Padres de repuesto

Capítulo 1

El cabello rosado de Emma era lo que más resaltaba en el supermercado; para los presentes, Óscar observaba con atención la lista que Frank le había dado, el misterio del porqué su amigo no estaba en esos momentos con ellos era algo que posiblemente averiguarían una vez que volvieran a la casa.

Roberta y Gerald no estaban muy lejos de ellos, parecían discutir sobre lo que debían de llevar o no, aunque parecía más que nada que se querían golpear en esos momentos.

— Roberta Santa Cruz, entiende de una buena vez – pidió Gerald quien fruncía el ceño y le quitaba la caja de rosquillas que llevaba — ¡No vamos a llevar esto!

— Tu no mandas, Gerald – bufo la Morena – Así que, a callar mijo, que usted va sobrando en esto

— También vivo en la casa – bufo el de cabello negro —Bruja

—De arrimado mijo, porque lo que es Óscar, Frank, Emma y yo somos los que pagamos las cosas – explicó ella con el ceño fruncido

Parecía que la discusión se iba a ir para largo, Emma y Óscar solamente negaban con la cabeza, esos dos siempre se peleaban, si no eran por la escuela, era por temas de la casa.

—¡Bueno ya paren! – exclamo Emma, su grito había asustado a muchos

—Emma tiene razón, deben de parar – suspiro Óscar

Los otros dos querían seguir peleando, pero vieron a varios de sus compañeros cerca del área de licores. Estos notaron a los jóvenes así que se acercaron a ellos con una sonrisa.

—Chicos, fiesta en mi casa hoy en la noche – dijo Santiago quien meneaba unas botellas de vodka en sus manos – Por favor no falten

—Claro que no – comentó alegre Roberta mientras movía su cabello de forma coqueta

—Bueno, los veo allá –

Emma frunció el ceño, Óscar soltó un bufido y Gerald solo negó con la cabeza.

—¿Qué? – cuestiono Roberta

—Podrías darte a desear un poco preciosa – pidió Óscar – Muéstrate respeto a ti misma

—Ay, pero que tiene, si es bonito que te inviten a salir así – dijo ella

—Si, pero tu todos los días te quieres ir de fiesta – aseguró Gerald – Y luego te quejas de que no te pelan

Antes de que pudieran decir algo más, Emma se interpuso.

—Ya basta ustedes dos – pidió la de cabello rosado – Parecen perros y gatos

—Gata – susurro Gerald

Óscar solo miró a otro lado, ¿Por qué siempre se peleaban esos dos? ¡Solo pedía un poco de paz! Y su paz llegó en el instante en que su celular sonó.

¿Bueno? – cuestiono mientras esperaba la respuesta – Frank, ¿Qué está pasando? – cuestiono, su respuesta lo dejo helado – estas bromeando, ¿verdad?, no espera a que lleguemos, no hagas nada malo y vigílalos

Al colgar, noto la mirada de sus amigos.

—Tenemos que apurarnos, Frank está en casa y tiene noticias no muy buenas – comentó Óscar – Hay que apurarnos, maldita sea

—¿Qué ha pasado? – cuestiono Emma preocupada por su amigo

— Desastres – comentó con un suspiro – Hay que apurarnos

La mirada que Óscar les había dado preocupo a todos, eso no era nada bueno, por eso mismo se apuraron hacer las compras, cuando salieron, Óscar en lo único que pensaba era en lo que les esperaba en su casa.

Emma había notado el comportamiento de su hermano y si, le preocupaba ya que Óscar no era de los que dejaba que sus pensamientos le absorbieron como si fueran una esponja. Cuando terminaron de pagar se fueron directo hacía la casa que compartían entre todos, las discusiones entre Gerald y Roberta se hacían cada vez más pesadas y parecía que la paciencia de Óscar comenzaba a verse afectada.

—¡Pueden dejar de discutir! – exclamo cansado de escucharlos – Por una vez en sus puñeteras vidas compórtense

Emma observó como sus amigos se quedaban callados, su hermano era el único que los podía poner en su lugar, al llegar a la enorme casa, sintió demasiados nervios, no sabía porque, pero aún así al entrar a la casa se toparon con una enorme sorpresa.

—¿Son bebés? – cuestiono ella con sorpresa – Debe de ser una bendita broma

—Debe de ser una broma, una mentira – decía Roberta con sorpresa – No puede ser, mijo y esto que significa

—La señora Yolanda me marcó hace rato – suspiro Frank – Me dijo que había visto a dos jóvenes brindarse la barda de la casa y que habían dejado algo en el suelo

—Pues no ha sido un algo, sino unos alguien – señaló Óscar a los bebés – No había nada con ellos, una nota, una carta, un nombre

—Si, una carta – aseguró Frank mientras mostraba la hoja de libreta, mal doblada y un poco arrugada

—¿Qué dice? – cuestiono Gerald

Frank desdoblo la hoja con cuidado, está ya parecía estar rota y lo que menos deseaba era terminar de romperla.

A quien corresponda – comenzó a leer – no nos importa si saben o no nuestros nombres, si nos conocen o no lo hacen, pero les decimos que les hemos dejado al frente de sus casas estos bebés que ni mi novio ni yo deseamos cuidar – decía, aunque parecía afectado en las palabras – nacieron hace dos años los dos varones, la niña hace un año y medio, no tienen nombres, no nos busquen – termino de leer




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