13

La mitad de su rostro moreno era cubierto por sus largos dedos, mientras ella se encontraba acostada hace horas en el mismo colchón.

Ya era momento de levantarse.

Al hacerlo, la pelinegra que estaba haciendo sus deberes en el escritorio se dio vuelta para ver a la chica que miraba con sus ojos verdes hacia suelo.

—¿Pasa algo? ¿Necesitas ayuda?

—Voy al club a entrenar. —No dijo nada más, solo salió allí sin antes dar un portazo que hizo retumbar la habitación.

Sus pisadas eran rápidas, apuradas, como si cada una de ellas la librara de sus pensamientos. Pero, ¿qué era lo que en realidad estaba pensando?

Entró al club, que se encontraba vacío. Todo lo contrario, a su cabeza.

No esperó mucho, solo cerró sus nudillos y empezó a hacer flexiones en el suelo una y otra vez. Enseguida atacó el saco de boxeo con sus nudillos ensangrentados. A las horas, se sentó en el suelo, cerrando sus ojos, intentando controlar su aura, deseando controlar sus pensamientos, pero de ninguna forma era posible mantener la calma.

Cuando el reloj marcó las 00:00, una figura esbelta con una guitarra en la mano se hizo presente en el club.

—Hola—hizo un gesto con su mano libre en forma de saludo.

—Isamu, ¿qué haces tan tarde aquí?

—Como terminó mi turno en la policía y mi hermana está dormida aproveché para tocar la guitarra, esta es la mejor hora para hacerlo. —Sonrió levemente—. ¿Y tú qué haces aquí? ¿Te encuentras bien? —observó sus nudillos de donde brotaban pequeñas gotas de sangre.

—Estoy entrenando desde las cinco de la tarde. —No dijo ni hizo nada más, es por eso que Isamu aprovechó para apoyar su guitarra en una esquina. Es entonces cuando Ishi habló—. En realidad, tengo miedo...

—¿Por qué? ¿Qué pasa? —Se dio vuelta para verla a la cara, pero su rostro estaba gacho y sus ojos verdes miraban al suelo. Se acercó a ella a paso lento y al llegar, la rodeó con sus brazos, es ahí donde sintió la fragilidad de aquel cuerpo robusto que la mayoría del tiempo era fuerte. Era la primera vez que caía al suelo mientras le flaqueaban las piernas—. Puedes contarme, somos amigos, ¿verdad?... —Los brazos de la morena hicieron fuerza para alejarlo, pero el joven flacucho la rodeó aún más fuerte—. ¿Verdad?

—Quiero protegerlos todo el tiempo, tengo miedo de que algo les pase; a todos. Desde que las criaturas no aparecen por aquí, siento que tenemos mucha suerte. Todo el tiempo tengo un mal presentimiento, y no puedo parar de pensar. ¿Qué haría sin alguno de ustedes? —Su respiración empezó a agitarse, aferrándose más a Isamu—. Son lo único que tengo. —No habló por unos largos segundos, hasta que otra de sus preocupaciones se hizo presente—. Por otro lado, cuando estoy con Kasumi siento cosas extrañas, y cuando no, también. Desde hace meses que quiero entender por qué hago cosas que nunca hice con nadie, o que en mi vida sentí algo como lo que siento por ella.

—Te ayudaré a confrontar tus sentimientos. —El pelinegro apretó el agarre con sus delgados brazos—. No nos pasará nada, te lo prometo. Estaremos a tu lado; todos. Los miedos son solo eso: miedos, no siempre se hacen realidad. Como dices, tenemos demasiada suerte. —Sonrió mientras sus anchas ropas se llenaban de las lágrimas de Ishi—. Lo que sientes por Kasumi supongo que es enamoramiento; un paso antes de llegar al amor. Quiero creer que ella te habrá hecho leer historias de ese estilo para practicar lectura, es lo que más abunda en su biblioteca según lo que cuenta. —La soltó lentamente—. Tocaré algo de música para despejarte ¿Te parece bien? —Ishi asintió con la cabeza e Isamu agarró su guitarra eléctrica, la conectó y empezó a tocar.

La morena nunca había escuchado al policía usar aquel instrumento llamado "guitarra eléctrica". El sonido era rápido y electrizante, como su nombre indicaba. Ayudaba a que los pensamientos cesen, aunque sea un poco. Isamu no paró de escribir melodías con su artefacto, llenó de sentimiento al club, dejó atrás el dolor para centrarse en la pasión. Era contagioso, las horas pasaban y no llegaba a ser absolutamente nada aburrido; esas canciones que la adolescente desconocía, terminaron siendo su salvación por al menos esa noche.

2:35A.M. Se escuchaban pasos leves subiendo las escaleras, parecían no querer ocasionar ruidos.

Ishi giró el picaporte para poder entrar a la habitación en donde se podía divisar aun en la oscuridad, un bulto en la cama donde dormía Kasumi. La pelirroja cerró la puerta con cuidado, intentando no despertarla. Posteriormente entró al baño, se sacó su jogging gris y su remera negra empapada por el sudor, por último, su ropa interior cayó al suelo. Abrió el agua fría, a la que ya estaba acostumbrada y entró a la ducha.

Al salir del baño ya cambiada se encontró con la pelinegra. Aprovechando que estaba dormida, se sentó en el colchón apoyado en el suelo y empezó a meditar. No obstante, una cálida mano interrumpió su concentración, haciendo que abra los ojos por el sobresalto.

—Ishi, volviste muy tarde... incluso sigues despierta. ¿Todo está bien? —preguntó una somnolienta Kasumi.

—Sí, estaba con Isamu en el club—contestó fríamente.

—¿Y ahora meditas a las tres de la mañana? —preguntó viendo su alarma apoyada en el escritorio.

Sus ojos esmeraldas cambiaron de dirección, para ver los avellana de su contraria, que al instante fueron tapados por una almohada que presionó lo suficiente como para que termine acostándola otra vez.

—Cállate. —Las risas de la pelinegra se hicieron escuchar—. Es tarde, ve a dormir.

—Qué extraña estas últimamente. —Se giró aún sonriente para mirar a la pelirroja que ya se había acostado.

—Estoy igual que siempre—cada respuesta era más desapasionada que la anterior.

Los cambios de humor que tenía Ishi enfurecían a Kasumi.

—Si volver tarde en las noches, casi no dormir, y sonreír. ¡Wow, sonreír! Es estar igual que siempre, entonces no estuve estos seis meses junto a ti. ¿Sabes qué es lo peor? Que ahora, me tratas como al inicio: fría y distante—dijo con sarcasmo. Su sonrisa se había borrado, esperaba escuchar una respuesta de su parte, una que nunca llegó. —. Así que no me contarás. Okay. —Se cubrió totalmente con las sabanas, mientras su rostro se encontraba pensativo.