Ysabella
Me encuentro estacionada en el auto con el motor apagado, fuera de la casa del jefe. Una casa imponente, rodeada de árboles altos que proyectan sombras inquietantes. Todo en esta situación parece sacado de una película de terror, pero no hay vuelta atrás. Si hay respuestas, las encontraré aquí.
Mi respiración es lenta, controlada, mientras observo desde el coche, esperando el momento adecuado. Siento que estoy a punto de descubrir algo importante, y mis pensamientos giran como una tormenta. ¿Qué estaba haciendo Henry antes de morir?
El viento sopla con fuerza, haciendo crujir las ramas. Miro hacia la enorme puerta principal. Debo entrar.
Mis dedos tamborilean nerviosos sobre el volante y la ansiedad va en aumento. Desde que me desperté esta mañana tras desmayarme en medio de la noche, no puedo dejar de sentir que hay algo más, y creo que esta noche... esta noche voy a descubrirlo.
—Henry, ¿qué estabas haciendo antes de morir? —susurro para mí misma, recordando la conversación con Emily. "Algo turbio", había dicho. Algo relacionado con su muerte.
Sin poder aguantar un segundo más, salgo del auto, asegurándome de que no haya nadie alrededor. La calle está desierta, y las luces de la casa están apagadas. Camino lentamente hacia la puerta trasera, mi respiración agitada. Cada crujido de las hojas bajo mis pies parece un grito que retumba en la noche.
Al llegar, pruebo la manija y, para mi sorpresa, la puerta se abre.
—¿Qué demonios...? —murmuro, entrando en la oscuridad de la casa.
Las luces están apagadas, pero el brillo de la luna que se filtra por las ventanas ilumina lo suficiente para que vea el camino. El lugar huele a polvo y algo metálico, como sangre antigua. Y eso es tan raro, ¿por qué olería de esta manera? ¿Y por qué no hay nadie en casa?
Camino despacio por el pasillo, mis pasos resonando en el silencio de la casa. El lugar es un laberinto, pero mi instinto me guía hacia el fondo del corredor. Al llegar, la puerta está entreabierta. El aire en el lugar se siente denso, cargado. Siento el peso de algo que no puedo explicar.
Cuando entro en la habitación, mi corazón se detiene. Sobre el escritorio, hay fotografías. Fotos de Henry... y de mí. Mis manos tiemblan cuando las tomo. No puede ser, me están vigilando. Henry sabía algo, y por eso terminó muerto. ¿Y yo? ¿Por qué estoy aquí?
El sonido de pasos me saca de mi shock. Alguien más está en la casa. Me escondo detrás de una cortina, el corazón martillando en mis oídos. Mis pensamientos son un torbellino de preguntas. ¿Quién me está siguiendo? ¿Qué descubrió Henry antes de morir? ¿Y por qué me están siguiendo?
Los pasos se detienen y contengo la respiración. Escucho una conversación baja, casi susurrada. Dos voces. No puedo distinguir lo que dicen, pero reconozco una de ellas. Es familiar, demasiado familiar.
Intento asomarme sin hacer ruido y veo dos figuras vestidas de negro. No puedo ver sus rostros, pero hay algo en su postura, en la forma en que se mueven, que me resulta inquietantemente familiar.
Y entonces una voz se alza, una voz que congela la sangre en mis venas.
—Tenemos que movernos rápido antes de que haga una estupidez y revele todo lo que ha pasado, arruinando todo.
Mis piernas se debilitan. Esa voz... ¡Es la voz de mi padre!
El horror se apodera de mí, mi cuerpo se paraliza. Todo lo que he sospechado, todo lo que he creído sobre estos asesinatos... ha sido una mentira.
—No, no la vamos a matar —dice mi padre a esa otra persona que aún no logro ver y que no ha dicho nada.
Está hablando de mí. Estoy segura. Me quieren matar. Cubro mi boca con mis manos para evitar soltar un grito de horror y las lágrimas comienzan a correr por mis mejillas.
—Ve arriba, recoge todo y no dejes rastro de nada. El idiota de Leandro no puede encontrar ninguna suciedad. Yo limpiaré acá y, de paso, la buscaré —ordena a la otra persona, que obedece y se va por las escaleras.
Mi padre comienza a caminar justo hacia donde me encuentro. Todo mi cuerpo tiembla de miedo, mi corazón late con fuerza, mis piernas se debilitan más de lo que ya están, y sin poder evitarlo, me desplomo silenciosamente en el suelo, incapaz de procesar lo que acabo de escuchar.
Mi padre está involucrado. Él ha estado detrás de esas muertes todo el tiempo.
El terror me inunda. Quiero correr, quiero gritar, pero me quedo congelada en mi lugar, llorando en silencio. No puedo entenderlo. No puede ser verdad.
—Ysabella... ¿Qué estás haciendo aquí? Deberías estar durmiendo o arruinarás todo —la voz fría de mi padre me saca del trance que el miedo ha provocado.
No puede ser, me ha descubierto. ¿Qué hago?
—No me hagas entrar, sal ahora.
Con el miedo al tope, me pongo de pie, tambaleándome, sin poder formular palabras coherentes. Todo lo que creía saber se ha desmoronado en cuestión de segundos. Al salir de la habitación, ahí está él, observándome con un rostro sereno, pero hay algo detrás de esa calma, algo que nunca había visto en él.
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Editado: 03.11.2024