Eleanor sintió que el mundo se desvanecía a su alrededor mientras miraba la pantalla de su teléfono. El nombre de Arthur brillaba en letras brillantes, y su corazón se debatía entre la necesidad de contestar y el deseo de ignorar la realidad que se avecinaba. La risa burlona de William resonaba en su mente, como un eco que no podía silenciar. Debía responder. No solo hablaba de su prometido, sino que era el amor que debía amar por sobre todas las cosas, y que debía estar para él siempre.
Con un suspiro profundo, Eleanor finalmente deslizó el dedo sobre la pantalla y contestó, alejándose de William.
—Mi amor —su voz sonó más temblorosa de lo que había planeado—. No sabes cuanto extrañaba escuchar tu voz.
—Eleanor, he estado tratando de comunicarme contigo los últimos días —la voz de Arthur era firme, pero había un trasfondo de preocupación que la hizo sentir culpable—. ¿Estás bien?
—Estoy… bien —Eleanor se mordió el labio, recordando la mentira que había tejido sobre estar ocupada resolviendo problemas con unas propiedades. No podía dejar que Arthur sospechara que estaba allí por William—. Extrañandote mucho.
William alzó una ceja y se tocó el labio.
—¿Todo bien con las propiedades? —Arthur sonó preocupado—. ¿Volverás esta noche, amor? Quiero verte.
—También quiero verte, pero las cosas no… no avanzan, así que debo quedarme un par de días más —comentó, otra mentira.
William rio y se tocó la barba incipiente.
—Sigue mintiendo, Ellie. Es la base del matrimonio.
Eleonor azotó el aire con el brazo y William rio. Arthur, quien estaba en el auto directo a una conferencia, escuchó la risa de fondo e incluso hundió más el auricular pensando que era estática.
—Solo necesitas firmar unos documentos. —Eleanor se sintió atrapada, como si cada palabra que decía la hundiera más en un mar de mentiras—. ¿Por qué tarda tanto? ¿Es un problema que se soluciona con un abogado? Sabes que tengo al mejor.
Ellie miró a William y se alejó más de él.
—No necesito a un abogado, amor. Es solo que sabes como son estos asuntos en los pueblos pequeños —dijo otra mentira, mirando a William—. Pero estoy en eso. Firmará porque firmará.
William se mordió el labio inferior.
—Solo quiero ver que lo intentes —comentó Will.
Arthur escuchó de nuevo la voz.
—¿Estás sola?
Eleanor sintió un escalofrío recorrer su espalda. La mirada de William se intensificó, y ella supo que debía tener cuidado con lo que decía. Estaba tan atrapada como cuando intentó robarse unas gallinas a través de un agujero en una cerca. Fue horrible.
—Sí, estoy sola. —La mentira salió de sus labios con más facilidad de lo que hubiera querido—. ¿Con quién estaría?
Arthur frunció el ceño. En todos esos años, Eleonor jamás le dio motivos para desconfiar de ella. Jamás pensó que le podría ser infiel, pero tan cerca de la boda cualquier cosa podría pasar, como una ultima canica al aire antes de ser solo de él.
—¿Estás segura? —insistió, y su tono se tornó más serio a medida que preguntaba—. Porque me parece que hay algo más.
Eleanor sintió que el aire se le escapaba. No podía permitir que Arthur sospechara, ni que pensara que le mentía.
—No hay nada más, Arthur. Solo estoy ocupada con esto. —Su voz sonó más firme de lo que se sentía—. Hay personas. Estoy en la calle, amor. Es como cuando me llamas desde las conferencias. Estoy ocupada, es todo, y no quería dejar de hablar contigo.
—¿Ocupada? —repitió, y ella pudo sentir la desconfianza en su voz—. ¿Con quién estás, Eleanor? Dime la verdad.
Eleanor miró a William, que se acercó un paso más, su presencia imponente y desafiante. Eleonor dio un paso atrás, empujándolo por el pecho. Cada vez las paredes se cerraban más sobre ella.
—No estoy con nadie, amor. —La negación salió de su boca, pero sintió que la culpa la consumía.
—Eleanor, sabes que puedes ser honesta conmigo.
La voz de Arthur era suave, pero había una firmeza que la hizo sentir aún más culpable. Su mirada nos e apartaba de William, ni de las tonterías que intentaba decir por el auricular. Era como cuando su madre lo llamaba desde Atlanta y sus amigos, en especial Jack, hacían sonidos sexuales cuando estaban en la preparatoria. Se sentía exactamente igual, sin lo sexual.
—Lo sé, pero realmente estoy sola. —Eleanor se sintió como una niña atrapada en una mentira, y la culpa la abrumó por dentro.
Arthur sujetó el volante con ambas manos. No era un hombre celoso y no quería comenzar a serlo. Quería ser el mismo príncipe azul que no necesitó salvar a la damisela en apuros para ser encantador. Debía seguir confiando en ella, y en que su amor era genuino. Nada de preocuparse por tonterías.
—¿Estás segura? —insistió, sin poder dejarlo ser, y ella pudo escuchar la preocupación en su voz—. Porque si hay algo que no me estás diciendo, quiero que me lo digas ahora.
Eleanor sintió que el corazón le latía con fuerza. No podía permitir que Arthur descubriera la verdad.
—No hay nada que decir, Arthur. —Su voz sonó más firme, pero la duda la acechaba, justo cuando la sonrisa encantadora de William la hizo sentirse aun más mierda por mentirle a Arthur—. Solo estoy aquí, resolviendo unos asuntos, y volveré pronto.
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Editado: 24.06.2025