Para volver a ti

Mi único destino.

Grace jamás había amado con tanta locura antes de haber conocido al Alfa de la manada enemiga de su clan, quizás como vampira ese era su pecado, amar en secreto a quien debía odiar desde el momento de su nacimiento, pero su olor era tan dulce, que la sola idea de asesinarlo era inconcebible, su vida era la preciosa gema que debía proteger, después de todo, él era su vida misma, su alma gemela. 

Ese era el día en que, para mostrar lealtad a su líder, debía brindar toda su ayuda en el ataque sorpresa preparado, supuestamente sería el día en que ellos lograrían quedarse con el territorio de la manada de Aidan O´Brien, esa lograría ser la mayor victoria de su raza y Grace debía ser parte de eso. 

Ese día, justo cuando el sol comenzaba a ocultarse, desde las copas de los árboles, los vampiros comenzaron a salir como viles ladrones, deseosos de ser alguno de ellos quien acabará con la vida del respetado Alfa. Su primera parada y el lugar con más amenaza era la inmensa casa en el centro del territorio, la mansión O´Brien, donde ella era la encargada de buscar al ser más débil de entre ellos. 

Siendo totalmente consciente de las consecuencias, Grace no se detuvo. La traición era su único camino y, sin dudarlo, se desvió del objetivo principal. Sin ser vista por nadie, bajó hasta una pequeña casa, muy cerca de la mansión, donde esperaba pacientemente el momento, ya fuese el de salir corriendo o ser encontrada por algún cambia forma y, por más que lo pensaba, ninguna era una buena opción. 

Sin previo aviso sus pensamientos fueron interrumpidos por el crujir de una madera vieja, así fue como la mirada azul de Grace viajo hasta conectar con el verde musgo de unos enormes ojos, la poseedora de estos era una pequeña rubia que gimoteaba mientras las lágrimas comenzaban a brotar. 

— Mami... — Susurró la niña, mientras al mismo tiempo se metía su pequeño dedo pulgar a la boca, la cual poco a poco daba señales de que estaba a punto de llorar a grito abierto. 

<<Rayos>> pensó para sí misma, en tanto intentaba mostrar una sonrisa dulce, de esas a las que no estaba acostumbrada, pero en ese momento debía simular una. 

— ¿Dónde está tu mami? — Preguntó con cautela, pues al ser una pequeña lycan el peligro era algo a lo que debía estar alerta. 

Con su dedito regordete la pequeña señalo la mansión cercana a la casita, inmediatamente una sonrisa irónica se asomó en los rojos labios de Grace, ya que era una gracia del destino el darse cuenta de que junto a ella estaba alguien de la familia del Alfa. 

— Vivimos con tío Aidan — Al parecer la niña estaba tomando mucha confianza, porque había decidido contar un poquito más del lugar a donde pertenecía, mientras tomaba a la vampira del brazo. 

Los minutos comenzaron a avanzar y, poco a poco, se dejaron de escuchar gritos, mucha indecisión y, siendo completamente convencida de que quizás no saldría vida, de allí comenzó a caminar junto a la pequeña, quien ya completamente relajada hizo lo mismo. Conforme más avanzaba su sexto sentido, más alerta se ponía. Después de todo, estaba literalmente entrando a la cueva del lobo; sería una suerte si salía viva de allí. 

— ¡¡No la lastimes!! — Escucho de pronto Grace que alguien gritaba con desesperación y al levantar la vista se encontró con una rubia, increíblemente parecida a la niña que llevaba con ella. 

La pequeña salió corriendo hacia la joven y hermosa mujer, dejando atrás a la vampira, a quien su mente le gritaba a todo pulmón “corre” y eso era lo que ella habría podido hacer, de no haber sido por los lobos quien la había tomado de ambos brazos por órdenes de un castaño a simple vista muy malhumorado. 

— Llévenla a donde ya saben, esperemos a Aidan... — Dijo este con seriedad, sin siquiera importarle saber las circunstancias de los hechos presenciados. 

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Estaba húmedo, olía terrible y lo peor de todo era que estaba comenzando a sentirse mareada, la falta de comida y ese horrible lugar le estaba prohibiendo mantenerse consiente, pero debía obligarse a estarlo, ya que no sabía lo que le sucedería. 

— Nombre... — Esa voz era completamente nueva y el sentimiento que de pronto la invadió fue totalmente tentador, pues la emoción pura emanó de ella, y no se había equivocado frente a ella, estaba sin lugar a duda Aidan, su tua cantante. 

Este la veía detenidamente, mientras esperaba que ella hablará, pero parecía tan sumida en sus pensamientos que ni siquiera había podido oír bien lo que él decía, a ese punto no sabía si era por el hambre o por la impresión de tenerlo frente a ella. 

— Nombre... — Volvió a decir él con voz a un más fuerte y autoritaria. 

— Grace... — Murmuro ella, pues sabía que no hacía falta decirlo en tono más fuerte, total, el oído de los cambia formas era estupendo. 

El pelinegro parecía un tanto pensativo y curioso respecto a ella, Grace lo pudo ver en sus ojos, así como la pequeña sombra de la decepción que los nublo por un segundo, lo más doloroso era que ella esperaba eso, el amor jamás había sido parte de su fantasía en donde él la amaría sin importar su raza. 

— Comprenderás que no puedo aceptarte como mi compañera así nada más — Dijo de pronto Aidan, esperando alguna reacción por parte de la vampira, la cual intento no dejar al descubierto su enorme decepción y sufrimiento. 

— Ese no debe considerarlo un problema para mí... — Fue todo lo que dijo y todo lo que se escuchó en esa habitación por al menos dos días más. 

Sorprendentemente, él no había vuelto a aparecer, así como tampoco la había sacado de ese lugar, claro que había enviado a sus empleados a limpiar y sacudir toda la suciedad, así como había ordenado las tres comidas al día para ella, tal vez eso era lo que había mantenido la esperanza de Grace todos esos días. 




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