Las luces me ciegan y acomodo mi cuerpo recargado sobre las extensa superficie de la barra.
Llevo el vaso a mis labios, tomando el fuerte trago que quema mi garganta a su paso. Remojo mis labios con mi lengua mirando el escenario.
Mi boca se seca de anticipación y el aliento escapa de mis pulmones, obligándome a tomar una larga bocanada de aire para escapar de la fatiga. Paso mis manos por debajo de mi antifaz, secando el sudor que se acumulaba debido a mi creciente ansiedad.
Los aclamos de los hombres a mi alrededor se intensifican, llevando mi atención al culpable de tanta algarabía. Su cuerpo aparece en mi campo de visión y me siento desfallecer.
Sus caderas se movían al ritmo de la música, captando la atención de todos, incluyéndome. Su mirada choca con la mía provocando cierto magnetismo, una sonrisa coqueta se dibuja en sus labios y puedo ver su mirada lujuriosa detrás del antifaz que cubría parte de su rostro, tentando mi cordura, jugando con mi ardiente deseo, tomando en sus manos mi alma y grabando en ella su nombre a fuego.
Todos veneraban su cuerpo. Sin embargo, nadie podía tocarlo.
Clamaban sentir el sabor de sus suaves labios, pero ninguno tendría esperanzas de al menos sentir la suavidad de su piel debajo de sus dedos.
Deseaban tomarlo. Sin embargo, no sobreviviría quien se atraviese a tocar uno solo de sus cabellos.
Lo que nadie sabía era que nuestros cuerpos se fusionaban en la oscuridad, nuestras almas jugaban con el fuego de nuestras pasión, lastimándose sin remedio, reduciendo a cenizas nuestro deseo.
Nuestros labios jugaban, hipnotizados por la melodía que dibujaban nuestras respiraciones desacompasadas en el silencio.
Jugábamos con nuestras suerte, valiéndonos poco cuanto gritaba nuestra conciencia. No sabíamos quién se escondía tras el antifaz, sin embargo tampoco nos importaba, saberlo implicaría caer totalmente en el precipicio, convertir nuestra pasión en algo más intenso, destruir por completo la fina línea que nos protegía.
El secreto alimentaba la llama de nuestro deseo, si descubríamos nuestra identidad esta podría apagarse o simplemente explotar en una fuerte llamarada, destruyéndonos en el proceso.
¿Quería descubrirlo?
Tal vez.
Sin embargo, eso no me impedía disfrutar de cada momento de nuestra tortura.
Elevo mi vaso al aire en su dirección con una media sonrisa adornando mi rostro. Sus labios se curvan hacia arriba, tirando de sus comisuras.
Cada letra es pronunciada lentamente por sus suaves labios, llevando uno de sus dedos al centro de los mismos, indicando silencio.
Nuestro Secreto.
Llevo el vaso nuevamente a mis labios, ingiriendo el líquido de una sin apartar mi mirada de sus hipnotizantes ojos.
Y como cada noche, cuando la escena inicia y su cuerpo comienza a jugar y tentar nuestros pecadores cuerpos, me quedaría en el mismo lugar esperando a que el telón cayera y, en el silencio de la noche, acariciar su cuerpo, tomar lo prohibido y alimentar nuestro deseo, cayendo en la tentación de descubrir Nuestro Secreto.
PRÓXIMAMENTE. . .
Editado: 22.01.2022