Paradoja: Los viajes temporales del doctor Montes

Capítulo I: Grato presente

PARTE 1

PRESENTE

Así habla el Dr. Matías Montes Flores en su primera parte:

Un día cualquiera…

11 de junio del 2020. Era una hermosa y tranquila mañana, el sol iluminaba tranquilamente la ciudad de Citytroy mientras que las aves revoloteaban alrededor de los árboles, que ya tenían las hojas entre verdes y naranjas por el cambio de estación. Las personas estaban madrugando para salir a una nueva jornada laboral y los niños se alistaban para ir a la escuela. Mientras que en el condominio “The Roy”, caracterizado por ser un lugar de la alta sociedad y de algunos vecinos de clase media alta, ubicado prácticamente en un cerro, los primeros residentes salían a realizar sus primeros ejercicios matutinos: caminatas, trotes, acompañado de alongamientos; todo esto acompañado de buzos gruesos debido al frio reinante de la época.

Es en este mismo contexto que yo, Matías Montes Flores, me había levantado de mi cama, ubicada en el segundo piso de mi casa del condominio. Me saqué el piyama para luego ponerme un buzo de polar desde el armario y bajé hacia la cocina para sacar del refrigerador una botella de agua embazada. Posteriormente, fui a la cochera de mi casa, realicé algunos estiramientos y ejercicios de boxeo, con un saco colgado, para luego salir junto con mi bicicleta a recorrer todos los alrededores del condominio. Esta rutina había adoptado desde hace mucho tiempo.

Ante este recorrido, fui saludando a algunos vecinos, prácticamente en la misma rutina. Luego de eso, retorné a mi hogar para bañarme, vestirme con un pantalón de mezclilla negro, zapatillas blancas, polera ajustada de color blanca y una chaqueta azul. Me dirigí a la cocina y me preparé mi desayuno integral: jugo de máquina, pan integral con palta y jamón de ave. Me lavé los dientes en el baño de abajo y luego tomé mi mochila con otro buzo de color negro y una manzana para el camino. Salí de nuevo con mi bicicleta en dirección al centro de la ciudad, en dirección a mi trabajo: la Clínica “Los Saltos del Monte”.

Pero antes de llegar a la clínica, visité a un viejo amigo del alma Pedro Osses para conversar con él y felicitarlo por su nuevo taller mecánico que había adquirido con tanto esfuerzo y esmero. Pedro es de un metro noventa de estatura, piel blanca, pelo rojo, ojos verdes, muy maceteado, le gusta vestir su overol color gris con mangas recortadas para mostrar sus fuertes brazos, como diciendo al mundo "que nadie me intimide, o se las verán conmigo". Haciendo un análisis lo entiendo. Al igual que yo, pasamos por muchos malos momentos en la joven vida y ahora parece que la Providencia por fin nos ha recompensado por todo lo que hemos pasado: él con su taller mecánico y yo mi buen empleo estable de médico general.

En eso conversábamos de los recuerdos de nuestra infancia, que para mí es un momento de mi vida que no quiero tocar. He tenido que pasar por muchas humillaciones por algunos compañeros de curso; también sufrí algunos desamores en mi adolescencia “¡Ay, escuela! ¡Qué ingrata fuiste!” pensé.

Ahora, no es el momento de sufrir por el pasado porque “el pasado, pasado fue”. A lo más, lo más emocionante fue salir de la escuela y emprender rumbo a la Universidad con una beca que obtuvo gracias a mi constancia en mis estudios, y ganaba dinero extra los veranos gracias a un empleo que obtuve en el resto bar de Citytroy de Joseph Cox, mi antiguo jefe. Este último era un hombre serio y estricto, pero me gustaba su coherencia, y por eso me cae muy bien, hasta el día de hoy lo paso a visitar.

En la Universidad saqué me gradué de la escuela de medicina con los más altos honores de mi generación, y, por esas cosas que regala la vida, gané la lotería, dinero que invertí en el hogar que tengo ahora.

Después de esos recuerdos, Pedro y yo conversamos sobre nuestros planes que teníamos para la tarde. Pedro me dijo:

- Hoy día voy a ir al Cine. Hace rato que quería ver esa nueva película de terror, de la cual tanto estaban hablando ¿Me acompañas?

- No puedo, tengo otros planes de antemano. Voy a ir a un concierto también se dará esta noche. Iré con una colega. Me hubiera gustado ir.

- Entiendo. Pero no lo postergue tanto compadrito ya que la van a sacar de cartelera muy pronto.

- Lo voy a tener en consideración.

Rápidamente nos despedimos y de inmediato llegué al resto bar de Citytroy para volver a saludar a Joseph Cox y comprarme unas bebidas energéticas. Cox medía un metro setenta y dos, gordito, piel casi morena, ojos azules, pelo con un estilo zambo casi largo, últimamente utilizaba una polera negra-roja para trabajar. Al despedirnos, él volvió a sus tareas habituales y yo tomé mi bicicleta y me fui.

Llegando a la clínica, fui recibido por la enfermera María José Lee, una mujer a la cual le tengo una gran admiración como persona. Ella siempre me ha recibido con una dulzura de corazón: amable, risueña, con una voz dulce y tierna. Ella es rubia natural, casi de mi porte, bien cuidada, piel tez casi blanca, ojos azules cristalinos. Como de costumbre, me saludó diciendo:

- Buenos días doctor Montes ¿Cómo amaneció el día de hoy?

- Muy bien Cote, muchas gracias ¿Cómo estuvo el descanso?

- Excelente, señor.

- Ok ¿Cuál es el informe de día hoy?




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