Ysabella
Estoy sentada en el borde de mi cama, tratando de procesar las muertes de Lisa y el doctor. Apenas han pasado unas horas, y trato de entender. Miro las paredes llenas de notas y rostros que ya no me dicen nada. Esas muertes han hecho pedazos mi investigación, desarmando mi lógica. Si ellos no eran los asesinos… entonces, ¿quién diablos es?
He pasado días sumida en esta búsqueda, con la cabeza llena de teorías y pistas que ahora son nada más que fragmentos rotos. Mis ojos arden por la falta de sueño, y el dolor de cabeza es constante, como un martillo que golpea desde dentro.
"Todo esto fue por nada", pienso. Pero esa voz en mi cabeza, la que ha estado conmigo desde que empezó esta pesadilla, me dice lo contrario: "No es por nada. Aún no ha terminado".
Necesito saber quién es o me volveré loca.
De repente, siento un fuerte dolor en el pecho. Mi respiración se corta y todo se oscurece por un segundo. Me agarro al borde de la cama, intentando estabilizarme, pero el mareo es demasiado fuerte. Me levanto, tambaleándome, caminando sin dirección por la habitación, hasta que veo algo en el espejo frente a mí.
¿Una sombra? ¿O es mi reflejo?
Parpadeo varias veces para corroborar lo que acabo de ver, pero cuando vuelvo a mirar, no hay nada. Solo mi rostro pálido y demacrado me devuelve la mirada desde el otro lado. Trato de calmarme, pero siento que me vuelve a faltar el aire, todo a mi alrededor comienza a dar vueltas otra vez.
Y antes de que pueda pedir ayuda, todo se apaga.
Me despierto desorientada, tumbada en el suelo frío de mi habitación. La luz del sol se filtra por las cortinas, cegándome por un momento. ¿Qué…? Me levanto lentamente, sintiendo cada músculo de mi cuerpo tenso y adolorido. Mi cabeza late con fuerza, y me siento como si hubiera estado en una pesadilla, una de esas que no puedes recordar, pero que dejan un rastro en tu mente.
Miro alrededor. Todo está en su lugar, pero algo no encaja. El reloj en la pared marca las nueve de la mañana. ¿Qué pasó anoche? Trato de recordar, pero mi mente está borrosa, confusa. Lo último que recuerdo es el noticiero, las imágenes de la casa de Lisa y Matthews, y luego… nada.
—¡Mamá! —grito, mientras el pánico se apodera de mí.
Corro hacia la puerta y bajo las escaleras, sintiendo que cada paso es más pesado que el anterior. Mi madre está en la cocina, moviéndose tranquilamente como si nada hubiera pasado.
—¿Estás bien? —me pregunta cuando me ve, con el ceño fruncido. —Te ves horrible.
—No lo sé —respondo, tratando de controlar mi respiración. —Algo pasó anoche, pero no puedo recordar qué.
Ella me mira con cara de pocos amigos, pero también con esa mirada que ha tenido últimamente, como si pensara que estoy perdiendo el control de la realidad.
—¿Otra vez con tus investigaciones? —dice con un suspiro. —Esto está yendo demasiado lejos.
—¡No lo entiendes! —exclamo, sintiendo cómo mi frustración se convierte en ira. —Anoche vi… o sentí algo, y luego me desmayé, creo. Algo está sucediendo y no me puedo detener.
Mi padre aparece en la cocina, interrumpiendo nuestra conversación. Se me queda mirando en silencio, con esa expresión severa que solo usa cuando está a punto de soltar un sermón.
—Ya basta con toda esa estupidez —dice con un tono que me hiela la sangre—. Hoy mismo vamos a quitar esas cosas de las paredes. No más notas, no más teorías.
—¡No! —grito, dándome la vuelta para volver a mi habitación. No puedo dejarlo, no ahora.
Subo las escaleras con el corazón latiendo a mil. Cuando llego a mi cuarto, todo sigue igual, las notas siguen ahí, pero hay una nueva. Un papel en medio del tablero que no reconozco.
«No dejes que te detengan. Están más cerca de lo que piensas».
El mensaje me deja paralizada. No es mi letra. No soy yo quien ha escrito eso. ¿Quién? ¿Cómo? Mi mente da vueltas mientras trato de comprender cómo llegó esa nota. No entiendo.
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Editado: 03.11.2024