Pacto de Sangre

Capítulo 1: Sangre en las Manos

El zumbido de las luces fluorescentes del Hospital San Lázaro era un latido constante, un pulso que Valentina Rinaldi había aprendido a ignorar después de años de noches rotas por gritos, sangre y el olor acre del desinfectante. Pero esa noche, el 8 de abril de 2025, algo en el aire se sentía diferente. Pesado. Como si el mundo estuviera conteniendo el aliento antes de estallar.

Valentina ajustó el estetoscopio alrededor de su cuello, sus dedos rozando la goma fría mientras revisaba el monitor de un paciente en la sala de emergencias. Eran las 2:17 de la mañana, y el turno de doce horas ya había exprimido hasta la última gota de su paciencia. Un niño con fiebre en la cama tres, una anciana con fractura de cadera en la siete, y un borracho roncando en la esquina con una botella rota todavía en la mano. Rutina. Hasta que el primer disparo atravesó la quietud.

El sonido fue seco, un chasquido que reverberó desde el estacionamiento y arrancó un grito de alguien en la sala de espera. Valentina se giró hacia la ventana, su corazón golpeando contra las costillas. Otro disparo. Luego otro. Más cerca. Las luces del pasillo parpadearon, y el caos estalló como una ola.

"¡Tiroteo afuera!" gritó una enfermera, Sofía, mientras corría hacia la entrada con el rostro pálido. "¡Cierren las puertas!"

Valentina no esperó órdenes. Sus piernas se movieron por instinto, años de entrenamiento tomando el control mientras el personal se dispersaba como hormigas bajo una bota. "¡Traigan las camillas al quirófano!" ladró, su voz cortando el aire como un bisturí. "¡Y alguien llame a seguridad, maldita sea!"

El estruendo de cristales rotos llegó desde la recepción, seguido de un coro de gritos y el rugido de motores. Nova Aurea nunca dormía, pero esta no era la típica pelea de bar del Barrio del Puerto. Esto era guerra.

La puerta doble de emergencias se abrió de golpe, y un grupo de hombres irrumpió, sus botas dejando huellas de sangre y lodo en el linóleo. Llevaban chaquetas de cuero oscuras, rostros duros y armas apenas ocultas bajo la ropa. Pero lo que arrastraban entre ellos hizo que Valentina se detuviera en seco: un hombre, alto y de hombros anchos, colgado entre dos de ellos como un muñeco roto. Su camisa negra estaba empapada de sangre, un agujero irregular marcando el lado izquierdo de su pecho. Estaba vivo, apenas, su respiración un silbido húmedo que ella reconoció al instante. Pulmón perforado.

"¡Muévanse!" gritó uno de los hombres, un tipo corpulento con barba espesa y ojos salvajes. "¡Necesita un doctor ahora!"

Valentina no preguntó quién era ni por qué lo habían traído aquí en lugar de dejarlo morir en la calle. No había tiempo. "Quirófano dos," ordenó, señalando el pasillo. "Síganme."

El equipo se movió como una máquina bien aceitada, aunque el sudor brillaba en sus frentes y las manos temblaban al empujar la camilla. Valentina corrió junto a ellos, su mente ya trazando el procedimiento: intubación, drenaje torácico, detener la hemorragia. No había espacio para el miedo, no cuando la vida de alguien colgaba de sus manos.

Lo trasladaron al quirófano en menos de un minuto, un récord incluso para San Lázaro. Las luces blancas cegaron a Valentina mientras se ponía los guantes, el látex chasqueando contra su piel. El hombre yacía sobre la mesa, su rostro pálido pero afilado, como tallado en mármol. Cabello negro desordenado, mandíbula tensa, ojos grises entreabiertos que la miraron por un segundo antes de cerrarse. Era guapo, de una manera peligrosa, pero eso no importaba ahora. Lo que importaba era el charco rojo que se extendía bajo él.

"¿Quién es este tipo?" murmuró Sofía mientras preparaba el tubo de drenaje, su voz apenas audible sobre el pitido del monitor.

"No lo sé, y no me importa," respondió Valentina, cortante. "Presión en 80/50, pulso 120. Está en shock. Vamos a abrirlo."

Las manos de Valentina eran firmes, aunque su mente giraba como un torbellino. Cortó la camisa empapada con tijeras quirúrgicas, revelando un torso musculoso cubierto de cicatrices viejas y tinta oscura: un tatuaje de un lobo con colmillos desnudos en el lado derecho del pecho. Pero no había tiempo para estudiarlo. La bala había entrado justo debajo de la clavícula izquierda, probablemente rozando el pulmón. Si no actuaba rápido, se ahogaría en su propia sangre.

"Scalpel," dijo, extendiendo la mano. Sofía lo colocó en su palma, y Valentina hizo la incisión con un movimiento limpio, el metal deslizándose a través de piel y músculo. La sangre brotó como un río, caliente contra sus guantes, y ella maldijo en voz baja. "Succionen aquí. Necesito ver."

El quirófano era un caos controlado: órdenes gritadas, el zumbido de las máquinas, el sonido húmedo de la sangre siendo aspirada. Valentina encontró el daño: un desgarro en el lóbulo superior del pulmón izquierdo, hemorragia interna. "Drenaje torácico, ahora," dijo, mientras sus dedos trabajaban con una precisión casi inhumana. Insertó el tubo, y un chorro de sangre oscura salió disparado, salpicando su bata. El monitor mostró una leve mejoría: presión subiendo, pulso estabilizándose.

"Está aguantando," dijo Sofía, su voz temblorosa pero aliviada.

"No cantes victoria todavía," replicó Valentina, cosiendo el tejido desgarrado con puntos rápidos y firmes. Sus manos no vacilaron, pero su mente era un campo de batalla. ¿Quién era este hombre? ¿Por qué lo habían traído aquí? Los disparos afuera habían cesado, pero el silencio era más inquietante que el ruido.

Pasaron cuarenta minutos que parecieron horas. Cuando terminó, el pecho del hombre estaba cerrado, un tubo sobresaliendo de su lado izquierdo conectado a una bolsa de drenaje. Respiraba, lento pero estable, el monitor marcando un ritmo constante. Valentina se apartó, quitándose los guantes ensangrentados con un movimiento brusco. Su bata estaba salpicada de rojo, sus brazos temblaban de adrenalina reprimida.

"Buen trabajo, doctora," dijo Sofía, ofreciéndole una sonrisa tensa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.