Pacto De Hielo Y Poder

Capitulo 16

Valentina

Tres meses habían pasado desde la última vez que vi a Fernando en persona. Aunque habíamos estado en contacto casi a diario por videollamadas y mensajes, la distancia comenzaba a pesarme. Me había sumergido por completo en mi trabajo en Nova Tech, retomando el control de la empresa con la determinación de mantenerla en la cima. Sin embargo, cada vez que miraba mi vientre, ahora notablemente más abultado, me recordaba la ausencia de Fernando y lo mucho que deseaba tenerlo a mi lado.

Esta mañana, me encontré con Mariana, mi amiga de toda la vida, en la cafetería de la empresa. Estábamos tomando un descanso cuando ella me lanzó una mirada curiosa, notando cómo acariciaba distraídamente mi vientre.

—¿Y cuándo tienes la próxima cita con la doctora? —preguntó, con una sonrisa cómplice—. Ya deberías estar cerca de saber si es niño o niña, ¿no?

Le devolví la sonrisa, agradecida de tener a alguien con quien compartir estos momentos.

—Mañana, en la mañana —respondí, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo—. Estoy deseando saberlo, aunque, la verdad, me emociona igual la idea de que sean niños o niñas. Fernando también está impaciente.

Mariana asintió, su sonrisa se amplió.

—Me imagino. Ese hombre debe estar mordiéndose las uñas allá en Rusia.

—Sí, está tan ansioso como yo —dije, recordando nuestras conversaciones recientes—. Siempre me pregunta cómo estoy y cómo están los bebés, aunque sé que también está muy ocupado con todo lo que está pasando allá.

Después de despedirme de Mariana, me dirigí a mi oficina y saqué el teléfono. Sabía que Fernando estaría en alguna reunión o atendiendo algún asunto importante, pero aun así, quería que supiera lo de la cita de mañana. Le envié un mensaje rápido:

"Hola, amor. Mañana tengo la cita para saber si tendremos niño o niña. Estoy tan emocionada. Quisiera que pudieras estar aquí conmigo. Te extraño."

Me quedé mirando la pantalla por un momento, esperando una respuesta. Sabía que, aunque él no pudiera estar físicamente a mi lado, de alguna manera siempre estaba presente, apoyándome y asegurándose de que todo estuviera bien. Eran tiempos difíciles para ambos, pero su amor y su apoyo me daban la fuerza que necesitaba para seguir adelante.

Finalmente, dejé el teléfono a un lado y volví a concentrarme en mi trabajo, intentando no pensar demasiado en la distancia que nos separaba. Mañana sería un día importante, y aunque Fernando no pudiera estar a mi lado, sabía que su corazón estaba conmigo, como el mío estaba con él.

Estaba en mi oficina, repasando unos documentos, cuando de repente sentí un movimiento suave dentro de mi vientre. Era una sensación extraña, como si los bebés estuvieran estirándose o acomodándose. Me detuve, llevando una mano instintivamente a mi abdomen, y una sonrisa se formó en mis labios. Cada pequeño movimiento era un recordatorio de la vida que estaba creciendo dentro de mí, y a pesar de la distancia, sentí una conexión profunda con Fernando en ese momento.

De repente, alguien tocó a la puerta. Uno de mis guardaespaldas entró rápidamente, su expresión seria me hizo fruncir el ceño.

—Señorita Valentina, tenemos que ir a la villa de inmediato. Hay una situación urgente.

Mi corazón se aceleró, y cualquier rastro de tranquilidad que había sentido desapareció al instante. ¿Qué podría estar pasando? Sin hacer preguntas, me levanté de la silla, recogí mis cosas rápidamente y seguí al guardaespaldas hasta el coche. En el camino, mi mente no dejaba de dar vueltas. Traté de imaginar qué podría estar ocurriendo, pero cada suposición era peor que la anterior. La preocupación por los bebés y por Fernando aumentaba a cada minuto.

El viaje a la villa pareció interminable, aunque en realidad duró solo unos minutos. Al llegar, noté que había más movimiento de lo habitual, los guardias estaban atentos, y el ambiente se sentía tenso. Mi corazón latía con fuerza mientras bajaba del coche y me dirigía hacia la entrada principal, intentando mantener la calma.

Cuando entré, lo primero que vi fue a Fernando, de pie en el vestíbulo. Estaba allí, con una sonrisa en el rostro, mirándome como si fuera la única persona en el mundo. Me quedé paralizada por un momento, incapaz de creer lo que estaba viendo.

—Hola, mi amor, mi dulce demonio —dijo con esa voz profunda que siempre lograba hacerme sentir segura.

Antes de que pudiera responder, se acercó y colocó suavemente su mano sobre mi vientre, justo en el lugar donde había sentido a los bebés moverse. Sentí una oleada de emociones, una mezcla de alivio, sorpresa y alegría. No podía creer que estuviera aquí, después de tantos meses de solo verlo a través de una pantalla o escucharlo por teléfono.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, aún atónita, sin poder apartar mis ojos de los suyos.

Fernando sonrió, con esa expresión que solo él podía tener, como si supiera un secreto que yo no conocía.

—No podía quedarme en Rusia sabiendo que te necesitaba aquí. Y, sinceramente, también necesitaba estar contigo y con los bebés. No pude esperar más.

Sentí una lágrima rodar por mi mejilla, pero esta vez era de felicidad. No importaba lo que hubiera pasado o lo que estuviera por venir, lo único que importaba en ese momento era que él estaba aquí, con nosotros. Sin pensarlo dos veces, me lancé a sus brazos, sintiendo su calor, su fuerza, y la seguridad que siempre me brindaba.




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