Paciente 314

Capítulo 10: El diablo también sangra

El calor en San Pedro Sula no se compara con el de Medellín. Aquí quema distinto. Como si la tierra te advirtiera desde el primer paso que no te metas donde no te llaman.

Me bajo del carro con los vidrios polarizados y el chofer ni me mira. Eso es bueno. El silencio es la única lealtad en este negocio.

El contacto debía llegar hace media hora. Estoy esperando en una vieja zona industrial abandonada, rodeado de polvo y silencio. Mal presagio.

Reviso el celular, tres mensajes sin abrir de mamá. No los leo. No puedo. Si leo su voz, me quiebro.

De pronto, un pick-up negro se estaciona a pocos metros. Se baja un hombre con casco blanco y planos en la mano. Lo reconozco al instante. Cameron Castillo. El hermano de Cora.

—¿Qué hace aquí este imbécil? —susurro por lo bajo.

No se supone que él esté en este negocio, pero algo cambió. Lo siguen dos tipos más, uno con cara de no haber dormido en días, el otro con una pistola a medio esconder en la cintura.

Cameron me ve. Se tensa. Baja los planos, camina hacia mí con esa cara de ingeniero limpio, pero yo sé que algo huele podrido. Y él lo sabe también.

—Tadeo —dice con la voz seca.

—Castillo. ¿Desde cuándo construyes para fantasmas?

Me lanza una mirada filosa.

—Desde que los fantasmas pagan más que los vivos.

Intercambiamos una carpeta con los permisos falsos para mover material de construcción. O eso dicen. En realidad, son armas. Y la red ya tiene las manos metidas hasta el cuello.

Pero algo anda mal. El contacto real no apareció. Y Cameron está demasiado tenso. Miente.

—¿Estás seguro de que esto va a pasar hoy? —le pregunto bajando la voz.

—Tan seguro como que a veces... lo que uno construye termina enterrándolo.

Nos miramos. Él se gira y se va.

Lo veo alejarse y algo se revuelve en mi estómago. No por él, sino por lo que presiento: nos están jodiendo desde adentro. Alguien quiere vernos caer.

Esa noche, en un hotel cercano al hospital donde trabaja Cora, Paula me ve salir del carro blindado. Estoy vestido de civil, pero ella me reconoce. Me sigue con la mirada mientras hablo por teléfono, irritado.

—No, no llegó el envío. Y Cameron se hizo el idiota. Esto huele a traición —digo mientras camino hacia el ascensor.

Paula retrocede un paso y se esconde tras una columna. Ha escuchado más de lo que debería. Y aunque su instinto le grita que le diga algo a Cora... no lo hace.

No todavía.

Ella sabe que hay algo entre Cameron, Tadeo... y esta tierra manchada de sangre. Pero también sabe que a veces, contar una verdad demasiado pronto puede matar a quien la escucha.

Y nadie quiere ver a Cora rota.

Todavía no.




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