Operación: Taylor

Capitulo 3

Alex seguía de pie, sus ojos aún fijos en la mujer que se alejaba con paso apresurado.

Una tormenta de dudas cruzó su mente. No sabía qué hacer.

Había algo en ella… algo que lo inquietaba y, al mismo tiempo, lo atraía de una manera inexplicable. No era solo su belleza, ni la forma en que su cabello se movía con la brisa. Era algo más profundo.

Pero ¿qué sentido tenía insistir? Lo había rechazado, lo había ignorado. Cualquier otro en su lugar simplemente lo dejaría pasar.

Y sin embargo, una idea comenzó a crecer en su interior: Si la dejo ir, probablemente no la vuelva a ver nunca más.

El pensamiento lo hizo apretar la mandíbula. Su instinto le decía que esta era una oportunidad única, aunque no podía explicar por qué.

Pero también estaba el otro lado… Seguirla sin su consentimiento no era algo que Alex soliera hacer. Lo último que quería era parecer un acosador.

El tiempo corría. Cada paso que ella daba lo acercaba más a la decisión que debía tomar.

Finalmente, dejó de dudar.

No podía dejarla ir.

Algo dentro de él le gritaba que debía hacer algo, lo que fuera, para volver a hablar con ella.

Con un gesto rápido, llamó al mesero con un movimiento de los dedos, sacó su billetera y dejó el dinero sobre la mesa.

Luego, ajustó su traje con precisión y se fue de la cafetería.

Su objetivo estaba claro: encontrar el momento perfecto para volver a acercarse.

Pero antes de eso, tenía que descubrir hacia dónde se dirigía.

Alex la siguió con pasos medidos, manteniendo una distancia prudente. Como agente, estaba acostumbrado a hacer seguimientos, pero esto era diferente. No estaba tras un sospechoso ni en una misión. Estaba siguiendo a una mujer que le gustaba, y eso lo hacía sentir fuera de lugar.

A su favor, las calles estaban concurridas. La multitud le permitía moverse con discreción, sin levantar sospechas.

La vio cruzar la avenida y entrar en un centro comercial. Desde el otro lado, Alex suspiró.

Podría haber sido peor.

El centro comercial era un buen lugar para acercarse sin que pareciera extraño. Así que cruzó la calle y entró tras ella.

El interior del lugar era amplio y bullicioso. Si la perdía de vista, encontrarla de nuevo sería complicado.

Escaneó el área rápidamente.

Allí estaba.

Se había detenido en la sección de películas, revisando los estantes con aparente tranquilidad.

Alex esbozó una sonrisa y murmuró para sí:

—Quizá podríamos ver una película juntos.

Se acercó con calma, fingiendo interés en los productos cercanos. Pero antes de que pudiera hacer algo, la mujer giró la cabeza con rapidez, escaneando su entorno.

Instintivamente, Alex tomó una gorra de un exhibidor cercano y la bajó sobre su rostro, fingiendo que observaba algo en un estante.

Con disimulo, volvió a mirar.

La mujer seguía actuando de manera extraña. Sus ojos pasaban de un lado a otro, como si buscara a alguien o… como si temiera que alguien la estuviera siguiendo.

Alex frunció el ceño.

No era paranoia común. Su nerviosismo tenía un motivo.

Pero, tras unos segundos, ella regresó su atención a las películas.

Alex dejó la gorra en su lugar y exhaló hondo.

Era ahora o nunca.

Si había algo detrás de su actitud, él quería descubrirlo. Y, quién sabe, tal vez también conseguir que aceptara ver una película con él.

Con pasos firmes, se acercó.

Alex se posicionó cerca de ella, manteniendo una actitud relajada. La observaba de reojo, esperando el momento adecuado para acercarse.

Cuando la mujer estiró la mano para tomar una película del estante, Alex reaccionó con rapidez. Giró al mismo tiempo y colocó su mano sobre la misma caja.

Sus dedos se rozaron.

Fue un contacto breve, pero suficiente para que Alex notara la calidez y suavidad de su piel.

Ella no apartó la mano de inmediato. En cambio, levantó la vista y lo miró directamente a los ojos.

Alex sostuvo su mirada, inmóvil.

Por un instante, el tiempo pareció detenerse.

Pero entonces, como si hubiera recordado algo de golpe, la mujer reaccionó y retiró la mano con rapidez.

Alex le sonrió con naturalidad.

—Disculpa, no era mi intención —dijo con un tono ligero—. Parece que tenemos los mismos gustos.

Ella bajó la mirada por un segundo y, para sorpresa de Alex, sus mejillas se tiñeron de un leve tono rojizo.

—No… discúlpame a mí —respondió, algo nerviosa—. No quería hacer eso.

Alex notó el rubor en su rostro y le pareció encantador.

Pero la mujer no tardó en retomar el control de la situación.

—Tú eres el de la cafetería, ¿verdad? —preguntó, con un leve tono de sospecha—. ¿Me estabas siguiendo?

Alex se mantuvo sereno, aunque por dentro su corazón latía con fuerza. Sabía que debía manejar la conversación con cuidado para no incomodarla.

—Sí, soy yo —admitió con una sonrisa amigable—. Pero no creas que te estoy siguiendo. Yo también venía por una película. Parece que el destino nos cruzó otra vez, ¿no crees? Qué coincidencia que queramos la misma.

La chica esbozó una pequeña sonrisa. No era muy grande, pero para Alex fue suficiente.

—Parece que es la última copia —comentó, tomando la película en su mano—. ¿Quieres llevarla tú?

Se la ofreció con un gesto cortés.

Sin embargo, en lugar de responder de inmediato, ella volvió a echar un vistazo a su alrededor.

Sus ojos recorrieron el lugar con rapidez, como si buscara algo… o a alguien.

Alex lo notó al instante.

No era la primera vez que lo hacía.

Algo la preocupaba.

—¿Pasa algo? —preguntó con tono casual, pero con un dejo de genuina preocupación.

Ella negó con la cabeza ante la pregunta de Alex y respondió con voz firme:

—Si quieres, llévatela tú.

Sin decir más, se dio media vuelta y comenzó a alejarse por el pasillo.

Alex la observó por un instante, luego dejó la película de vuelta en el estante.



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En el texto hay: crimen, traficantes, exnovio

Editado: 02.03.2025

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