Pain || 3#

CHAPTER 7

~ NARRADOR ~

 

Aunque al principio le había sido complicado hablar con Nicolás, Alessa sabía que en algún momento el hombre tendría que ceder y podrían tener una conversación como dos adultos. A pesar de que al principio el hombre no dejaba de gritarle o decirle cosas repetitivas, después de casi dos meses de verse todos los días, el hombre había comenzado a acostumbrarse a la compañía de la mujer, por lo que Alessa había decidido tomar un poco de acción para que el hombre pudiera salir de su habitación.

 

—¿Usted cree que es necesario hacer eso? —preguntó Santino ante las pequeñas exigencias de la rubia para que su hermano tuviera un poco de movilidad por la casa—. Se va a enojar muchísimo...

 

—De eso no tengo duda, pero el enojo no durará más de un par de días cuando él se dé cuenta de que tendrá mucha más libertad… —explicó Alessa tranquilamente. Loretta ya sabía un poco del plan y, aunque había estado en desacuerdo al principio, después de que se le explicara para qué era todo, entendió que debía hacer eso y muchas otras cosas que seguramente no le iban a gustar a Nicolás. El hombre había perdido por completo la autoridad para negarse o mandar en la casa, sobre todo después de haberse quedado en la cama todo ese tiempo—. Si él no se levanta, entonces tendrá muchos más problemas de los que tiene ahora, señor Rinaldi…

 

—Llámame Santino, por favor. Siento que vamos a vernos por mucho más tiempo del que creemos —dijo el hombre sin entender por qué había dicho eso, pero tenía razón: si Nicolás no se movía de la cama pronto, entonces tendrían que seguirse viendo por mucho más tiempo—. Entonces buscaré a las personas que puedan hacer ese cambio en la habitación de Nicolás, pero quisiera que mi hermano saliera antes… ¿Puede hacer algo para que él no esté en la habitación en ese momento?

 

—No es como si yo fuera del agrado aún de su hermano, pero intentaré hacer algo —Alessa se sentía un poco más tranquila de que la familia del hombre había aceptado sus cambios. Esperaba que el día de mañana fuera un poco más tranquilo y que el hombre aceptara por fin dejar la habitación, eso le ayudaría un montón.

 

A la mañana siguiente, la mujer llegó como siempre, en su bicicleta hasta la puerta de la casa, donde Loretta le había pedido que solo entrara, ella le tenía confianza a la mujer, así que ella apenas había comenzado a hacerlo. Lo que no previno la mujer es que Nicolás estaba mirándola por la ventana, él no sabía que la mujer llegaba en una bicicleta de color amarillo. Cuando entró a la habitación del hombre, lo encontró en la silla de ruedas, tenía el cabello húmedo y se había recortado la barba.

 

—Buenos días —dijo la mujer sorprendida por lo que sus ojos estaban viendo, nadie había tenido que obligarlo y eso le gustaba a la mujer.

 

—¿No tienes un auto o por qué vienes en una bicicleta? —La pregunta la tomó por sorpresa, ya que no esperaba eso. Era la primera vez que ambos tocaban algo personal del otro. Siempre las conversaciones se centraban en cosas banales o en los gritos del hombre. La mujer ladeó la cabeza, era el momento perfecto para sacarlo de aquella habitación de una vez.

 

—No, no tengo un auto, desde hace algunos años manejo esa bicicleta —Ella se sentó en la cama del hombre frente a él. Le había tomado por sorpresa el cambio que había tenido en su rostro y ahora no solo veía a un hombre de malos sentimientos que estaba deprimido y a quien se veía obligada a ayudar, sino que era alguien atractivo. Le sonrió y él a ella—. ¿Tiene algo de malo mi bicicleta?


—Es fea… Tiene un color escandaloso… Es como tú —Aquello hizo reír a la mujer. Aunque había sido una especie de insulto, ella no lo tomó así. Entendía que Nicolás se sentía irritado y no quería imaginar cómo se sentiría cuando regresaran a la habitación y se diera cuenta de los cambios que habían hecho—. No le veo el chiste…

 

—Tú no, pero yo sí… —Alessa se levantó de la cama para colocarse detrás del hombre y ver por la ventana. Tenía una bonita vista, pero ella quería llevarlo a la parte trasera de la casa. Había visto en un par de ocasiones que la madre del hombre tenía un par de huertos y eso podría ayudarle—. Tú y yo vamos a salir de esta habitación… —No le preguntó, simplemente tomó las agarraderas de la silla de ruedas, lo que hizo que Nicolás se sintiera estresado.

 

—No quiero salir —Repitió varias veces y cuando llegaron a la puerta, él se agarró con fuerza del marco, haciendo que ambos se detuvieran—. No quiero salir, por favor…

 

—Solo vamos al jardín. Te ayudaría bastante un poco de aire fresco y un lugar diferente para estar… —Dijo ella bastante tranquila.

 

—Si quieres aire fresco, entonces abre las ventanas —Atajó el hombre sin soltarse. Tenía miedo por alguna razón y no quería estar en otro lugar que no fuera esa alcoba. Había sido su hogar durante los últimos meses, así que no quería estar en otro lugar que no fuera ese. Alessa suspiró y alejó la silla de ruedas a un lado para pararse frente a él y mirar su rostro.




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