Paradoja: Los viajes temporales del doctor Montes

Capítulo XXIII: Año 2010… otra vez

Algo distinto…

En un abrir y cerrar de ojos, me percaté que estaba en la habitación de la casa de mis padres y tenía una sensación de debilidad. Miré el calendario y la fecha indicada era el 7 de junio del año 2010 y el reloj marcaba las 7:15 de la mañana. Fui al espejo de mi cuarto, ubicado cerca de mi escritorio, y pude verme un poco más joven de lo que era, esto daba a entender que volví al pasado y el conjuro de Kly dio resultados, era el cuerpo de mi juventud (Aunque no había mucha diferencia en la versión del año 2020). Ahí pude comprender cómo funcionaba la transmigración temporal. Escuché la voz de mi padre que me decía desde la cocina:

- Hijo, el desayuno está listo. Apúrate porque tu mamá hizo huevos revueltos No esperarás a que me los coma todo ¿No?

Estaba vestido con mi piyama negro-naranjo. Voy al closet y saqué un buzo blanco con unas pequeñas líneas negro-naranjas y me lo puse. Bajé al primer piso en dirección a la cocina, mientras que mis padres estaban tomando desayuno. Mi madre me dijo:

- Buenos días hijo ¿Cómo amaneciste?

Aún bajo el asombro, les pude contestar con mucha naturalidad:

- Muy bien ¿y ustedes?

Mi padre contestó:

- Bastante bien hijo.

Mi madre contestó con una sonrisa:

- Yo igual amanecí muy bien. Ahora, prepárate un café o un chocolate caliente, o lo que sea y después nos iremos a Misa.

Mientras me preparaba el café y mi pan con huevos, mi padre leía el periódico del día y pude notar que en la portada se hizo mención sobre un extraño suceso ocurrido en el monasterio de Citytroy. Le pedí el diario para verlo, con lo que él accedió. Al mirar la página de la noticia, se mencionaba que un sujeto se infiltró en el monasterio, revisó la biblioteca del abad y robó una página de un libro anónimo, e inmediatamente me acordé de que aquella persona era yo, cuando viajé al pasado con mi cuerpo de adulto. Mi padre me preguntó:

- ¿Viste el artículo? ¿No te parece extraño que un sujeto entre a un monasterio solo para buscar una simple hoja?

- Pues… sí, podría haber sido algo más ¿o no?

- Jajaja. Tienes toda la razón. Ojalá esta situación se aclare. Es muy rara y loca.

Mamá dijo:

- Yo digo lo mismo ¿Y no podría haberle quitado mejor una Biblia?

Papá preguntó:

- ¿Y por qué una Biblia?

Mamá le respondió:

- Pues yo le encuentro más valor este Libro Sagrado que un “papelito”.

No le quise dar mucha importancia a la noticia y les dije:

- Yo, por mi parte, dejaría al sujeto que robó en paz. Tal vez fue el apuro del momento. Porque si el sujeto buscaba algo de seguro que cuando escuchó que alguien se acercaba a la biblioteca rasgó la hoja de aquel libro por accidente y luego escapó desesperadamente.

Papá me dijo:

- Puede ser… es una buena deducción.

Mamá cambió de tema:

- Por lo que es yo, me preocuparía de que ustedes terminasen ese desayuno y se alisten para ir al monasterio.

Y así fue, terminamos nuestro desayuno, nos arreglamos y nos fuimos en auto en dirección al monasterio de los monjes benedictinos.

Perturbación extraña…

Llegando al monasterio, miré la pileta del lugar y toda la fachada del templo, y me hizo recordar a aquella batalla librada en el futuro contra el demonio Kronos; y, donde liberé un gran poder desde mi interior para combatirlo. En seguida me vino una especie de dolor de cabeza: escuché algunas voces muy turbulentas, como si se tratase del mismo demonio Kronos que estuviera perturbándome con los ecos de la batalla. Trataba de controlarlo ya que cada vez eran más fuertes. Justo en este instante, mi padre me tocó el hombro y me preguntó:

- ¿Te encuentras bien hijo?

La voz demoniaca cesó justo a tiempo y pude recapacitar. Le respondí:

- Si papá, estoy bien…

- ¿Seguro?

- Si, seguro.

- Está bien, entonces entremos al templo.

- Ok, vamos.

No sospechaba lo que realmente me estaba pasando y fue adentro.

Mientras entraba en el templo, vi a un monje con su capucha que cubría su rostro y la sombra le hacía ver muy misterioso. Cuando nos acercamos a las bancas, yo lo miraba con mucha atención hasta que él me miró fijamente, como sabiendo que yo era alguien distinto, me dejó muy perturbado. La Misa inició y el monje se fue donde los otros, ubicándose detrás de la reja del claustro.

Al terminar el Oficio dominical, el padre, junto a otros monjes que le acolitaban, despidió a todos los presentes desde la entrada del templo. Nosotros nos acercamos para despedirnos del padre. Él nos dio la bendición y nos dijo:




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