Capitulo 6
MIGUEL
Miguel se levantó del sofa. Tenso. Dirigiéndose a la ventana. Frenando a tan solo un metro de esta, creyendo poco aconsejable asomarse.
Nervioso, comenzó a deambular por el cuarto sin rumbo definido.
Necesitaba salir de ese piso ya.
48 horas llevaba ya sin salir del piso franco. Y aun no sabia cuanto mas habria de esperar para poder salir.
Necesitaba salir de allí.
De ese piso.
De Valencia.
Lejos. A otro sitio donde pudiera adormecer su conciencia mas facilmente. Algo que alli metido se le antojaba imposible.
La noche habia sido larga. El ruido provocado por las turbas en su afan por devorar lo que quedaba de civilización le impidió conciliar el sueño cuando su conciencia ya no podía mantenerlo despierto.
Estaba agotado.
La razón de su ultimo desvelo fueron los gritos que escuchó sobre las nueve de la mañana. Abajo, en la calle.
El piso franco que Hans le consiguió para desaparecer tras los atentados de Colon, estaba en la calle Troya. A pocos metros de la avenida San Vicente Martir.
Los gritos venían de abajo. De enfrente.
En el umbral de una antigua tienda de compraventa de objetos varios de segunda mano una madre arrodillada sostenia a un niño de apenas dos años, en cuyo rostro la muerte habia dejado clara su firma.
Miguel, para acallar su conciencia, se decía a sí mismo que en el Nuevo Orden no había sitio para todos. Se decía que no tuvo alternativa. Que el solo se limitó a pagar el precio que puso Hans por lo que había hecho por su familia.
Viendo el asunto desde otra perspectiva, la idea de elegir entre unos u otros acallaba a medias su conciencia, justificando ese silencio por el deber cumplido.
Para Miguel fue fácil decidirse en su momento. Analizado con frialdad, el asunto se resumía entre escoger entre su hija o los de los demás.
Miguel se dejó caer sobre el sofá de dos plazas que había a un metro escaso de la ventana. Sacó su cartera. Observando la foto de la pequeña Laura. La sola idea perderla le sacudía el alma.
Hans regaló a su hija moribunda el don de la vida con la medicina milagrosa que disponía el Nuevo Orden.
El a cambio habría de segar las vidas de otros como pago.
Sencillo de entender. Algo más difícil de asumir.
De modo obsesivo miraba el movil. Como si con ello pudiera acelerar el tiempo. O recibir antes el mensaje que esperaba de Hans. Las nuevas instrucciones para escapar de Valencia. .
Marchó hacia la cocina con las manos tapandose los oidos, a modo de cuenco. No podia soportar mas los gritos de la mujer.
Se sentó en la silla de la cocina, apoyando los codos en la mesa de cristal marron donde habia comido algo pocas horas antes, masajeando compulsivamente sus sienes. Intentando elaborar un plan alternativo para salir de ahi.
Después de todo, quizás el no era más que un cabo suelto en la trama de Hans. Una cabeza de turco que habría de cargar con las culpas si el asunto se torcía. Pensaba.
No era descabellado, por tanto, pensar en un plan B. Salvo que no conseguiría recuperar a los suyos en ese supuesto plan B.
Al poco sintió aliviado la vibración del telefono en el bolsillo. Dando un respingo se incorporo de la silla.
Llamada entrante.
La voz de Hans al otro lado.
-Hola Miguel. - El electricista reconvertido en terrorista no pudo evitar sentir un escalofrío en su columna al oir la voz de aquel tipo.- ¿Alguna novedad?
-No señor. No he salido de este agujero en dos días. Como usted ordenó - No daba crédito a sus oídos. Después del destrozo que había ocasionado en Valencia, no sabia qué tipo de novedades esperaría escuchar el coronel Hans.
Pero habría de morderse la lengua y guardar las formas. Aquel tipo al otro lado del teléfono podría adivinar lo que estaba pensando simplemente evaluando su forma de hablar, o esa al menos era la impresión que a él le daba. Y de ser así, si no cuidaba los detalles, emitiría señales poco favorecedoras para el en un futuro cercano. O para su familia, que, después de todo, era lo único que le importaba ya.
-Entiendo. Tranquilízate, Miguel. Todo va según lo previsto. Solo hay que pulir algún que otro detalle. Pero nada que escape a nuestro control.
- ¿Algún detalle? No entiendo.
Al otro lado de la línea, Hans hizo una breve pausa que a Miguel se le antojó una eternidad.
-Si.Bueno. El plan se va desarrollando según lo previsto, salvo por un detalle, digamos importante, pero no determinante.
A Miguel, aquello le olía a cuerno quemado. Apostaba en su mente que aquel detalle, fuera lo que fuese, sería más que importante, y además no sabía muy bien porque, pero se imaginaba que acabaría envuelto en su resolución..
Porque Hans no descubriría un fallo en sus propósitos ante nadie, a menos que ese alguien le fuera necesario para poder reconducir la situación.
Lástima que no se admitíeran apuestas. Se hubiera llevado el premio gordo.
-¿Un detalle? ¿Qué detalle? -”No preguntes.” le dijo una vocecita en su mente.
-Digamos que la vacuna que teníamos preparada para protegernos y frenar el virus, no es tan eficaz como esperábamos.
Si a Miguel en ese momento le hubieran arrogado un bidón de agua helada no se habría quedado tan frío como quedó al oir aquello.
-¿Cómo? ¿Qué? -No podía creer aquello. Estaba vendido. Casi por inercia dio dos pasos hasta la mesa donde descansaba la mochila con las cuatro dosis de antídoto en su interior, mientras un sudor frío resbalaba por su frente.- ¿Y ahora que?
-Tranquilo Miguel. Te he dicho que sólo es un detalle que hemos de pulir.
-¿Pulir, como pulir?
-Si. Tu trabajo aún no ha acabado. Tienes que encontrar a un tipo. Salir de Valencia, y encontrarle. Despues recibirás más instrucciones. Te he mandado por correo las directrices a seguir. Como quien es el tipo. Datos personales. Descripción. Posible ubicación y demás. Sigue el resto de instrucciones al pie de la letra y podrás salir sin demasiados problemas de la ciudad.