—Déjame en paz. — Pronuncie entre dientes, soltándome de su agarre.
— ¡¿Qué mierda es lo que te pasa?!. — Entonó con voz fría, a punto de estallar. — ¡¿Cual es tu maldito problema?!
— ¡TÚ ERES MI MALDITO PROBLEMA!. — Y está vez, fui yo la que estalle. Articuló una risa amarga que llenó mis canales auditivos, apartando su mirada a algún punto.
—No me vengas con esas mierdas ahora. — Refuto aún con la mandíbula tensa — Tú y yo...
—¡Ya no existe!, ¡¿No lo entiendes?!. — Exclamé frustrada
—¡¿Cómo entenderte?! — Gritó con ira — ¡Hace tan sólo veinticuatro horas, estábamos haciendo el amor!, y ahora... — Su voz se quebró, y me observo con un atisbo de dolor, que no logró ocultar— Ahora sólo quieres alejarme... ¿Por qué haces esto?
—¡TE ESTOY PROTEGIENDO! —Confesé, sintiendo lágrimas traicioneras que rodaban por mis mejillas
—¡Y UNA MIERDA JULS!.
Cuando quieres a una persona, eso es lo que haces ¿No?
¿Protegerla?
Aunque sabes que has perdido la razón, y la realidad duele mas que palabras violentas y amenazas vacías.
— ¡Quiero confiar en ti! — Complementó con desdén — Yo confío en ti...
— ¡Pues, no deberías! — Afirme con voz entrecortada.
Me observo como si lo que dijera no tuviera sentido, como si no lograra entender los mensajes subliminales que le enviaba con cada palabra. Este era el principio de la tormenta que se avecinaba cada vez mas, y me rehúso a ser testigo de su dolor, el dolor que yo misma estoy provocando y que ahora mismo está tomando forma.
Ese sentimiento que me encanta ver en las personas, pero... No en el.
Y entonces el silencio reinó, un silencio tan incómodo como doloroso, junto con la oscuridad, aquel lugar se había tornado tenebrosos, con tan solo destellos de la tenue y opaca luz de la luna, que se colaba por las delgadas cortinas. Asumí que nuestra conversación estaba terminada, así como nuestra relación. Giré sobre mis talones y me dirigí a la puerta, mis manos tocaron la fría y metálica manilla, pero su voz volvió a retumbar sobre aquella soledad.
—Me abrí a ti, conoces mis secretos mas oscuros — Soltó en un murmullo débil y melancólico, mi vista no era clara, pero sabía que estaba hecho un desastre — Intentas ocultar tus sentimientos, pero se te ha olvidado que los ojos hablan, y se que no eres...
—Te equivocas. —Lo interrumpí con voz fría y neutra, lo observe desde mi hombro, aun de espaldas. — Yo no soy la buena. — Afirme con indiferencia, me arrepentiría de esto, pero ya no había vuelta atrás — Yo seré tu perdición.
Dicho esto salí de aquella habitación, con el alma hecha trocitos, y dejé atrás el lugar donde habían muchos más recuerdos de los que podría contar, conmigo me lleve los pedazos de un amor que nos consumiría a ambos, pero que era más fuerte que cualquier otro sentimiento reprimido.
Lo siento Asher.
Si quieres amor, tendrás que pasar por el dolor.
Editado: 08.02.2021