Capítulo 5: Decisiones.

Ginger se quedó atónita, no podía creer lo que había escuchado.

- ¿Qué? – preguntó perpleja.

“Tal vez escuche mal” esa frase se repetía en su cabeza, sacando lo que habían pronunciado los labios de su querido padre.

- ¿Podrías repetir lo que dijiste, por favor? —. Volvió a preguntar ante la falta de respuesta de él.

- Que tienes que casarte, Ginger.

Ginger parpadeó los ojos repetidas veces, su boca estaba levemente abierta y no sabía qué hacer o qué decir. Esta podría ser una sugerencia cualquiera en la que podía negarse, pero no lo sentía así.

La postura erguida que había tomado su padre, la manera en que su pecho subía y bajaba mientras respiraba, la intensidad de su mirada. Él no estaba jugando. Él lo decía en serio. Él quería que Ginger se casara.

Pero nuestra chica no quería tomar ese paso, ella no se sentía lista para aquello, no sentía que pudiera aceptar que alguien la ame de esa manera. Ella no creía que alguien pudiera siquiera hacerlo. Ella no creía poder amar a alguien de esa manera.

Las palabras de su padre “Tienes que casarte” le parecían irreales. Podría ser algo normal para cualquiera, pero para ella esto le causaba un conflicto interno.

- ¿Casarme? – preguntó nerviosa.

- Sí, casarte, Ginger.

- ¿Con quién?

Su padre la miraba con atención, al parecer esa pregunta lo confundía.

- Con quien tú quieras.

- ¿Estás consciente de que no soy buena para relacionarme con las demás personas?

- Ginger, tienes una empresa, no me digas que no te relacionaste con personas para llegar a dónde estás.

- Bueno…sí, pero nada extremo. Nada personal, papá.

Don Alfonso apretó los puños sobre la mesa, lo ayudaba a pensar.

- Tendrás que conocer gente, yo podría ayudarte en eso. Algunos de los hijos de mis amigos en Golf son solteros. Podría concretar una cita y tú… - Ginger lo interrumpió.

Ella no quería eso.

Ella no quería conocer personas.

Ella no quería personas nuevas.

Ella no quería amar a nadie.

Ella no quería casarse.

Lo que ella quería era recuperar a la persona que conocía desde que nació, recuperar la alegría de su padre y su amigo Andrés, quería recuperarse a sí misma. Quería lo de antes, su felicidad de antes que le fue arrebatada cruelmente por la muerte.

- Papá —dijo con firmeza—. No quiero casarme.

Su padre la observó perplejo, abriendo y cerrando la boca, tratando de pronunciar alguna palabra con sus labios sin éxito.

Ginger espera expectante que su padre aceptara lo que había dicho, pero no fue así. En un breve instante, Don Alfonso perdió la compostura y se levantó tan rápido y fuerte que la silla se volcó hacia atrás.

Ginger se asustó al escuchar el estruendo de la silla contra la cerámica y lo observó con una mezcla de confusión, susto y asombro.

Don Alfonso se acercó a ella y se inclinó hasta que sus ojos quedaron al nivel de los de su hija y dijo:

- Esto no es un tema a discutir. Tienes que casarte.

- ¡Pero papá! — gritó Ginger, estaba demasiado aterrada por el comportamiento de su padre.

Él tomó un tono sombrío en su semblante, como si Ginger al negarse hubiese cometido el más nefasto crimen.

- Esto nunca había pasado, este no era él. - pensó Ginger.

- Concretaré las citas para mañana, trata de despejar tu agenda —dijo incorporándose.

Ginger no pudo evitar verlo con rabia, se estaba sintiendo impotente.

- No lo haré —dijo seria—. No iré a ninguna cita.

-¡Ginger! – gritó su padre de forma inútil.

- Porque no voy a casarme —dijo con firmeza.

Se levantó de su silla quedando frente a su padre.

- Lo siento mucho, papá, pero no he trabajado tanto para que decidan por mí. Sé que te preocupas, pero no estoy llevando una mala vida. No voy a casarme y peor con cualquier tipo.

Trató de no perder la compostura, pero creyó necesario decirlo.

- Es mi vida y yo veré qué hacer con ella. Ya estoy bastante grandecita para tomar mis propias decisiones. No voy a casarme, esa es la decisión que tome y espero que la respetes.

Al terminar, salió del sitio donde se encontraba, dejando atrás a su padre, que se veía apesadumbrado.