Para comerte a besos

2 | ¡Tú no eres mi marido!

La celda de la cárcel de Belle Reve no era precisamente la suite presidencial de un hotel de lujo, ni siquiera un cuartito de servicio en un restaurante de alta cocina, o su primer apartamento oloroso a brujería y muñecos de vudú que tuvo en Nueva Orleans.

La celda olía a desinfectante barato y a desesperación rancia. Eleanor, con su vestido de diseño y sus tacones embarrados, se sentó en el catre de metal, frotándose las muñecas enrojecidas por las esposas. ¡Will! El descarado, el manipulador, el... ¡el constructor de barcos del pantano que le jodió su regreso!

El Sheriff Patterson, aún con el rostro serio, apareció ante los barrotes pocos minutos después. No era la primera vez que Ellie estaba en la cárcel. Era frecuente cuando tenía dieciséis y le gustaba meterse en problemas con William.

—Lo siento, Ellie. Sabes que no me gusta hacer esto, pero el vandalismo, el manejo del tractor, la invasión de propiedad... son cargos serios, cariño —dijo serio—. Y Will... él insiste.

—¡Es una farsa, Sheriff! ¡Teníamos once años! ¡Y la llave de esa casa siempre estuvo ahí! —exclamó Eleanor, poniéndose de pie.

—Puede ser, pero Will ha dejado claro que no quiere que estés en su propiedad sin su permiso —respondió el sheriff, un resquicio de vieja familiaridad en sus ojos—. Y sobre el tractor... el señor Dubois perdió mucho dinero por eso.

Eleanor se mordió el labio. Sabía que Will lo estaba haciendo a propósito. La estaba acorralando. La invitó a la casa para llamar a la policía, y dijo lo del tractor, que fue un pacto de saliva, para molestarla. No soportaba que ella hizo algo con su vida y no se quedó siendo la esposa del quarterback que se truncó la carrera después de ese accidente. Ella quería ser mucho más, y eso era lo que le ponía las bolas azules a William. Ella no se quedó en el lugar donde fue la loca Ellie. Ella siempre ser Eleonor Wisker.

—¿No hay nada que pueda hacer? ¿Una fianza? ¿Un acuerdo?

El sheriff se encogió de hombros, con un suspiro.

—Normalmente, sí, pero Will ha puesto ciertas condiciones para retirar los cargos. Dice que quiere que "reflexiones" sobre tus acciones y "reconozcas" ciertas verdades del pasado —dijo suspirando—. Y, francamente, Ellie, siendo un asunto familiar, no puedo inmiscuirme más allá. Además, Jed LeBlanc, el notario, está de acuerdo con Will. Dice que es la única forma de que se aclare su situación matrimonial sin que llegue al juez.

El sheriff se rascó el bigote.

—Nuestro sheriff esta de pesca, cariño. No le arruines las vacaciones. El pobre hombre esta tan blanco como mis nalgas.

Eleanor hizo una mueca por la revelación y sintió un nudo en el estómago. Sí, Will era su hermano por parte de madre, un hecho que a la gente de Nueva Orleans no le preocupaba. Era Will Harding, el hijo del bayou, mientras que ella era Eleanor Wisker, la chef de alta cocina, pero en Belle Reve, eso sí importaba, excepto ella y su cambio de apellido, o las mentiras que le dijo a Arthur para borrar esa parte de su vida. Ya no quería más ser una Stonehave, ni ser de Belle Reve. Quería ser más que eso.

—¿Cuáles son las condiciones? —indagó, con la voz llena de veneno—. Espero que no sea que cocine para él.

El sheriff miró hacia un lado, como si le incomodara decirlo.

—Dice que para que retire la denuncia y acepte hablar de los papeles de divorcio, tienes que pasar... uhm... una noche en el calabozo. Para "meditar", y luego, debe hacer un trabajo comunitario por el pueblo. Bajo su supervisión, claro.

Eleanor parpadeó. ¿Una noche en el calabozo? ¿Trabajo comunitario? ¡Faltaban dos semanas para su boda!

—¡Eso es absurdo! ¡No puedo hacer eso!

—Lo siento, Ellie, son sus términos, y créame, es mejor que un cargo formal. Si eso llega a un juez, podría ser mucho peor, y no querrá que eso aparezca en sus antecedentes. Podría afectar su... su negocio en la ciudad —dijo—. SU madre nos ha dicho a todos lo buena chef que eres, cuanto has progresado, lo bien que te va. No lo arruines por culpa de un malentendido. Discúlpate con Will.

La sangre de Ellie llegó a sus mejillas.

—¡Será él quien me pida perdón antes de que salga de aquí!

El sheriff le dio una mirada de disculpa antes de marcharse, dejándola sola con su furia.Un rato después, el sonido de unas botas resonó en el pasillo de la cárcel. Eleanor levantó la vista, y ahí estaba él, recostado en el marco de la celda, con una sonrisa irritante en la cara, las manos metidas en los bolsillos. El mismo atuendo manchado de virutas de madera y el sombrero raído.

—¿Disfrutando de tu suite, Chef Stonehaven? —preguntó Will, el tono de burla goteando en cada palabra.

La sangre le hirvió el doble a Ellie.

—¡Eres un miserable, Will Harding! —espetó Eleanor, levantándose del catre—. ¡No puedo creer que me hayas hecho esto! ¡Tengo una boda en dos semanas!

Will soltó una risa gutural que retumbó en el pequeño espacio.

—Ah, sí, la boda —dijo rascándose la barba—. Esa boda que parece haberte hecho olvidar de que ya tienes un marido.

—¡Tú no eres mi marido! ¡Eres mi ex-marido! ¡Y serás mi ex-ex-marido tan pronto como firmes esos papeles!




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