Paradoja: Los viajes temporales del doctor Montes

Capítulo III: Presente hostil

¿Milagro o pesadilla?

Estaba cayendo por el viaducto de ventilación cuando, por una extraña razón, había caído por encima de unos arbustos. Se escuchaba las sirenas de las policías, perros ladrando y disparos por doquier. Me dio la impresión. En una primera instancia, creería que me deslicé por un tubo distinto porque, cuando miré a alrededor, el edificio no era el hospital. Al levantarme, puede contemplar que no era el hospital, sino que era un recinto penitenciario.

Ante este asombro, sentí que algunas personas se acercaban y me escondí en los arbustos. Viendo entre arbustos, eran par de guardias de aquella penitenciaría y los escuché murmurar:

- No puedo creer que se nos haya escapado ¿Dónde está Montes y los demás prisioneros?

- Ni idea. Pero debemos seguir buscándolos. No pueden haberse ido tan lejos de aquí.

- ¡El alcaide nos matará si no lo atrapamos pronto!

- Seguramente fueron al bosque.

- ¿Y qué estamos esperando? ¡Vamos!

Y se fueron.

Salí sigilosamente de los arbustos y así escapar con mucha discreción a un lugar seguro. Al infiltrarme por un camino me topé con un tipo que estaba encapuchado y cerca de él un automóvil antiguo. Inmediatamente pensé que se trataba de otro guardia, pero el sujeto me vio y dijo:

- ¿Qué estás esperando? ¡Súbete! Tenemos que huir.

- ¿Quién yo?

- ¡Sí, tú! Date prisa. No te quedes ahí. ¡Sube, sube!

Era preferible seguirlo a que estar cerca de la policía y los guardias de la prisión. Una vez encendido el vehículo nos fuimos por una carretera.

Mientras escapábamos el hombre se sacó máscara y ahí pude ver que era una persona morena, con un tajo en el lado derecho de la cara, ojos cafés, pelo negro bien corto, pero no pude reconocer quien era. En el camino me iba platicando:

- Tuvimos suerte. Menos mal que escapaste. La próxima vez no vamos a tener tanta suerte.

- Perdón, pero ¿Quién eres tú?

Él me contestó:

- ¡Ufff! Parece que te diste un golpe muy duro.

- ¿Golpe duro?

- Si, ¿Acaso no estás con dolor?

- No siento nada.

- Está bien… Aunque creí que estabas muerto. En el momento en que caíste del muro de la cárcel, los guardias decían que te habías suicidado, yo también decía lo mismo.

Le miré con mucho desconcierto y le dije:

- Momento, momento ¿Dices que me tiré del muro de la cárcel hacia abajo? ¿No caí desde un hospital?

- ¡Caramba! Parece que es grave. No sientes dolor y no sabes dónde estabas. En fin, Serpa mejor lleguemos a la guarida, descansemos un poco y luego tomaremos rumbo al extranjero. De ahí nos encontraremos con…

- A ver, a ver, si dices no caí un tubo del hospital y caí desde la altura de un muro de una cárcel, eso quiere decir que… ¿Qué día es este?

- Está bien, te diré todo para que recuerdes: eres Matías Montes, más conocido como “el Nocaut”, y yo soy Leonardo, más conocido como el “el Galeón”. Estuviste recluido en la cárcel por asesinar al intendente metropolitano y planeamos un escape hace un par de meses y ahora lo lograste. Y en estos momentos estamos en el 12 de junio del 2020, por la madrugada y escapando de la ley ¿Feliz?

Me quedé sin palabras por su respuesta, aunque era un consuelo el hecho haber vuelto al presente. Me di cuenta que había cambiado el curso de la historia y que fue para mal: Ahora soy un prófugo de la ley por asesinar a una persona.

Tras varios minutos, habíamos llegado a la guarida, cerca de las afueras de la ciudad. De ahí comenzamos a preparar nuestra fuga hacia el extranjero y mientras eso ocurría comencé a observar los distintos documentos que estaban en una mesa, más los archivos digitales de mi historial policial desde una computadora. Ahí encontré todas las respuestas del devastador prontuario criminal:

A mi versión más joven lo habían arrestaron el 12 de junio del 2010 por una golpiza que le había brindado a Claude. En efecto, ese acontecimiento cambió mi vida y se tradujo en cambios de conductas: indisciplinas constantes, malas notas, cambios de colegios y hasta de ciudad. Me había encontrado con pandilleros que me enseñaron a pelear y a delinquir en el crimen organizado. De todas formas, mis padres habían muerto en un accidente, dando a entender que murieron sin importar la intervención temporal.

Más adelante, había conocido a Leonardo en un puerto y de ahí inició mi vida como delincuente infame. Gracias a este prontuario nos ganamos muchos enemigos públicos: policías, alcaldes y hasta el intendente de la zona en la que me vi en la obligación de asesinar hace tres años. Me habían condenado a cadena perpetua y hace unos meses, Leonardo y “yo”, estábamos planeando mi escape de la cárcel hasta el extranjero del cual ya casi estábamos concretando nuestra salida del país.

Estaba reflexionando todos estos hechos y prontamente recordé que estos acontecimientos no tendrían que haberme pasado y pensé en Yesenia. Lo mejor sería encontrármela para resolver este problema. Si lo vemos en el estricto rigor, toda la culpa de estos acontecimientos era de ella. De toda esta reflexión hablé con Leonardo para desistir en los planes:




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