Papá de imprevisto

Capítulo 10 La sorpresa

El silencio de la noche en casa era engañoso. Sebastián aún sentía el eco de las palabras del padre de Clara resonando en su cráneoy por alguna razón esto le molestaba.

No quería que fuese tomado por un hombre que no era capz de mantener y sostener a su familia. entonces se dio cuenta de que estaba pensando en "ser un hombre de familia", cuando esa no era ni su familia ni su dimensión.

Sacudió la cabeza a modo de fastidio; pero las palabras siguieron atormentándolo.

—Ese muchacho no sabe lo que es el esfuerzo. Esos brazos jamás han cargado una bolsa de supermercado, y su cara dice “crema hidratante” más que “papá responsable”.

Clara, en cambio, se había puesto de pie como una leona. Una meujer así no se dejaba por nada del mundo. Ahí estaba otra vez, pensando como si esa fuese su vida real: "tengo que salir de este manicomio". Cerró los ojos y escuchó a su peleonera defendiéndolo.

—Papá, basta. Sebastián ha estado aprendiendo, y lo está haciendo bien. Los niños lo adoran. Yo… yo también estoy orgullosa de él.

Esa frase le había perforado el pecho como una saeta. Clara. Orgullosa de él. De hecho ahora que lo pensaba, nunca había escuchada a alguen decir eso de él, ni siquiera su propia madre con quien hacía años que había perdido contacto..., aunque eso fue en su dimensión. ¿Será que aun estaban en contacto? Bueno no importaba much, lo único que si le importaba era...Clara. ahora estaba empezando a sentir cosas por ella.

Y ahí estaba ahora, en la cocina, lavando platos que no recordaba haber ensuciado. Sebastián jamás pensó que meter la mano en una mezcla de grasa, agua tibia y restos de cereal pudiera sentirse como una medalla de redención.

—¿Piensas frotar ese plato o lo vas a hipnotizar hasta que se limpie solo? —dijo Anita, entrando como un fantasma con sarcasmo.

—Estaba... reflexionando. — le dijo en tono bajo y meditabundo.

—Wow. ¿Sabías que eso causa arrugas? — le preguntó con cara de disgusto.

—¿Viniste a atormentarme o necesitas algo? — le preguntó él cambiando un poco su cara por una más animada.

— Solo quería saber si por fin hiciste algo para mamá.

— Aun no se me ocurre nada.

— Pues aquí te traigo una ayuda...

Sacó una hoja con algo escrito y a medida que Sebasián leía parecía volverse loco; pero en cuanto leyó sonrió un poco para sí mismo. Le había gustado las ideas. "Esto seguro le encantará a Clara". Susupiró en silencio aunque Anita logró verle la cara.

— ¿Estás bien? — le preguntó arrugando el entrecejo.

— No, claro que no. — fingió estar mortificado. — Mira la tontera que has orquestrado, me pregunto cuando será suficiente.

Allí se quedó ahí fingiendo estar molesto con la lista cuando en realidad sentía nervios al saber que a Clara le gustarían.

Al día siguiente, a las 6:03 de la mañana, Sebastián estaba en la cocina con la lista escrita por Sofía (con crayón rosa y corazones).

PLAN CUMPLE-MÁGICO DE MAMÁ

  1. Desayuno en cama
  2. Globos (rosas, no feos)
  3. Carta con palabras bonitas
  4. Algo que brille (literal)
  5. Una sorpresa secreta que haga llorar (de felicidad, NO de tristeza)

—¿Y si le compongo una canción? —sugirió Sebastián.

—Solo si no la cantas —dijo Mateo, tapándose los oídos por anticipado.

El caos empezó cuando Sofía intentó derretir brillantina para hacer “una joya mágica”, y terminó con un sartén arruinado y el detector de humo activado.

A las 8:00 a. m., el desayuno estaba listo (más o menos), los niños estaban limpios (más o menos), y el regalo estaba envuelto (más o menos… con cinta aislante porque no encontraron otra cosa).

Sebastián subió con una bandeja que contenía: panqueques en forma de corazón, fresas, café y una rosa artificial que Sofía encontró debajo del sofá.

Abrió la puerta con cuidado.

Clara dormía envuelta entre las sábanas, el cabello suelto sobre la almohada.

Por un segundo, Sebastián se quedó mirándola. Había algo en esa quietud, en su expresión relajada... si en efecto se estaba enamorando cada vez más.

No era como las mujeres de su antiguo mundo. No había retoques ni poses. Solo era ella, natural y sin maquillaje.

—¿Te vas a quedar ahí como un acosador romántico o vas a despertarla? —susurró Anita detrás de él.

—¡Ay, por favor! —susurró Sebastián, casi tirando la bandeja del susto.

Clara se despertó al olor del café, abrió los ojos con lentitud y parpadeó como si no entendiera qué estaba pasando.

—¿Qué…?

—Feliz cumpleaños —dijeron los tres niños al unísono, entrando con un cartel mal dibujado que decía “Eres la mejor mamá del sistema solar y del WiFi”.

Clara sonrió. Lloró. Se rió mientras lloraba. Y luego miró a Sebastián.

—¿Tú organizaste esto?

—Con ayuda de mis secuaces —dijo él, señalando al escuadrón de caos.

—Es… hermoso.

Ella se incorporó y le tomó la mano.

—¡Ay amor gracias. ¡Qué lindos son! — una lágrima de felicidad corrió por su mejilla.

Sebastián la miró. Quiso decir algo. Quería decir algo. Quizás decirle al fin te amo.

Pero no dijo nada.

Solo sonrió.

Esa noche, cuando los niños dormían y Clara se recogía el cabello en la cocina, Sebastián le llevó una pequeña caja.

—¿Más regalos? —dijo ella, riendo.

—Es algo que encontré —dijo él, nervioso.

Ella abrió la caja y encontró un dije de estrella hecho con arcilla mal cocida y brillantina chorreada. Horrendo. Increíblemente tierno.

—Dijo Sofía que querías algo que brillara de verdad.

Clara lo miró con los ojos vidriosos.

—Es horrible.

—Lo sé.

—Me encanta.

Y lo abrazó.

Entonces no pudo resistirse, la besó. Primero se perdió en sus ojos, luego tomó su rostro en sus manos y la besó dejándose llevar por lo que sentía.




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