Cora Castillo
La tarde en el hospital fue más movida de lo que esperaba. Dos partos complicados, una crisis de hipertensión y una paciente con fiebre tifoidea que me hizo recordar por qué había elegido esto: sanar lo que otros prefieren ignorar.
—Doctora, la buscan afuera —me dice una enfermera, tocando suavemente la puerta del consultorio.
—¿Quién?
—No sé... pero se ven importantes. Tienen traje, gafas oscuras, uno de ellos preguntó específicamente por los doctores nuevos de la brigada.
Mi corazón se acelera. ¿Ya alguien conoce que iré a Honduras?
Me limpio las manos, respiro profundo y salgo.
Dos hombres me esperan en la recepción. Uno de ellos —alto, moreno, mandíbula marcada— me clava una mirada que no puedo leer del todo. No es hostil. Pero tampoco es neutral.
—¿Doctora Cora Castillo? —pregunta el que va a su lado, con tono educado.
—Sí, soy yo. ¿En qué puedo ayudarles?
—Venimos de parte de una organización interesada en apoyar la labor de las brigadas médicas en Centroamérica —dice, sacando una tarjeta que solo dice "Fundación Pi" en letras doradas—. Nos gustaría ofrecer una donación para su unidad. Medicamentos, equipo, transporte... lo que necesiten.
—¿Fundación Pi? Nunca había oído hablar de ustedes...
—Es nueva, pero con gran alcance. Ayudamos en silencio, doctora. Como los buenos médicos.
Sus palabras suenan suaves, pero hay algo en sus ojos que me inquieta. Como si estuvieran evaluando más que mi perfil profesional.
—Lo pensaré —respondo cortésmente—. Ahora si me disculpan, tengo pacientes que ver.
—Por supuesto —responde el primero, el de mandíbula firme, con una leve sonrisa que no alcanza sus ojos—. Pero piénselo pronto. El tiempo, como la vida, puede acabarse sin previo aviso.
Se alejan. No miro hacia atrás. Pero siento cómo esa frase se me queda pegada a la piel como sudor frío.
Esa noche, mientras reviso mis notas y preparo lo que necesito para unirme a la brigada en Honduras, no dejo de pensar en ese nombre.
Fundación Pi.
Y en esa extraña sensación de que, sin saberlo, ya entré a un juego mucho más grande de lo que imaginaba.