El ser diferente a los demás siempre me atormentó. Las niñas huyen al ver un gato muerto en el asfalto, yo lo contempló.
Siempre he sido consciente de que cada uno de nosotros es único, pero desearía encontrar a alguien tan único como yo.
Mi madre es sentimental, desearía tener su corazón. Lleno de calidez y empatia que desborda su alma. Desearía ser ella, sentirme humana, sentirme buena.
Las emociones son tan fáciles de comprender y tan difíciles también, o comprendes tus emociones y la de los demás, o simplemente las desconoces. No entiendo.
Veo a la mi familia llorar por un familiar, pero no comprendo. Me acercó al ataud y veo no a un familiar, sino el recuerdo vago de haber interactuado con esa persona, y si no hay nada que recordar, no hay nada que decir.
Mis lágrimas se fueron hace años y lo único que me queda es el aire que sale de mis córneas al no haber rastro de agua. Como una sequía, como el desierto mismo.
¿En que momento me volví tan insensible? ¿En que momento me volví tan fría? ¿En que momento fue que descubrí la atrocidad humana? ¿A los 6, a los 7?
Mi memoria desaparece por el esfuerzo del recordar y el simple hecho del obtener resultado me aterra, me avergüenza, me enferma.
¿Soy así por que quise, o soy así por el simple hecho de haber sido curiosa?
Ojalá mi mente encuentre redención, para que algún día, deje de decir con normalidad:
«La gente muere, y eso ya es completamente normal»
«Asesinaron a 5, muy pocos.»
«Mataron a un criminal, bien hecho.»
«¿Una pelea? Me encantaría verla.»
Por más madura que me vuelva con el tiempo, los recuerdos no se irán, la curiosidad nunca mató al gato, sino a la inocencia y a la mente.
La mente de aquella niña que alguna vez deseó ser forense.