La depresión silenciosa se esconde en las sombras, en las esquinas oscuras de mi mente.
Es un peso que carga, un dolor que no cede, un manto frío que me envuelve y me sumerge en la tristeza.
Nadie lo ve, nadie lo oye, pero está siempre presente, un compañero fiel que me acompaña en mi soledad.
Es una lucha diaria, una batalla constante, una lucha contra mi misma que solo yo puedo ganar.
Me despierto con un nudo en el estómago, una sensación de vacío en el pecho, un cansancio que no puedo sacudir, una sensación de que nada tiene sentido.
Es una lucha contra las ganas de llorar, contra el deseo de permanecer en cama, contra el miedo de salir al mundo, contra el sentimiento de no ser suficiente.
Pero a pesar de todo, sigo adelante, con cada día una pequeña victoria, con cada día un poco más de luz.
A veces es una lucha solitaria, una batalla que nadie más puede entender, pero también es una lucha valiente, una lucha que me hace más fuerte.
Y aunque la depresión silenciosa sigue allí, sigue presente, sé que con cada día, soy un poco más fuerte.
Sé que no estoy sola, que hay otros luchando también, y juntos, podemos vencer la depresión silenciosa.