Pain || 3#

CHAPTER 10

~ NARRADOR ~

 

—Sigue mejor, yo lo curé en tu casa antes de irme. Solo tengo que seguir cambiando los vendajes —Alessa había llegado a su casa la noche anterior en un taxi. Después de hacer que su madre se acostara, logró irse a la cama y estuvo llorando por un par de horas, aunque nunca lo admitiría en voz alta. Se sentía lastimada por lo que había dicho Nicolás y todo lo que lo llevó a hacer lo que hizo. Peor aún, no sabía cómo enfrentarlo.

 

—Quiero pedirte disculpas por lo de ayer. No tengo justificación por lo que hice, así que no sé qué decir para que me perdones. Nunca fue mi intención lastimarte. Creo que no había entendido que mi comportamiento hacía que mi familia se sintiera lastimada —él miró hacia el frente, cosa que ayudó a Alessa a no pensar en que quería besarlo con muchas ganas—. Sé que sacar todo de mi habitación y cambiar un poco el color de todo fue tu idea y ahora entiendo tu intención...

 

—Quería que te sintieras en un lugar cómodo y no en un hospital, todo blanco. Además, sacar todo te ayudará a que puedas tener un poco más de movilidad por la casa. Espero que entiendas que es algo que tenías que hacer —Alessa no sabía si quería verlo después de cómo la hizo sentir, pero ambos estaban muriéndose por dentro por seguir haciéndolo. No había nada de malo en que estuvieran ayudándose el uno al otro—. Espero que sigas con ese cambio —se levantó, queriendo dar por finalizada la plática. Se encontraba cansada y quería dormir lo más pronto posible. Pero Nicolás no le permitió irse. Tomó su mano, era la primera vez que se tocaban y ella no le gustaba sentirse de esa forma. Tan atraída por él.

 

—Quiero que seas tú quien me acompañes. Quiero que sigas trabajando conmigo. Me costará mucho y tendré días donde no quiera verte, pero solo será una mentira. Si quiero seguir haciéndolo, tú me llevaste a sacarme de la casa —él seguía tomando su mano y no se sentía incómodo al respecto. Le gustaba sostener la delicada mano de la mujer. Además, se había dado cuenta de que la ponía algo nerviosa gracias a eso—. No puedes abandonarme justo cuando subí dos pisos de escaleras por ti.

 

—Los dos pisos de escaleras espero que hayan sido tu castigo por las cosas que hiciste —ella le soltó la mano, pero no pudo evitar soltar una sonrisa—. Te perdonaré, pero quiero que sigamos siendo los mismos. Es un gran avance, pero aún te queda camino por recorrer —ella sabía que había dado saltos en todo lo que tenía que hacer, pero era algo que le agradaba, aunque también le asustaba el no saber cuánto tiempo de trabajo le quedaba.

 

—Y quiero ofrecerte algo más. — Él se levantó de los escalones, lento, pero bastante seguro. —Voy a necesitar algo más que una psicóloga. Sé que tienes experiencia para que yo vuelva a tener fuerza en mi cuerpo. — Él no tenía un contrato aún, pero sabía que podría redactarlo como muchos otros que había tenido. —Sé que perdiste tu otro trabajo y quiero que tengas la oportunidad de trabajar esas horas...

 

—Quieres que sea tu enfermera, tu acompañante, tu psicóloga... — Ella no estaba de acuerdo con trabajar con los Rinaldi. Cuando ya no la necesitaran, tendría que pasar por mucho buscando algo mejor. — Tendría que pensarlo, Nicolás. Yo no quiero dedicarme solo a ti todo el día...

 

—Créeme que cuando ya no estés trabajando conmigo, te ayudaremos a conseguir un mejor trabajo. Te lo aseguro. Sabes que tenemos influencias... — Aquello no había hecho nada para convencerla. Se sentía que estaría dependiendo mucho de ellos y era todo lo contrario a lo que estaba buscando. —Confía en mí, así como yo confié en ti. Permíteme ayudarte, así como tú lo has estado haciendo por mí. — Nicolás había hecho unos ojitos que la hicieron reír.

 

—Más te vale que sea un sueldo increíble, porque si ya antes me costaba soportarte por el salario que tenía, ahora todo el día tendrá que ser mucho mejor. — La mujer sonrió y Nicolás sintió mucha paz al escuchar la broma de la mujer. Ambos volvieron a entrar a la casa para que los Rinaldi se despidieran de la madre de la mujer.

 

—Fue un placer haberla conocido, señora Caruso. — Nicolás se había acercado a la mujer para despedirse. —Espero que podamos vernos pronto otra vez. Me divertí con sus historias...

 

—¿Historias? ¿Qué historias? — Preguntó Alessa un poco asustada por lo que pudiera contarle su madre a los Rinaldi.

 

—Algunas bastante interesantes —bromeó el hombre con una sonrisa radiante. Ella nunca lo había visto así y le gustaba muchísimo—. Nos tenemos que ir… Hasta pronto, señoritas. —Aunque esa versión de Nicolás le gustaba, el hecho de que tuviera información suya era peligroso, al menos para Alessa, quien era demasiado reservada y había pasado un par de años bastante solitaria.

 

Finalmente, ambos se retiraron. Aunque no le agradaba la idea de que hubieran estado en su casa sin su permiso, le gustaba que su madre hubiera tenido un día diferente. Ahora se le veía más relajada, eso era lo que esperaba de la vida la mujer: hablar con alguien más, pasar tiempo con alguien más.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.