Pecadora [la entrada al paraíso]

TRECE

† TRECE †

—RESPUESTAS A PREGUNTAS SIN VOZ—

 

 

 

 

Por más que intentaba dejar de ver aquella bombilla roja que indicaba que estaban en directo, no era capaz de hacerlo. De vez en cuando, la voz del presentador repetía lo que acababa de decir. Pero no era su culpa, o eso quería creer.

        —Dinos, querida —Jennifer se revolvió en el mullido sofá de tapiz dorado. Lo acarició un tanto distraída con la yema de los dedos mientras pensaba en el suceso de horas atrás; por suerte, estaban solos. Durante la presentación de su victoria no pudo guardar la calma; temió que Dalila apareciera y le atacara en público—. ¿Cómo te sentiste allá afuera?

        Al dejar el escenario, y antes de que se dirigiera al salón privado en el que tendría la entrevista nocturna, Jhon fue el primero en felicitarla. Llegó con una amplia sonrisa en el rostro y un gran ramo de flores en la mano. El traje de gala le hacía ver mejor de lo que se veía siempre y el gesto que llevaba amenazó a Jennifer con hacerle imitar su gesto; tuvo que morderse el interior de las mejillas para aguantar. Carraspeó al instante y con un temple más neutral, enarcó una ceja.

        «—Acabas de asesinar al menos a una docena de rosas —le criticó al recibirlas al momento de esconder levemente su rostro en ellas, aspirando su perfume dulzón. Él apenas frunció los labios y asintió a su pesar, sin proferir ni un amago de disculpa. Quiso atreverse a decir algo más, pero le pareció ridículo… mucho, y decidió callar.

        —¿Eso crees? —se frotó la nuca con la mano izquierda y después de unos segundos en los que fijó su atención en el broche que llevaba la bajó de ahí y la apoyó sobre un muro en espiral a su lado—. Conservador, sí; cliché, tal vez; pero me gusta.

        Jennifer le vio de soslayo y suspiró.

        —¿Ya está lista la entrevista con César? De verdad estoy emocionada por eso, no sabes cuánto tuve que pasar para llegar ahí; si Michelle…

        —Sí, Jenn —respondió con calma, ladeando la cabeza con lentitud—. Lo sé».

        —Bien. Estaba todo muy… muy hermoso. En serio.

        Intentó sonreír como Jhon, pero al parecer era algo que solo le salía bien a su mánager; en cambio, frunció el ceño un poco al notar que le faltaba demasiado para lograr ese encanto propio de él. Dejó salir el aire en un resoplo y al recordar a Dalila, un temblor comenzó a propagarse por sus brazos hasta las manos, que no tardaron en moverse, sujetas al fino sillón. De pronto, ese lema suyo, aquel que la había llevado ahí, sería el causante de su propia desgracia. Se mordió el labio con cautela al fijar la mirada en el punto rojo de la cámara. El fin justifica los medios; había pensado en ello todo el evento. ¿Cuánta verdad existía en él?

        César dejó salir una pequeña risa, salvando a Jennifer de los silencios que no hacían más que aparecer y cada vez más largos; desde que llegó la había notado extraña. No parecía ser ella, la chica entusiasmada con la ceremonia, aquella a la que le habían anunciado que ganó el primer premio.

        —¿Y qué tal el ambiente? —continuó con un tono vivaracho, alzando ambas cejas para mostrar algo de interés. Se preguntó qué estaría pasando por la mente de la chica y aunque podía preguntarle, simulando que era parte del programa, no sabía si era la mejor opción—.  ¿Te gustó la recámara? El equipo intentó amoldarla a tu gusto, ya sabes, para que estuvieras cómoda; incluso ese chico Jhon nos ayudó. ¿Qué opinas?

        —Oh, sí —asintió mientras veía con atención el puntito rojo de la cámara a su lado—. Es amplia, demasiado. Y ahí en el baño tiene un buen… shampoo. Para cabello liso, es totalmente increíble. Sí, sí, un buen trabajo, supongo —respondió distraída.

        Confundido, César arrugó la nariz torciendo el gesto. De verdad no se lo esperaba, la chica estaba perdida por completo. Pero por otro lado, aquella respuesta sí que había confirmado sus sospechas.

        —¿Y Jhon? —se atrevió a preguntar, augurando algo malo—. ¿Qué tal ha sido su trabajo en el proceso? Oí los rumores que —le vio con malicia el cuerpo. Tal vez había descubierto el motivo de su victoria en la competencia— si no están mal, afirman que él está enamorado de ti desde hace una década aproximadamente… Oh, ¡qué drama! —Jenny frunció el ceño, clavando la grisácea vista sobre el cabello de César— ¿No fue él quien te llevó ese presente?

        La castaña entornó los ojos y se acomodó el su lugar, inclinándose un poco hacia el hombre. De inmediato se percató de la tensión que crecía entre los dos.

        —¿Qué fue lo que dijiste? —inquirió seca—. Sobre aquello del presente.

        —Oh —llevó una mano a los labios a la vez que hacía lo posible para que la risa no lo delatara—, acabo de decir demasiado —se dirigió a Jennifer y sonrió lastimero—. ¿Podrías olvidarlo, por favor? No creo que… le guste mucho que te enteres de esa forma de ese romance que guarda… ¡Oh, lo acabo de hacer de nuevo!

        —Explica todo eso —ordenó, esta vez algo más agresiva.

        César le sostuvo la mirada y luego de unos segundos, suspiró.

        —Lo siento, chica. No puedo decir nada más —se encogió de hombros y apretó el folleto lleno de preguntas que tenía. A su espalda, una enorme pantalla los reflejaba a ambos—. Siguiente pregunta —anunció como si nada—. ¿Qué es lo que más te enorgullece de lo que hiciste en la competencia? ¿Los retos? ¿Las aliadas que hiciste ahí? ¿Michelle…? —la observó a la expectativa—. ¿Su accidente, quizá? Muchos, por no decir todos de los concursantes y espectadores, notaron la breve alianza que formaron hasta días antes de la prueba final. ¿Tienes algo por decir sobre eso?




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