Alex finalmente tomó una decisión: necesitaba averiguar más.
No era su intención meterse en la vida de alguien que apenas conocía. En realidad, no tenía ninguna razón para hacerlo. Pero algo en su interior, un instinto difícil de ignorar, le decía que no podía dejarlo pasar.
Tras su segundo encuentro, en lugar de respuestas, tenía aún más dudas.
Desconfiaba de ella.
Podía notar cuando alguien no decía toda la verdad, y Ana claramente le había ocultado algo. No solo por su forma de hablar, sino por cómo se comportaba. Su distancia con los demás, su mirada inquieta, su nerviosismo.
¿Por qué estaba tan sola? ¿Por qué evitaba a la gente? ¿Por qué actuaba como si temiera algo o a alguien?
Alex necesitaba descubrirlo.
Si lograba obtener más información sobre ella, aunque fuera solo su nombre completo, tal vez podría entender mejor lo que estaba ocurriendo.
Decidido, la siguió a una distancia prudente por el centro comercial.
Ana entró en una tienda de ropa.
Alex se mantuvo observando desde lejos, asegurándose de que ella no lo notara.
Pasaron unos minutos. Luego, ella se dirigió a la fila para pagar.
Alex, analizando cada detalle, se percató de algo curioso: Ana no se mezclaba con la gente.
Se mantenía ligeramente apartada del resto, como si evitara cualquier contacto.
Era sutil, pero evidente para alguien como Alex.
Frunció el ceño.
—Esto es muy extraño… —murmuró en voz baja.
Finalmente, llegó el turno de Ana para pagar.
Alex observó con atención mientras ella sacaba una tarjeta de crédito y completaba la transacción.
Ahí estaba su oportunidad.
Si lograba averiguar el nombre registrado en la tarjeta, tal vez conseguiría una pieza clave en este rompecabezas.
Esperó pacientemente, escondiéndose detrás de una columna cuando Ana salió de la tienda. Una vez que se aseguró de que ella no lo veía, entró rápidamente.
Se dirigió directamente a la caja.
—Hola —saludó con una sonrisa casual.
El cajero lo miró con cierta curiosidad.
—¿En qué puedo ayudarle? ¿Busca información sobre algún producto?
Alex negó con la cabeza.
—No exactamente. Solo quería hacer una consulta sobre la última compra que se hizo aquí.
El hombre frunció el ceño.
—¿La última compra? ¿Usted compró algo antes?
Alex mantuvo su expresión relajada.
—No, pero escuché que la última persona que compró fue una mujer.
El cajero asintió lentamente.
—Sí, una muchacha hace unos momentos.
—Exacto. —Alex echó un vistazo rápido fuera de la tienda y la vio aún en el centro comercial. Volvió la mirada al cajero—. ¿Pagó con tarjeta de crédito, cierto?
El hombre asintió de nuevo.
—Sí, así es.
Alex tamborileó los dedos sobre el mostrador, consciente de que el tiempo jugaba en su contra.
—¿Podrías decirme el nombre que aparece en la tarjeta?
El cajero lo miró con desconfianza.
—No creo que pueda darte esa información…
—Vamos, hombre, no es nada ilegal. Solo quiero confirmar algo. Es una conocida, pero no estoy seguro si es la persona que creo que es.
El cajero dudó por un momento. Finalmente, con un suspiro, giró la pantalla y revisó los datos.
—Está a nombre de… Taylor.
Alex sintió un pequeño escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Taylor?
—Sí, Taylor Reyes.
Alex se tomó un segundo para procesarlo.
¿Taylor Reyes?
Mantuvo la compostura y asintió.
—Perfecto. Sí, es ella. Gracias.
Se retiró de la tienda con calma, pero su mente estaba en otra parte.
Se quedó de pie unos segundos, observándola desde la distancia.
—Así que… Taylor Reyes… —murmuró.
¿Por qué le había mentido?
¿Por qué decirle que se llamaba Ana?
Tal vez por seguridad. Tal vez por otra razón. Pero ahora Alex tenía algo más concreto.
Y con un nombre podía hacer muchas cosas.
Vio que Taylor se dirigía a la salida.
Sin pensarlo demasiado, Alex comenzó a caminar detrás de ella, manteniendo la distancia.
Taylor se alejó del centro comercial, y Alex, aún de pie afuera, la observó perderse entre la multitud.
Ya no tenía razones para seguirla.
Por ahora, tenía lo suficiente. Su nombre.
Se quedó quieto, viéndola alejarse, sin poder evitar que una ligera sonrisa se formara en su rostro.
—Creo que me atrapó en sus ojos bonitos… —murmuró en voz baja.
Le dio una última mirada y estuvo a punto de girar para seguir su propio camino cuando, de repente, algo llamó su atención.
Un hombre robusto, con el cabello completamente rapado y vestido con un traje negro, se acercó a Taylor.
La expresión de Alex cambió de inmediato.
Desde la distancia, notó cómo ella dio un par de pasos hacia atrás.
Algo no estaba bien.
El hombre comenzó a hablarle, pero Taylor parecía incómoda.
Alex entrecerró los ojos, intentando descifrar la situación. ¿Se conocían?
Entonces, la expresión del hombre se endureció y su postura se volvió más agresiva.
Antes de que Alex pudiera reaccionar, el sujeto tomó a Taylor del brazo y la jaló con firmeza hacia la puerta de un auto negro estacionado en la acera.
Ella intentó resistirse.
Se notaba en la forma en que forcejeaba, en cómo sus movimientos se volvían más rígidos, como si su cuerpo entero se negara a entrar en ese auto.
Alex sintió una punzada de inquietud.
¿Qué demonios estaba pasando?
¿Quién era ese tipo?
¿Taylor estaba en peligro?
La vio debatirse unos segundos más hasta que, finalmente, pareció resignarse y subió al vehículo.
El hombre entró detrás de ella, cerrando la puerta de golpe.
El motor rugió y, poco a poco, el auto se alejó.
Alex apretó los dientes.
No podía quedarse con la duda.
Giró la cabeza frenéticamente hasta que vio un taxi estacionado a unos metros de distancia.
Sin perder tiempo, corrió hacia él y abrió la puerta del pasajero.
Editado: 02.03.2025