Ysabella
Han pasado ya varios días desde que vi a esa figura escapar. No dejo de pensar en ello, repasando cada detalle una y otra vez en mi cabeza. El estrés, el miedo y la falta de respuestas me están devorando viva.
Mi habitación se ha convertido en un santuario de paranoia. Las paredes están cubiertas con notas, fotografías y nombres. Conecto hilos entre ellos, tratando de encontrar el patrón que todos parecen ignorar. Tengo sospechosos, teorías, pero ninguna certeza. Entre los nombres en la pared, el doctor Matthews y Lisa destacan. A pesar de su comportamiento extraño, las pistas son vagas, pero no puedo quitármelos de la cabeza.
Mientras reorganizo mis notas, escucho un golpe en la puerta.
—¡Entra! —grito, sin apartar la vista de los papeles.
Veo a mi madre entrar, y sus ojos se abren con horror. Me imagino que al ver el caos en la habitación.
—¿Qué es esto? —pregunta, caminando lentamente hacia el centro de la habitación, sus manos temblando.
—Estoy tratando de entender quién está detrás de todo esto —respondo, levantándome y señalando mis notas. —¡Nadie más lo está haciendo! ¡Alguien tiene que hacerlo!
Mi madre me mira como si no pudiera reconocerme. Como si me estuviera volviendo loca.
—No puedes seguir con esto. Te estas volviendo muy paranoica, y eso es peligroso, te estás obsesionando demasiado. —especta en un tono más firme
—¡No me estoy obsesionando ni estoy paranoica! —grito, dando un paso hacia ella. —Alguien está ahí fuera matando gente, niños y tú… ¡tú quieres que me quede sentada sin hacer nada!
Mi madre sacude la cabeza, claramente molesta.
—Estás viendo cosas donde no las hay. Mírate, tienes enormes ojeras, tu cabello negro esta echo un desastre, además ¡La policía está investigando! —exclama mi madre ya irritada.
—¿Y qué han encontrado? —le espeto con rabia. —¡Nada! Siguen sin saber quién es el responsable, y mientras tanto, más gente muere. ¡No voy a quedarme cruzada de brazos!
—¡Tienes que parar con esto! —grita, con esa autoridad en su voz que me hace retroceder.
—No… no puedo parar —especto. —Si lo hago, si dejo de investigar, el asesino va a seguir ahí fuera. ¿No lo entiendes?
Siento cómo mi cuerpo se tensa. Salgo de la habitación antes de que ella pueda responder. Me quedo varios minutos fuera contemplado la fría noche, tratando de relajarme, pero se me dificulta y decido volver a dentro, todo está en silencio, voy directo a la sala y prendo la televisión colocando un canal donde pasan películas de terror.
Cuando estoy tan concentrada viendo la película aparece un boletín de última hora.
—Interrumpimos nuestra programación para informar de otro asesinato. —dice la locutora con un rostro pálido y sombrío. —Esta vez, las víctimas no son niños. Los cuerpos de dos adultos fueron encontrados en una casa de la ciudad. Las autoridades han confirmado que las víctimas son el doctor George Matthews y una mujer identificada como Lisa Hernández, ambos trabajadores del hospital donde ocurrieron asesinatos de los primeros niños.
El aire se va de mis pulmones al escuchar esos nombres. Lisa. El doctor Matthews. Ambos… muertos.
—Se sabe que las víctimas mantenían una relación extramarital, lo que podría haber sido un móvil para el crimen. La policía está investigando si este asesinato está vinculado con los homicidios anteriores.
Me quedo en shock, incapaz de procesar lo que acabo de escuchar. Matthews y Lisa, muertos. ¿He estado equivocada todo este tiempo? ¿Ellos no eran los responsables? Si están muertos, entonces… el asesino aún está suelto. Y lo peor de todo: alguien más está en la lista de víctimas, alguien que está más cerca de lo que nunca imaginé.
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Editado: 03.11.2024