Conozcamos la Historia.
Hace 1.257 años, exactamente el día 23 del mes Catorce del año 2.852, dos jóvenes muy unidos, compañeros, amantes, diferentes, se complementaron entre sí.
No es una historia que deba contarse, no teniendo en cuánta que en ese momento, la guerra, la hambruna, las enfermedades y la desesperación estaban a la orden del día, no cuando todos estaban en contra de todos, cuando nos atacábamos como si de una de caza se tratase, o es lo que se piensa, sin embargo, si es una historia que deba contarse porque justo ahora, sirve de ejemplo para guiarnos y tener la esperanza de que aún en los momentos más oscuros, aún cuando no se espere, cuando todo parezca imposible, las cosas mágicas suceden, el amor sucede.
Ava, con sus escasos 21 años, vagaba por las tierras áridas de lo que antes era Australia, buscando desesperadamente comida para mantenerse a ella y a su pequeño grupo de compañeros, que hacían los mismo justo en ese momento.
Eranc hacia exactamente lo mismo, solo que con un fin diferente, cazar a la chica que había burlado la seguridad del complejo de soldados a unas once millas y se había robado una cuarta parte, si no es que más, de la comida que utilizaban para subsistir.
Todo imaginaron menos que ella lo cautivaría, que incluso la ayudará a buscar un refugio y que la mantuviera a salvó, escondida del resto de sus compañeros que tenían el mismo objetivo, matarla y regresar con la comida, así de simple.
Cómo en toda historia de amor que se da en medio de la guerra, está también termina mal, de una forma triste, pero, aun en medio de esa tristeza, hay una felicidad, una pequeña pizca de felicidad que les permitió irse en paz.
El día veintitrés, del mes Catorce, del año 2.852, tres años después de haberla conocido, el Ejército Rojo, llamado así por la cantidad de sangre derramada por sus pertenecientes, encontró a Ava, en las afueras de Atlans, la tierra surgida del océano que conectaba en ese entonces a Australia con el continente Asiático, y la llevo hasta sus terrenos.
Golpeada, atada, con la ropa desgarrada y apunto del colapso, Ava entro en el campamento principal del Ejército Rojo para ser vista, sin previo aviso, por Eranc, encadenado a una estructura de hierro que detenía su avance.
Dos amantes desesperados, viendo las condiciones del otro, tal vez frustrados, iracundos, determinados, son muchos los sentimientos que podemos adjudicarles, pero ninguno de nosotros estuvo ahí para saberlo a ciencia cierta, lo que sabemos es que ver en peligro a la persona que amas, fue el detonante para que el aura saliera por primera vez.
Ese día que aún vive en la memoria de todos los humanos, contado como una historia, quizás como un mito, como una leyenda, una fábula o cómo lo que es, nuestro origen, fue el día en que Eranc Alexander Blacket Mackenzie, con veintiocho años de edad, un hombre rudo, grotesco, silencioso y letal, defendió a Ava Rood Spencer, una chica dulce, delicada, sigilosa y astuta, la madre de su hijo, con fiereza, determinación y desesperación, a tal punto, que en el peor momento, justo cuando iban a mancillarla frente a sus ojos, un poder en forma de esfera y de color negro, apareció en su mano para darle la posibilidad de salvar a la mujer que amaba.
Lucharon sin descanso cuando el poder vino a ella, en la misma forma, pero en color blanco, hombro con hombro, como pareja, como complemento con un único objetivo, salir vivos de allí e ir con su hijo que los esperaba con su tía, escondidos en el refugio que él había encontrado para ella.
Se fueron juntos, sus almas unidas, sus cuerpos aferrados entre sí, lamentado no ver a su hijo crecer, pero dichosos porque dieron todo de ellos para mantenerlo a salvó, en el anonimato.