Padres de repuesto

Capítulo 2

A la mañana siguiente, Roberta estaba segura que le explotaría la cabeza, la noche anterior si se había ido de fiesta y no es que se arrepintiera, claro que no, pero es que escuchar los lloriqueos de los bebés a tempranas horas de la mañana era de cierta forma una tortura que estaba sufriendo y eso que los niños no estaban durmiendo con ella, pero era tedioso y horrible.

—¡Arriba!— escucho la voz de Emma, posiblemente desde la sala o de la cocina —¡Vamos, todos arriba!

Un simple y casi imprescindible gemido escapo de sus labios, los gritos de su amiga eran un dolor de cabeza para ella, pero aun así se levantó de la cama, se arregló rápido, agradecía que fuera sábado ya que no deseaba bañarse al menos en ese instante, por eso, cuando bajó pudo ver a su amiga con los tres bebés, Óscar estaba con ella, parecían que le estaban dando de desayunar.

—Hola— saludo con tranquilidad, aunque la cabeza le dolía a horrores

—¿A qué hora llegaste?— cuestiono Óscar mientras la observaba de arriba abajo —Parece que te has tirado a la alberca y de ahí en el jardín, estas hecha un asco

Óscar no mentía, Roberta lucía espantosa, parecía como si se hubiera peleado.

—Augh, cállate— bufo Roberta mientras se sentaba en la mesa —¿Por qué están tan temprano despiertos?

—Porque hay dos bebés despiertos que ya tienen hambre— aseguro Emma con obviedad, como si estuviera ofendida de que su amiga olvidara a esas dulces personitas.

Roberta solo hizo una mueca, odiaba pensar que sus mañanas se volverían así. Al poco tiempo apareció Frank quien cargaba al tercer bebé, lucia tranquilo, parecía haber dormido bien.

—Buenos días— saludo tranquilo, acomodando al bebé en sus brazos —¿Qué tal durmieron?

—Bien/Mal— dijeron Emma, Óscar y Roberta al mismo tiempo

Los cuatro adolescentes observaban a los menores comer, parecían entretenidos jugando las el biberón que cada quien tenía en sus pequeñas manos. Cuando bajó Gerald, este los observó con curiosidad, parecía no haber dormido bien.

—Ya enserio, ¿A qué hora llegaron a la casa?— cuestiono Emma observando a sus amigos

—Yo llegué a las doce— comentó Gerald con tranquilidad mientras se servía una taza de café —No se a que hora llegó tu amiga

—Llegue temprano mijo — comentó segura Roberta, aunque ella misma deseaba iniciar una pelea con él

—Claro, si escuche la puerta abrirse a las seis de la mañana— dijo seguro Gerald

—¡Eso es mentira!— exclamo segura Roberta con el ceño fruncido —No le creas mija

Frank miró a otro lado, pero aún así, suspiró y observó nuevamente a su amiga y compañera.

—Roberta, Gerald tiene razón, yo bajé antes de las seis por un vaso de agua y tu aún no llegabas— señaló Frank, para después agregar.— Solo avisanos cuando estes con uno de tus novios de turno

—¡Ay mijo!— exclamo ofendida

—Bueno si llego tarde o temprano ya no importa, debes de tener en cuanta algo, si llegas tarde solo abstente a que los niños van a llorar y no será nuestra culpa, sino tuya— aseguro Óscar

Roberta no dijo nada. Mientras todos comían, el celular de Emma sonó, seguido de el de Frank quien al ver la notificación sonrió.

—Mamá dice que podemos registrar a los niños, pero que tenemos que llevar a un testigo que haya visto todo y que nos conozca— señaló el castaño

—Papá dice lo mismo, llamaré a la señora Yolanda y al tío Blas— dijo Emma

Las dos llamadas fueron rápidas, Óscar terminó de levantar los platos y los otros dos miraban a los menores. Cuando Emma y Frank aparecieron de nuevo por las escaleras, llevaban una sonrisa en sus rostros.

—Ya está todo, solo debemos de prepararnos— sonrío la pelirosa

—La señora Yolanda nos espera en una hora para ir al registro—

Tenían una hora para prepararse, por eso tenían que apurarse, si bien, Gerald no deseaba hacerse cargo de los menores, tampoco les iba a dar la espalda a sus amigos, podría ser el tío buena onda para los menores, pero solo eso, porque ciertamente; no se veía como un padre, ni ahora, ni en un futuro.

 

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Una hora más tarde, los jóvenes universitarios estaban frente al registro, las dos mujeres llevaban sus mochilas con algunos cambios de ropa para los menores y cosas que sus respectivas madres les habían dicho que podían necesitar, por eso con la señora Yolanda frente a ellos, sonrieron nerviosos.

—Gracias por ayudarnos— agradeció Óscar, su semblante lucía

—No es nada, es injusto lo que estás criaturas han pasado— comentó la mayor

—Tío Blas ya está aquí, dice que entremos— dijo Emma con calma

Los cinco jóvenes conocían como era Blas Robinson, un hombre que no le agradaba que se metieran con su familia y era aún peor si algo malo les pasaba, ahora en el registro todos se observaban.

—¿Cómo vamos hacer esto, tío? — cuestiono Emma mientras tomaba al bebé en brazos

—Primero va a pasar la señora Yolanda y después ustedes — señalo el mayor — Sus padres ya están listos




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