Para cuando muera

DOS

—¡¿Entonces irás?!

Adler arrugó la cara con desagrado al escucharla chillar, pero a Pam no le importó.

Desde hace años Adler no se había animado a salir con ellos y la idea de que lo hiciera específicamente para asistir a la fogata semanal le hacía ilusión.

—Axel me cubrirá en el trabajo —informó mientras caminaba—. Entonces creo que no existe ninguna excusa para no hacerlo.

—¡Al fin! —Pam sonrió y con efusiva brusquedad se lanzó a abrazarlo.

Adler enseguida se tensó y recibió el afecto de manera fría. Sin embargo, eso removió el interior de la chica, porque de alguna forma esperaba el rechazo.

Adler nunca aceptaba el contacto físico, y el que se dejase abrazar era todo un acto.

—Seguro la pasamos bien —dijo mientras comenzaba a caminar más rápido y luego de espalda para poder mirarlo de frente—. Siempre jugamos y también comemos. Todo es muy tranquilo —apuntó por último—. Creo que no tendrás problemas a no ser que el fuego te moleste.

Eso era toda una ironía, pero Adler respondió negando con la cabeza y hablando.

—Me gusta el fuego —frunció el ceño—. ¿Acaso no te acuerdas?

Claro que Pam lo recordaba.

Era imposible olvidar como prendían papeles y Adler simplemente se quedaba mirando el fuego por largos minutos y cuando se apagaba volvía a repetir el proceso.

No se molestó en explicarle que aquella insinuación no la decía en serio sino que era todo lo contrario. Suspiró y ambos siguieron caminando como cada día.

La fogata era un evento regular entre el gran grupo de amigos que se había formado como compañeros de curso dentro de su escuela.

Siempre los mismos, siempre lo mismo. Era una rutina que habían tomado desde pequeños y que disfrutaban bastante. Desde que fue el cumpleaños de uno de ellos e hicieron el festejo con una fogata y carpas de acampar en medio del bosque que rodeaba el pueblo de Desadmortem comenzó a ser tradición en los cumpleaños y luego cada viernes de la semana. Al principio para Pam fue como salir de la rutina, luego se volvió una.

A pesar de eso, no le molestaba y se divertía mucho haciéndolas, aunque muchas veces nadie hablaba de nada, porque todo ya lo habían dicho.

Y Adler volvió al silencio.

Casi siempre estaba hundido en lo que pensaba. Mientras caminaba mirando la calle con los ojos perdidos era en la sensación que tuvo al despertarse por la madrugada lo que rememoraba su mente.

Ese día en especial estaba de muy mal humor.

La razón era bastante simple y tenía que ver con que sus estrictas horas de sueño fueron interrumpidas luego de una especie de pesadilla que le dejó el cuerpo con una sensación extraña y sorprendentemente familiar.

—Soñé algo —dijo, y Pam lo miró de reojo esperando a que hablara, pero no lo hizo.

—¿Y…? —le incentivó.

—¿Y qué?

—¿Qué soñaste?

—Ah, no lo recuerdo —no entendió la mueca que hizo su amiga, pero solo por conocerla supuso que esperaba a que siguiera hablando, por lo que lo hizo—. Sé que estaba en un jardín —dijo—, pero era extraño porque había mucho ruido y personas pero no me molestaban. El sol no era molesto, ni los olores, ni los ruidos. Entonces vi que había alguien que conocía entre un grupo de personas. Ella estaba de espaldas y yo quería ir para tocarla pero no podía. No podía alcanzarla.

Pam no dijo nada al respecto y Adler poco lo notó. Solo se quedó absorto rememorando la sensación extraña que sintió. La forma en el que mundo se estiraba a su alrededor, en el que sentía cada vez menos, como si se estuviera desvaneciendo.

Y despertó porque Axel estaba entrando por la ventana del baño y el idiota se calló.

Pam no comentó algo al respecto. Más que nada porque no encontraba las palabras para expresar lo que pensaba y a la vez no tenía por qué hacerlo. Adler no pedía una opinión.

Dejó el tema al aire y el silencio los rodeó mucho más de lo normal.

Las calles regularmente estaban vacías. La mayoría trabajaba en el exterior, las amas de casa solo se juntaban dentro de ellas o en el supermercado por casualidad y los estudiantes iban directamente a la escuela.

Todo para Pam era aburrido, cotidiano y completamente nefasto.

Ella sabía por qué los estudiantes preferían no faltar a la escuela y no pasarse a fumar un porro a la plaza central donde cualquiera lo reconocería y lo acusaría a sus padres. También sabía que las mujeres fingían no engañar a sus esposos con los vecinos y los esposos llegando a casa limpiaban las marcas de labiales y se rociaban en perfume para evitar el olor a flores de mujeres que no eran sus esposas.

Sabía que sus padres fingían ser perfectos y presumían de sus hijos aunque en las cuatro paredes lo único para lo que le hablaban a ella era para pedirle cosas.

También sabía que las personas le sonreían a Adler y Axel y a sus espaldas hablaban de que su madre estaba loca y él estaba enfermo mentalmente, y que Axel era un mujeriego y que su padre nunca soportó aquello y por eso se suicidó.



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En el texto hay: misterio, romance, fantasia amor secretos

Editado: 04.08.2022

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