VALKIRIA
A pesar de habernos ido a acostar sin haber dicho una sola palabra, me desperté con él enredado en mi cuerpo. Ambos estábamos de costado, su brazo me rodeaba por encima del mío y su pierna me tenía aprisionada. Cada tanto soltaba pequeños ronquidos y suspiré pensando en lo doloroso que iba a ser tener que despertarlo. Justo tenía su reloj frente a mí, y cuando vi que eran casi las siete de la mañana, salté de la cama como si tuviera un resorte. Él se despertó exaltado y miró hacia todos lados asustado.
—¡Son las siete! —exclamé corriendo a la cocina.
Cuando llegué, todos ya estaban desayunando y listos para salir.
—Buenos días —dijo Zane con una sonrisa extraña.
—¿Por qué nadie nos despertó? —inquirí y bufé.
Agarré una tostada con manteca untada y comencé a comerla.
—Se veían muy… cómodos —murmuró Peter intentando no reír.
—¡Hay que trabajar! —grité masticando, y cuando giré para ir al baño, me choqué con Luka.
El resto de la tostada se pegó en su pecho por un momento manchándolo y luego cayó al suelo. Mi mandíbula cayó, pero él comenzó a reír suavemente.
—No pasó nada, tranquila.
El recuerdo de la primera vez en que lo dijo invadió mi ser junto a las ganas de abalanzarme sobre él por milésima vez. Tomó una servilleta y se limpió sin dejar de mirarme.
—¿Estás bien? Estás pálida —comentó, a lo que asentí vagamente.
—Necesito… Necesito ir al baño —balbuceé antes de salir disparada.
Me empapé la cara con agua fría y gruñí golpeando el lavabo. Mientras me secaba la cara, un par de golpes en la puerta hicieron que me detuviera.
—¿Puedo pasar? —musitó Luka, su voz era grave y seria.
—Claro.
La puerta se abrió poco a poco y la cerró cuando entró, apoyándose contra la madera.
—Creo que ya somos lo suficientemente maduros como para tener una conversación civilizada al respecto.
Me agarró tan desprevenida que no sabía que decir, había dejado de pensar y mi mente estaba en blanco. Mi corazón comenzó a acelerarse poco a poco, mis manos empezaron a sudar y mi silencio solo hizo que siguiera hablando.
—No sé qué siento por ti, Rae, pero… No creo que podamos ser amigos.
—Luka…
—No, espera —me interrumpió acercándose un poco—. Lo único que te voy a pedir es que, si es mutuo, no me lo digas.
Se veía preocupado, sus ojos estaban demasiado abiertos y la mandíbula tensa. Estaba mal, yo le hacía mal.
—Lo único que me molesta más que ser solo amigos, es no ser nada.
Después de observarme más tranquilo durante unos segundos, se inclinó hacia mí, y por un momento pensé que me iba a besar, pero solo me abrazó. Apoyé la cabeza sobre su pecho de nuevo y sus latidos eran tan rápidos como los míos. Y si bien había sentido la misma fragancia incontables veces, esta vez me gustaba aún más.
—¿Te hago mal? —murmuré con la voz quebrada y un nudo en la garganta mientras las lágrimas amenazaban con salir.
—¡Claro que no! —gritó en forma de susurro.
Se separó y tomó mi rostro aplastando mis cachetes un poco.
—Pero dijiste…
—Porque pensé que tú estabas sufriendo.
Y me callé. Sufría, pero él no tenía por qué saberlo. Tragué y forcé una pequeña sonrisa antes de inhalar hondo.
—Hay que ir a trabajar —dije y suspiré.
Cerró los ojos para luego asentir.
—¿Viniste en tu coche? Porque yo caminé.
—Sí, está al frente.
Levantó los pulgares con una gran sonrisa y se fue. Mi cerebro tardó unos minutos en relajarse, y cuando pasó, me arreglé de pies a cabeza con lo poco que tenía. Gracias a la recomendación de Val, tenía una mochila con ropa formal, y después de cambiarme, logramos salir a tiempo.
Si bien la mañana y la tarde habían transcurrido normalmente, el ambiente era raro entre Luka y ya, nos mirábamos menos y nos evitábamos un poquito más. A penas se hicieron las cinco, no tardé ni cinco minutos en estar afuera del edifico; pero en cuanto vi quién me estaba esperando, me arrepentí y mi sanidad desapareció.
—¿Valkiria?
Su voz inundó mis oídos provocando un escalofrío.
—Kingston —jadeé.
—Esa ropa, esa pollera… Nunca te vestiste así cuando estábamos juntos —se quejó acercándose a mí, pero cuando amagó con abrazarme, lo empujé.
—Tienes una maldita orden de restricción, estoy a nada de llamar a la policía —musité entre dientes mientras agarraba el celular.
—¡No! No, no, no —se apresuró a decir desesperado y sacó unas llaves del bolsillo—. Vengo en son de paz.
Se corrió señalando algo detrás suyo, y cuando lo vi, mi corazón se detuvo por un segundo. Era mi Harley Touring 2017 roja, o, en otras palabras, la mejor moto de la historia.