentalmente su plan para el día: terminar unos pendientes en la laptop y, más tarde, salir a caminar por el parque. Nada complicado, solo un poco de tiempo para sí mismo.

Al salir de la ducha, se peinó con cuidado y se vistió con su usual elegancia, incluso si solo estaría en su departamento. Con un pan tostado en la mano, encendió su laptop y se acomodó en su escritorio.

Se pasó una mano por el cabello aún húmedo y exhaló.

—Bien, terminemos esto —murmuró, concentrándose en la pantalla.

El tiempo pasó sin que se diera cuenta. Una vez que finalizó su trabajo, cerró la laptop con un leve chasquido y se estiró.

Preparó algo de comida rápida y lo acompañó con un vaso de agua. Luego se recostó en el sillón, dejando que el tiempo transcurriera sin prisas. Sabía que la tarde traería algo de aire fresco a su rutina.

4:00 PM

Alex miró la hora en su reloj y decidió que era el momento de salir. Se alistó con calma, asegurándose de estar impecable antes de abandonar el departamento.

Caminó por las calles con las manos en los bolsillos, disfrutando de la brisa y del bullicio de la ciudad. El parque no estaba lejos, y la idea de despejar su mente con una caminata tranquila le parecía perfecta.

Alex llegó al parque y comenzó a caminar a paso tranquilo. La tarde era fresca, con una brisa suave que rozaba su rostro, y el cielo despejado le daba un tono perfecto al momento. Siempre había disfrutado de días como ese, en los que la ciudad parecía más apacible.

Mientras avanzaba, observó a los niños correteando entre los senderos y a las familias disfrutando de su tiempo juntos. Por un instante, se imaginó en ese escenario, con una familia propia, pero desechó el pensamiento con un ligero movimiento de cabeza. Ese no era el momento para pensar en ello.

Siguió su recorrido hasta que sintió la necesidad de un café. Miró a su alrededor y recordó una pequeña cafetería cerca del parque, justo al otro lado de la avenida. Cruzó con calma, disfrutando del ambiente relajado de la tarde.

Al llegar, notó que la cafetería tenía mesas tanto en el interior como en la vereda. Optó por sentarse afuera, donde la brisa fresca complementaba a la perfección la calidez de un buen café.

Pidió su bebida y se recostó en la silla, disfrutando del entorno. Entonces, algo llamó su atención.

En la última mesa de la vereda, una mujer bebía su café en solitario. Su cabello castaño caía en suaves ondas sobre sus hombros, y de vez en cuando sonreía con dulzura mientras leía una revista.

Alex se quedó inmóvil por un momento. Había algo en ella que lo atrapó por completo, una elegancia natural, una tranquilidad que contrastaba con la ciudad a su alrededor.

El mesero llegó con su café, pero apenas lo notó. Agradeció con un leve gesto y tomó la taza, sin apartar la vista de la mujer.

Mientras bebía un sorbo, una pregunta comenzó a rondar en su mente: ¿estaba sola o esperaba a alguien?

Las dudas crecían en su mente mientras la observaba discretamente. Algo en aquella mujer le llamaba poderosamente la atención, pero no podía precisar qué era exactamente.

Alex frunció el ceño al notar que ella miraba a su alrededor de vez en cuando, como si esperara a alguien. Al principio, pensó que seguramente tenía una cita o que aguardaba la llegada de un amigo. Sin embargo, algo no cuadraba.

No parecía ansiosa ni emocionada por encontrarse con alguien. En su rostro no había expectación ni impaciencia, sino algo distinto… ¿preocupación? ¿Miedo?

Por un momento, Alex descartó la idea. Tal vez solo era su impresión. Quizá simplemente era una persona reservada.

La mujer dejó la revista sobre la mesa y terminó su café con un último sorbo. Alex sintió un ligero vuelco en el pecho. ¿Y si se iba? ¿Si en cuestión de segundos desaparecía y él perdía la oportunidad de hablar con ella?

Era extraño. Apenas había pasado unos minutos observándola, pero sentía una conexión inexplicable, una atracción que iba más allá de lo superficial.

Por un instante, pensó en acercarse. Era el momento perfecto. Ella estaba sola. Podía presentarse de manera elegante y cortés, sin parecer invasivo.

Pero las dudas también estaban ahí. ¿Y si justo en ese momento llegaba alguien? ¿Y si interrumpía una cita y quedaba en ridículo?

Se pasó una mano por la nuca, indeciso. Pero luego, respiró hondo y tomó una decisión.

Si no se arriesgaba, nunca lo sabría. Quizá, después de todo, esta era una oportunidad única. Quizá, esta vez, el destino le tenía preparada una sorpresa.

Alex terminó su café de un solo trago, tomó aire y se puso de pie. Caminó con paso seguro hacia la mesa de la mujer, decidido a hablar con ella.

He estado en situaciones mucho más difíciles, pensó para sí mismo.

Cuando se detuvo frente a ella, la mujer levantó la mirada de inmediato. Un leve destello de nerviosismo cruzó su rostro, y la incomodidad en el aire era evidente.

Pero ya no había vuelta atrás. Alex le sonrió de manera amistosa y señaló la silla frente a ella.

—¿Puedo? —preguntó con voz calmada.

Ella negó rápidamente con la cabeza, casi como si su reacción hubiera sido instintiva.

—No... ¿Quién eres y qué quieres? —su voz sonó tensa, incluso un poco asustada.

Alex captó al instante su incomodidad. No quería parecer invasivo, así que intentó relajar la situación.



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En el texto hay: crimen, traficantes, exnovio

Editado: 02.03.2025

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