Ysabella
Despierto con un dolor punzante en la cabeza, como si hubiera pasado toda la noche golpeando mi cráneo contra una pared. La luz de la mañana es demasiado fuerte, y me cuesta abrir los ojos. Mi mente está… vacía, desorientada.
Me siento en la cama, tratando de sacudir la sensación de confusión, pero es inútil. El vacío en mi memoria es abrumador. ¿Qué pasó anoche? Sé que salí de casa. Lo recuerdo vagamente. El frío, las personas, algo más… Algo más sucedió, pero no recuerdo.
No es la primera vez. Esta oscuridad, este olvido, ya lo he sentido antes. Ocurrió hace unas semanas también, después de las primeras noticias de los asesinatos. Pero esta vez… esta vez siento que estuve demasiado cerca de algo. Algo que podría haberlo cambiado todo. Y ahora, todo se ha desvanecido.
Me llevo las manos al rostro, tratando de reprimir la ola de pánico que empieza a formarse en mi pecho.
—No puedo seguir así —murmuro en voz baja.
Bajo las escaleras lentamente, mis piernas aún se sienten débiles. Al entrar en la cocina, encuentro a mis padres sentados, charlando entre ellos como cualquier otra mañana.
—Mira quién decidió despertarse. —dice mi madre molesta, mientras me sirve un café—. Dormiste como un tronco anoche, ¿eh?
Asiento sin decir nada, tragando el nudo en mi garganta, pero las palabras de mi madre resuenan en mi mente. Dormiste como un tronco… ¿Realmente estuve en casa toda la noche? Mi corazón se acelera solo de pensarlo.
—¿Estás bien, cariño? —pregunta mi padre, notando la tensión en mi rostro. —Te ves un poco pálida.
—Estoy… bien —respondo, pero mi voz suena débil, vacía. —Solo tuve un sueño raro.
—Quizás deberías descansar más. —sugiere mi padre, intentando sonar comprensivo, aunque lo que quiero es cualquier cosa menos descansar. Necesito respuestas, no sueño. —Ya no eres la misma. Te pasas todo el día encerrada, con esas cosas en las paredes, escribiendo nombres de personas que conoces de toda la vida. Ya estamos cansados.
No puedo estar tranquila, no después de lo que pasó anoche… o lo que creo que pasó. Me siento atrapada en una neblina que no me permite avanzar.
—No lo entienden. —hablo con la voz tensa, apretando los puños bajo la mesa. —Algo está pasando aquí. Alguien está matando a esas personas, y nadie hace nada. ¡Ni siquiera la policía!
—¡No eres policía! —exclama mi madre en un tono severo. —Estás obsesionada con algo que ni siquiera es tu responsabilidad. Deja esto a los profesionales. Ya es hora de despertar.
—¿Profesionales? ¡No han hecho nada! —exploto, golpeando la mesa con las manos. —¡Nada! ¿Cuántas personas tienen que morir antes de que se den cuenta de que hay algo más detrás de todo esto?
Me levanto de la mesa sin probar bocado, salgo corriendo y me encierro en mi cuarto. Ya estoy segura de que mi paranoia va en aumento. Miro las paredes de mi habitación que estan llenas de anotaciones, fotos y nombres. Cada vez hay más sospechosos en mi lista. La señora Hoover, que vive al final de la calle y siempre está demasiado pendiente de lo que sucede. El cartero que nunca me mira a los ojos. Incluso algunos de mis propios amigos. Cada gesto, cada palabra, me parece sospechosa. Es como si todo el mundo a mi alrededor ocultara algo. No puedo confiar en nadie.
Al llegar la noche decido salir otra vez, mis padres no se encuentran en casa, dejaron una nota diciendo que saldrían a una fiesta. Aprovecho la salida y salgo de casa. Camino sin rumbo fijo y sin darme cuenta llego al hospital que casualmente no hay nadie fuera. Pero de repente veo a una persona vestida de negro. Mi corazón comienza a latir con fuerza.
Me escondo detrás de una ambulancia, observando. La persona está parada mirando fijamente el hospital. Es como si analizara sus próximos pasos, ¿será el asesino? La persona comienza a caminar vía contraria al hospital, y salgo de mi escondite para seguirlo, pero de repente la persona se detiene, su rostro se gira hacia mi dirección, y no logro ocultarme a tiempo y logra verme.
Mi cuerpo se paraliza sintiendo el miedo recorrer mi cuerpo, creo que este es el fin de mi existencia.
Mi mirada se mantiene fija en la persona con mi cuerpo aun paralizado, y mi miedo se agranda cuando veo que comienza a acercarse a mí, intento correr, pero es como si algo me detuviera y me quedo en el mismo lugar. Cuando la persona está más cerca voy visualizando su rostro que me sonríen con perversidad, y cada vez se me hacen más conocido.
—¿Vienes ayudarme, querida? —su voz sale ronca y profunda logrando que mi piel se erice.
Las voz de esa persona la logro identificar y no puedo asimilar ni creer de quien se trata. ¡Esto no puede ser! ¡no puedo creer que sea él!, es mentira, no puede ser verdad.
Cuando la persona está cerca de mí, logro ver perfectamente su rostro y las lágrimas comienzan a brotar como una cascada, sin poder creer lo que veo. Mi vista se nubla, todo a mi alrededor comienza a moverse. Siento que me estoy desmoronando. La oscuridad me envuelve, y antes de poder procesar lo que veo, todo se desvanece.
Despierto abruptamente en mi cama. El sol ya ha salido, y el día parece tan normal como siempre. Pero algo está mal, no recuerdo cómo llegué aquí. Otra vez.
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Editado: 03.11.2024