Pain || 3#

CHAPTER 3

~ ALESSA ~

 

Abrí los ojos gracias al sonido de mi alarma, tenía tantas cosas que hacer ese día que de solo pensarlo mi espalda comenzaba a doler. Me levanté a regaña dientes de la cama y abrí las ventanas para recibir un poco de sol, pero llevándome la sorpresa de que había amanecido lloviendo y todo estaba nublado y bastante triste.

 

<<Gracias, ese era el día que quería el día de hoy>> Pensé sarcástica mientras caminaba hasta la ducha, comencé a organizar mi día sabiendo que igual siguiente salía que cambiaba por completos mis planes, no sabía realmente que sería lo de hoy, pero estaba esperando que fuera algo bueno, no quería llevarme una mala sorpresa cuando había tenido una mala semana. Aunque me gustaba pensar que siempre de las malas cosas podrías sacar algo bueno.

 

—Algo bueno, Alessa, algo bueno —Me dije frente al espejo. En mis 36 años pocas veces en la vida había tenido algo lo suficientemente negativo que me llevara a la cama con depresión. Sabía cómo lidiar con esos pensamientos, para eso me había matado estudiando a mis 20, aunque ahora no estaba ejerciendo como tal, sino que estaba trabajando en un grupo de apoyo del gobierno, que no era que pagaran muy bien, tenía otros dos trabajos aparte que me ayudaban a mantenerme a mí y a mi madre—, ¡buenos días madre! —Dije entrando a su habitación con el mejor de los ánimos, me gustaba siempre recibirla de esa forma, quería al menos contagiarla de ese ánimo por las mañanas, odiaba tener que dejarla sola todo el día y más en ese estado, pero mi padre no nos había dejado una gran fortuna y quería que ella tuviera los mejores tratamientos.

 

—Buenos días hija —Dijo ella desde su cama, desde que había sido diagnosticada con cáncer nuevamente hace dos años, la había notado mucho más desanimada y sin fuerza que otras veces, pero no quería presionarla, no podía imaginarme como debía ser estar con aquello, yo la acompañaba y trataba de ayudarla, pero con ella aprendí que, si alguien no quiere ayuda, no podrás hacer nada al respecto—, ¿hoy volverás tarde? —Preguntó mirándome directamente.

 

—Es muy probable, pero intentaré llegar temprano —Quité las sabanas de su cuerpo y la ayude a caminar hasta el baño, donde tuve que supervisar que se duchara bien, la tuve que vestir ya que ella no se estaba sintiendo bien, ayer había tenido una dosis de la quimio y siempre pasaba los siguientes días débil. Ella se había rapado, pero siempre teníamos que quitar lo que no se caía “naturalmente”.

 

Luego de eso la ayude a caminar por el pasillo de nuestro departamento para llevar a la sala para que pudiera ver algo de televisión durante día, estuvo quejándose del dolor que sentía, estábamos a punto de terminar el tratamiento y la última vez que fuimos al hospital, el doctor me dijo que todo iba bastante bien y que lo más importante era terminar el tratamiento para que pudiéramos ver algún resultado positivo.

 

Positividad. ¿Cómo podía pedirle eso a una mujer que había pasado por lo mismo 3 veces en las últimas dos décadas? No podía hacer mucho más que estar a su lado y pagar todo, no teníamos más familia que pudiera ayudarnos ahora, aunque me gustaría que mi hermana al menos estuviera con nosotros. Pero eso era imposible para nosotras, era como pedirle a un mono que cagara helado. Traté de mantenerla conversando mientras prepara nuestra comida y la suya para el día.

 

Aun me quedaba una hora para llegar al trabajo cuando dejé todo listo, dejé un besé en la frente de mi madre cuando me despedí de ella para tomar mi bici e ir a mi primer trabajo. A veces me gustaba imaginar cómo sería mi vida de haber tomado otras decisiones, en todas las opciones me veía con un hombre de ojos claros y viajando por el mundo, pero ahora no tenía tiempo para eso, estar imaginando como podría o no ser mi vida era algo que solo hacía que mi vida real fuera un desastre, sabía que lo era, pero debía mantenerme con la mente en blanco y seguir con mi trabajo. En algún momento todo sería mejor y podría hacer mejores cosas de las que hago ahora.

 

En las primeras horas de mi día, pasaba escuchando a personas que había perdido alguna extremidad y que necesitaban una ayuda como esa, siempre me había gustado escuchar a las personas y más si podía ayudarlas, por eso había estudiado psicología, para ayudar a las personas que tuvieran un problema mental. Lo había visto muchas veces en mi familia, como la mente había sido mucho más fuerte que el cuerpo y terminaron arruinando sus vidas por esos problemas.

 

Sabía que mi realidad no sería la misma siempre, tenía sueños de hacer mucho más con mi vida, por eso siempre me mantenía estudiando y buscando un mejor trabajo, pero ahora no había llegado nada mejor y estar en la tarde como mesera me daba mucho más dinero que lo que hacía por las mañanas, pero dejar de ayudar a las personas era algo que no estaba en mis planes, sabía que, si solo trabajaba por dinero, sería infeliz. Y no podía permitirme sentirme mal, tenía una persona que dependía de que yo me levantara todos los días, así que no, eso no era una opción.

 

Alguna vez en la vida pensé en tirar la toalla, obviamente que sí, cuando apenas comenzaba a ser una adulta, a mi madre la diagnosticaron cuando yo había comenzado mi carrera, en ese momento ella tenía un trabajo que llevaba desde la casa y me ayudaba con los gastos. Pero luego tuvimos que vender nuestra casa y mudarnos a un departamento pequeño para poder pagarlo entre las dos y con el dinero de la casa pagar el tratamiento. Mi madre salió aquella primera vez muy rápido y volvió a trabajar, compramos un auto y estábamos bien, pero justo cuando yo acababa la universidad. En ese momento no estábamos mal ya que yo había comenzado a trabajar en la misma universidad y teníamos unos ahorros, pero no fueron suficientes, tuvimos que vender el auto y el trasladarla al hospital siempre era una odisea.




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