VAGANDO EN LA INMENSIDAD

En un viaje sin límites, al espacio me aventuré,
envuelta en misterio y en curiosidad me encontré.
Una luz resplandeciente, me guiaba siempre allá,
a través de infinitos caminos sin finalidad.

El espacio se extendía, silencioso y oscuro sin cesar,
como un lienzo vacío, sin estrellas que admirar,
pero yo no me desanimé, seguí en mi trayecto perdida,
descubriendo tesoros ocultos en este infinito olvido.

No había ruidos ni sonidos, solo el eco lejano del silencio,
y yo, vagando en la inmensidad, llevando mi propio aliento.
Era un viaje solitario, más allá de las fronteras celestiales,
explorando un universo enigmático, lleno de verdades esenciales.

La luz que me acompañaba, era mi guía y mi razón,
un faro en la oscuridad, lleno de fuerza y pasión.
Me llevaba por galaxias, donde nadie antes había estado,
deslumbrándome con luces desconocidas, sin explicación.

En aquel mar de negrura, descubrí la profunda belleza,
que se escondía en lo incógnito, en la inconmensurable grandeza.
Estrellas ausentes, pero no vacío, sino una fiesta de secretos,
oyendo melodías cósmicas, en suaves y vibrantes ritmos discretos.

El espacio se convertía en mi hogar, en un santuario sagrado,
donde los confines de lo desconocido me eran revelados.
Exploré mundos nuevos, que ni siquiera había imaginado,
y en la quietud, mi alma encontró su ansiado legado.

Así, en aquel viaje cósmico, entre destellos y oscuridad,
encontré la semilla de la vida, en un espacio sin realidad,
porque aunque no hubiera estrellas que brillaran en lo alto,
encontré mi propia luz, iluminando mi sendero en alto vuelo.

Y ahora vuelvo a la Tierra, con mi espíritu lleno de ciencia,
contando historias de un viaje cósmico, sin competencia.
Porque en el silencio del espacio, hallamos nuestra verdad,
y las estrellas perdidas no eran necesarias para brillar.