VALKIRIA
El que busca, encuentra. O eso dicen. Si bien yo no había buscado, lo encontré. Era una persona que hacía cosas que rondaban entre los celos y la sobreprotección. Una persona que, con solo decirme un par de palabras, calmaba mi ansiedad. Era quien me hubiese gustado encontrar seis años atrás.
Giré la cabeza para encontrarme con la mitad de su rostro ligeramente iluminado por las luces de la ciudad, el cual estaba tenso. Miré su mano sobre la palanca de cambio y las ganas de apoyar la mía no faltaban, pero no me animé. Éramos amigos, y solo amigos.
Al poco tiempo, estacionó frente a mi edificio y me acompañó hasta que entré a mi departamento. Sin embargo, él se quedó en el pasillo y yo no cerré la puerta. Ninguno se movía, tan solo teníamos los ojos en el otro.
—Te diría que vengas a la pijamada, pero creo que no iré —murmuró.
—¿Por qué no?
—Podríamos hacer nuestra propia pijamada, si quieres.
Bajé la mirada al suelo unos segundos, intentando no sonreír, y lo volví a mirar.
—¿Y si digo que no?
—Entonces me iré —contestó—, triste.
Hizo un puchero, lo tomé del brazo haciendo que entre y reímos. En cuanto le puse la traba a la puerta, revoleé los zapatos y él se tiró sobre el sillón.
—¿Vemos algo? —preguntó prendiendo la tele.
Solté una gran carcajada.
—A dormir —respondí desabotonando la camisa mientras me dirigía al cuarto.
Pude sentir sus ojos con cada paso que daba, hasta que no me pudo ver más. Llegué y tiré la camisa al suelo; pero cuando me iba a poner una remera, las ganas de vomitar aparecieron y corrí al baño para largar todo el alcohol. Enseguida lo escuché correr y luego suspirar. Se acercó para acariciar mi espalda mientras terminaba de escupir las sobras.
—Muy sexy, ¿verdad?
Lo único que tenía puesto era el corpiño y un short que cubría poco. No obstante, me sentía de muchas maneras, menos sexy.
—No es el término que usaría ahora mismo, pero antes…
Y se calló.
Después de limpiarme la cara y cepillarme los dientes, logré ponerme el pijama y no pude evitar caer sobre la cama.
—¿Quieres hablar? —interrogué antes de mirarlo.
—Quiero hacer lo que tú quieras —contestó junto a mí de costado.
Me puse igual que él y sonreí.
—¿Ray de Raymond?
—Exacto —asintió—, pero prefiero Luka.
—Pero dijiste que te diga Ray.
—Solo porque suena igual que Rae.
Al cabo de un largo silencio, hablé.
—¿Qué quieres de mí?
—Tu amistad —musitó sonriendo.
—¿Y nada más?
Su sonrisa se fue y ahora parecía sorprendido.
—¿Tú quieres algo más?
—No —dije y volteé para mirar el techo.
—Genial, entonces solo amigos.
Hizo lo mismo que yo y permanecimos de esa manera por mucho tiempo. Sinceramente, comenzaba a odiar estar en la friendzone.
—Bueno, te dejo dormir.
Dicho esto, se levantó y salió de la habitación.
—¿A dónde vas? —le pregunté siguiéndolo.
—Al sofá —respondió y se tiró sobre él.
—Claro que no —reí—. En una pijamada, todos duermen juntos.
—Es verdad, pero…
—Pero nada, vamos.
Golpeé su pie y regresé a la cama. Si bien tardó en hacer lo mismo, pasó. Apagué las luces, se sacó el pantalón y la camisa, y se metió debajo de las sábanas.
Ninguno hablaba, sin embargo, estaba casi segura de que él también tenía los ojos cerrados. Como le estaba dando la espalda, no lo podía ver, pero podía sentir su mirada sobre mí.
—¿Desde hace cuánto no lo haces?
—¡Ray!
—Tengo curiosidad —admitió y rio una vez—. Dime, ¿qué tan mal me tengo que sentir por haberlo ahuyentado?
—Bastante —contesté girando para quedar frente a él.
—¿Un año?
—Dos —murmuré.
Jadeó sorprendido y le pegué en el hombro.
—Creo que el alcohol te pone agresiva —se quejó.
—Tú me pones agresiva.
—Solo intento evitar que te pase algo —balbuceó con un tono demasiado dulce.
—Lo sé —suspiré—, gracias.
—¿Estás enojada conmigo?
—No estarías aquí si fuera así.
No dijo nada más, y yo tampoco. Tardé poco y nada en quedarme dormida, cosa que rara vez pasaba.