Para volver a ti

Hasta que estes junto a mí.

En el mundo sobrenatural era bien sabido que por siglos los cambia formas y las míticas criaturas de los mares no tenían una relación armoniosa. Sus contratos para mantener una vida pacífica era que ninguno podía tocar el territorio del otro, de ser así era un hecho que la guerra se desataría, claro estaba que eso todos lo entendían y por generaciones se educaba a las nuevas crías a respetar los tratados, pero, actualmente era cada vez más difícil mantener la curiosidad de los más jóvenes bajo control. 

Nahia era el claro ejemplo de la belleza de las sirenas, pero también representaba el peligro inminente, ya que su curiosidad rebasaba los límites impuestos. La pelinegra aún más que bella era inteligente, sabía muy bien como escapar de las reglas, tanta era su rebeldía, que por años se había atrevido a desafiar los acuerdos, Nahia había sido la única sirena en esos siglos que se había atrevido a conocer más allá del mar, se había atrevido a irrumpir en territorio de lobos. 

Desde hacía tres años había descubierto que en el centro de un espeso bosque había un pequeño lago el cual al parecer conectaba sus territorios, desde entonces no había dejado de ir ni un solo día.  Había deseado con todas sus fuerzas salir a explorar, pues como si se tratase de alguna película al salir del agua su cola desaparecía dando paso a que su cuerpo fuese como el de cualquier humano, pero eso iba más allá de la “rebeldía” eso sí podía llevarla a su fin.  

Nahia amaba las flores y los verdes árboles que lo rodeaban, pero lo que en verdad más añoraba cada día era sentir el escalofrío que recorría todo su cuerpo cuando escuchaba un lejano aullido. Comprendía que era una muerte segura si aquel lobo llegaba descubrirla, pero por más que intentara no regresar siempre terminaba haciéndolo, había una extraña razón que la obligaba a ir, pero ni ella misma sabía cómo describir el sentimiento de falta que la embargaba. 

Como ya era costumbre, esa mañana nuevamente salió, sabía que esa era la hora exacta en la que el aullido aparecía. Todo indicaba que esa mañana no sería diferente a las demás, pero en cuanto traspaso esa barrera del agua, dejando ante sus ojos el espeso bosque, un extraño sentimiento le recorrió todo el cuerpo, era esa sensación que le indicaba que alguien la observaba.  

Su “sexto sentido” le decía que corriera, pero su mente parecía que no le permitía moverse. Sentía que, si se daba la vuelta, encontraría uno de los propósitos de su existencia. Estuvo tentada, más de lo que había imaginado; sin embargo, para ella su vida era más preciosa que cualquier cosa, así que en cuanto pudo obligar a su mente a reaccionar, no lo dudó y se escabulló rápidamente, nadando sin parar hasta llegar al territorio de las sirenas. 

Nahia era un pequeño gato curioso, uno que amaba la aventura y siendo fiel a su esencia no lo dudo y volvió al día siguiente. En todo el camino hasta el lago hubo un sin fin de veces en las que pensó en regresar, pero lo que la llevaba hasta allá era tan fuerte como la atracción de un imán con el metal. Cuando llego hasta el lago su sentido común le pedía no salir de la seguridad que le producía el agua, pero ella creía que si en la vida no había riesgos como sabrías que estabas haciendo tu mejor intento para vivir. 

Comenzó a salir lentamente, y como era de costumbre solo la recibía el hermoso panorama de los verdes árboles y el fresco aire con olor a pino, creía que lo ocurrido el día anterior solo había sido una broma de su misma mente, no obstante, esa idea dejo de tener algún valor cuando sintió una respiración cerca de su cuello, provocando que un ligero aire helado se colará por sus cabellos mojados, todo su cuerpo le gritaba que aquello detrás de ella era nada más y nada menos que un lobo. 

Su cabeza comenzó a trabajar como loca en una y mil ideas para escapar de allí, pero ninguna le daba la respuesta que deseaba, todas sus salidas eran lo que menos quería, morir a manos de los enemigos. Entonces lo único que pudo hacer fue intentar zambullirse en el agua, una vez que todo su cuerpo estuviera en el fondo del lago estaría a salvo y quizás su plan hubiese tenido éxito, de no haber sido porque en cuanto intento moverse preparándose para nadar el lobo regreso a su forma humana y la tomo por la cintura sin darle siquiera la leve esperanza de escapar. 

— ¿A dónde vas? —preguntó el lobo con su imponente voz, sin aflojar ni un poco el agarre de su brazo en la cintura de Nahia. 

La sirena guardó silencio, pues sentía en cada fibra de su cuerpo que esos eran sus últimos momentos. En definitiva, era cierto que decían que ser curioso metía en problemas y, para su mala suerte, estaba en las garras de su enemigo, que seguro no tendría piedad de ella. 

Duncan, que así se llamaba el lobo, al ver cómo la pelinegra no respondía a su pregunta, intento suavizar su voz, intentando que ella no sintiera miedo, cosa que era una ridiculez, pues la tenía aprisionada contra su pecho. 

— No te haré daño, si eso es lo que piensas — Volvió a hablar Duncan y lo único que pudo formular la mente de la pelinegra fue que eso era lo que siempre decían los malos para que sus víctimas no sospecharán, pero ella no era ingenua. 

— No necesitas ser amable... — Dijo ella por fin, provocando un suspiro en Duncan, cosa que claramente la confundió bastante, pero al ver que él no decía nada, siguió hablando. — Rompí un acuerdo, pero estoy dispuesta a pagarlo solo yo — aseguró, sincera, de que no dejaría que su raza sufriera por su culpa. 

— ¿Estás segura? —preguntó Duncan, quien recibió un asentamiento de cabeza por parte de Nahia, la cual aún seguía de espaldas — Tu condena puede no ser lo que esperas... — Dijo nuevamente él, esperando ansiosos por otra respuesta. 

— No importa, cualquier cosa está bien, solo deja a los demás en paz — La ternura y valentía de la sirena calentaba el corazón del lobo, de una manera jamás esperada. 




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