Pacto De Hielo Y Poder

Capitulo 21

Valentina

Habían pasado dos semanas desde aquella conversación en la que Dolgov reveló sus razones, distorsionadas por años de resentimiento. Desde ese día, mi vida se había vuelto una prisión aún más controlada. Apenas podía salir de mi habitación, y cada intento de obtener información sobre Fernando o cualquier plan para escapar había sido bloqueado. Mis esperanzas pendían de un hilo, sostenidas solo por los rumores de lealtad de algunos de los hombres de Dolgov a mi familia.

Una mañana, mientras observaba por la ventana, noté un inusual movimiento entre los guardias de la propiedad. Hombres armados corrían de un lado a otro, revisando vehículos y cargando maletines. Algo estaba ocurriendo. Sentí un nudo de incertidumbre en el estómago al verlos actuar con tanta prisa, como si se prepararan para un cambio importante.

No pasó mucho tiempo antes de que la puerta de mi habitación se abriera, y allí estaba Dolgov, como siempre, con su porte seguro y su mirada inescrutable. Me miró por un momento antes de hablar, con un tono que sonaba casi despreocupado.

—Valentina, muy pronto nos iremos de aquí —anunció, con una sonrisa en los labios que no alcanzaba a suavizar la dureza de sus ojos—. Me acompañarás, por supuesto.

Lo miré, intentando descifrar sus intenciones. Era obvio que no me estaba pidiendo permiso; Dolgov ya había decidido que yo iría con él.

—¿A dónde vamos? —pregunté, mi voz manteniéndose firme aunque por dentro sentía una mezcla de miedo y determinación.

Dolgov se acercó lentamente, hasta quedar a escasos pasos de mí. Su mirada recorrió mi rostro, y sus labios se curvaron en una sonrisa calculada.

—Es mejor que no sepas demasiado —respondió con suavidad—, pero te aseguro que este viaje marcará el comienzo de algo importante para nosotros. No tendrás que preocuparte más por Fernando ni por nada que te ate al pasado.

Mi corazón se encogió al escuchar sus palabras. Sabía que no podía confiar en él, pero la idea de que planeaba arrancarme de todo lo que amaba me llenaba de una furia silenciosa. Apretando los puños, le sostuve la mirada.

—Si crees que voy a ceder, estás muy equivocado, Dolgov. No puedes obligarme a algo que jamás aceptaré.

Él dejó escapar una pequeña risa, como si mis palabras no fueran más que una declaración ingenua.

—Es una pena que no veas las cosas como yo —dijo, acercándose un poco más—. Pero confío en que, con el tiempo, entenderás que esto es lo mejor para ti. Nos iremos mañana, Valentina. Prepárate.

Y con esas palabras, Dolgov salió de la habitación, dejándome sumida en una mezcla de rabia e impotencia. Sabía que el tiempo se agotaba y que, si quería recuperar mi libertad y salvar a Fernando, tendría que encontrar la manera de actuar antes de que fuera demasiado tarde.

Mientras trataba de asimilar las palabras de Dolgov, alguien llamó a la puerta de mi habitación. Al abrir, encontré a una mujer con expresión seria, que sostenía una maleta de cuero oscura. Sin decir una palabra, me la entregó y luego se retiró, cerrando la puerta tras de sí. Era evidente que Dolgov no me daría siquiera la libertad de preparar mis cosas sin supervisión.

Suspiré, llevé la maleta hasta la cama y la abrí. Comencé a colocar algunas prendas y artículos personales en su interior, pero mi mente estaba en otra parte. En Fernando. Dolgov había sido tan claro al decir que no me preocupara más por él que ahora una parte de mí temía lo peor. ¿Estaba Fernando vivo? ¿O había cumplido su amenaza y ya lo había apartado de mi vida para siempre?

El dolor en mi pecho era profundo. Llevaba días sin saber nada, y esa incertidumbre me estaba consumiendo. La posibilidad de haberlo perdido para siempre era una idea que me ahogaba. Él había sido mi fuerza, mi apoyo, el hombre que nunca dejó de luchar a mi lado, y pensar en él solo incrementaba mi deseo de luchar hasta el final. Pero ahora, sin él aquí… ¿cómo podía seguir adelante?

Mis manos se posaron instintivamente sobre mi vientre, donde nuestros hijos estaban creciendo. Los pequeños movimientos de sus cuerpos me recordaban que no estaba sola, que llevaba dentro de mí una parte de Fernando y de nuestro amor, una razón más para resistir. Apenas faltaban unas tres semanas para su nacimiento, y me dolía pensar que Dolgov planeaba llevarme lejos de aquí justo antes de que llegaran al mundo. Lo último que quería era que mis hijos nacieran en medio de esta prisión, bajo la sombra de un hombre como Dolgov. Mis hijos merecían llegar al mundo en paz, en un lugar donde pudieran ser libres y estar seguros.

Acaricié suavemente mi vientre, sintiendo el calor y la vida de mis bebés. Me rehusaba a permitir que esta situación definiera sus vidas. De algún modo, encontraría la manera de escapar de Dolgov, de llevar a mis hijos lejos de su control y, si era posible, reencontrarme con Fernando.

—Voy a sacarlos de aquí —murmuré, casi como una promesa.

Con una determinación renovada, continué guardando mis cosas en la maleta, pero esta vez con un propósito diferente. Sabía que el tiempo se agotaba, y que muy pronto, tendría que actuar para proteger lo que más amaba.

Mientras terminaba de guardar mis cosas en la maleta, el teléfono que el guardaespaldas me había entregado comenzó a sonar de repente, sobresaltándome. Lo miré con cautela antes de contestar. Al ponerlo en mi oído, una voz familiar resonó al otro lado de la línea.




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