Paciente 314

Capítulo 12: Cartas que no se escriben solas

Cora Castillo

Honduras no se parece a lo que imaginé.

Es más cruda, más viva... más herida. La gente sonríe como si cada risa costara, como si hubiera que ganársela. Hoy fue nuestro primer día de brigada. Vi más enfermedad en cinco horas que en todo un año de internado. Pero algo dentro de mí se sintió en casa. Como si hubiera venido por más que medicina.

Al regresar al hotel, encontré un sobre sin remitente debajo de la puerta de mi habitación. Pensé que era un error, pero tenía mi nombre. Solo eso: Dra. Cora Castillo.

Adentro, una hoja amarilla con una frase escrita a mano:

"Algunos dolores no se curan con bisturí, doctora."

Nada más.

Miré el pasillo vacío. Nadie. Ni un alma. Guardé la nota en mi maletín sin decirle a Paula.

No sé por qué no le conté. Tal vez porque parte de mí siente que esto... es solo el inicio.

Paula Prado

Cora no ha sido la misma desde que llegamos. Se ríe, habla, ayuda a los pacientes como siempre. Pero tiene los ojos distintos. Como si estuviera sosteniendo algo invisible.

Y yo también.

Anoche vi a Tadeo otra vez. Caminaba con paso apurado, con sangre en la camisa. No de él... de alguien más. Cameron lo seguía. Discutían. No pude escuchar qué decían, pero vi los ojos de mi ex. No eran los del ingeniero idealista que conocí. Eran los de un hombre atrapado.

Cora me habló durante el desayuno. Me contó de una niña que atendió en el campo de brigada. Lo dijo con una sonrisa, pero sus manos temblaban.

Algo le pasa.

Y lo peor es que yo sé parte del rompecabezas... pero no tengo el valor de decirlo.

Tadeo Torres

Todo me está saliendo mal.

La reunión con el contacto de armas se vino abajo. Cameron me mintió, o alguien lo está presionando desde fuera. La policía anda cerca, más cerca que nunca. Perdimos una ruta, perdimos dinero, perdimos tiempo. Y eso, en este negocio, es perder vidas.

Volví al apartamento donde me quedo en Tegucigalpa. Abrí una caja de madera vieja, donde guardo lo poco que me mantiene cuerdo: fotos de mamá, una cadena que me regaló cuando era niño, una carta de despedida que nunca me atreví a leer del todo.

Miro el teléfono. Quiero llamarla. A ella.

A Cora.

No la conozco, pero desde que la vi en los registros de la brigada supe que era una pieza más del tablero. Algo en sus ojos me sacudió. No es amor, no es obsesión. Es algo más antiguo, más oscuro... como si el destino nos debiera un encuentro.

Y sé que está recibiendo las cartas.

Sí. Las envié yo.

Pero no para asustarla.

Para prepararla.

Cameron Castillo

No sé cuánto más voy a aguantar.

Anoche discutí con Tadeo. No entiende que una cosa es mover materiales y hacer tratos con la constructora, y otra muy distinta es mancharse las manos con sangre.

Pero ya no puedo salir. Estoy demasiado dentro.

Lo peor es que Cora llegó a Honduras. Y si se entera... si se entera de con quién estoy metido, se va a romper. Y yo no puedo permitir que algo le pase.

Aunque eso signifique hacer un trato con el diablo.

Aunque ese diablo tenga mi mismo apellido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.