Pecadora [la entrada al paraíso]

DIECISIETE

† DIECISIETE †

—PECADO—

 

 

 

 

Dalila seguía con los ojos puestos sobre los del chico que le devolvía la mirada, pasmado, inquieto por saber cómo se suponía que le ayudaría a superar por primera vez a su hermano, sin embargo, cada vez que intentaba abrir la boca para formular una pequeña oración, los dedos de Dalila se posaban sobre sus labios, callándolo de inmediato. Esperaba haberse ganado la confianza de Kenny.

        De no haber sido por su hermano mayor, no lo habría logrado.

        —¿Qué dices, Kenny? Me parece que ya lo has pensado suficiente tiempo.

        —Mis ‘paes se pondrás furiosos conmigo si se enteran de que hablé con gente que no es de la tribu. Podrían castigarme y no quiero. ¡Pero…!

        «Claro que sé, mocoso», pensó. Quizá la compasiva comparación que le había provocado lástima no era tanta. La premura de conseguir un nuevo pecado era mayor por mucho.

        El viento frío de la noche meció los árboles más cercanos. Sabía que debía abordarlo desde otro lado si quería terminar el pacto, pero el tacto no era su especialidad.

        —Claro, cariño, Kanny.

        —Es Kenny.

        ¡Ah, el muchachito!

        —Da igual —pestañeó con supuesta dulzura—. Lo que debes tener presente es que tus padres no podrán negarse una vez que aceptes esta pequeña… oportunidad que te estoy ofreciendo, ¿sí? Así que no debes temer castigo alguno. Yo te cuidaré y te doy mi palabra de que no sucederá.

        Se sentó sobre un montón de ropas que había por lavar encima de una alacena e instó al muchacho a unírsele. Kenny caminó con paso inseguro hasta ella, donde unos brazos lo alzaron en el aire para dejarlo acomodado en las piernas de la mujer que irrumpió en la paz de su hogar. Se sentía incómodo.

        —¿Cómo sabes? —inquirió sin dejar de ver el suelo con anhelo—. ‘má es demasiado extraña a veces y nunca se sabe cuándo está de mal humor, pero cuando ‘pá llega con su traje de cazador… iugh —hizo una mueca de asco, sacó la lengua y fingió un estremecimiento.

        —No necesito saber eso —espetó, imaginándose por dónde iba aquello—, ¡no viene al tema! Concéntrate, muchacho. Concéntrate en lo que de verdad importa —continuó con una voz más arrulladora—. Tu trato, ¿no es así? El trato que ibas a aceptar para poder ser mejor que tu hermano.

        El niño asintió con la cabeza, tornando su semblante en uno más serio.

        —«Claro, señora». Pero es que usted tampoco entiende lo que ‘má piensa de la gente que no conoce. ¡Ah, pero fascinada con él, como todos! Vive por Daren, ¡que siempre dice cosas malas de mí! Me llama sikoko frente a todos, ¡no me gusta! ¡No soy un torpe! También quiero una historia importante, como él. ¡Él es el tonto, no yo!

        Dalila resopló. ¿Por qué todo últimamente le salía mal?

        »‘Pá hace tratos con la gente y es muy bueno, pero no me quiere enseñar a hacerlos… dice que no sé muy bien lo necesario, y que hasta no saber lo que él quiere, no me va a enseñar.

        —Ajá, ¿y?

        —Pero yo he practicado con Deng.

        —A ver… —frotó con desespero sus ojos.

        —¿Tendré un lugar importante? —inquirió con cierta duda en su voz. Si podía hacer algo, cualquier cosa, para superar a su hermano Daren, lo haría sin pensárselo dos veces. Añadiendo a eso, debía demostrar a ‘pá que servía para el negocio familiar de la tribu, que consistía normalmente en hacer los trueques correspondientes con otros miembros de distintos grupos.

        Para ese entonces ya se encontraba en el suelo y con Dalila acuclillándose para poder estar a su altura.

        —Sí, Kenny —mintió—. El más importante.

        El muchacho soñaba despierto con ser el hombre del que se hablaría por generaciones: un héroe del que todos se sintieran orgullosos, pero los planes que le correspondían distaban mucho de aquello.

        —¿Qué debo hacer para aceptar? —Dalila evitó reírse ante el esmero del pequeño por ser una leyenda de su tribu. Con una sonrisa, le acarició la mejilla.

        —Solo tienes que decir «acepto» y todo habrá acabado para ti... —tosió—, quiero decir, con eso se resolverá todo.

        Temió verse descubierta, pero Kenny la veía con ojos soñadores, para su pesar.

        No imaginaba que fuera tan fácil y de todos modos no se lo habría pensado demasiado. Esta era una oferta única, sería un tonto —¡el sikoko del que su hermano tanto se burlaba!— si llegaba a menospreciarla, y más cuando era su boleto de entrada para un lugar en la memoria de las futuras personas que gobernaran en la tribu. ¿Cómo había llegado a eso? Quizá era gracias a Daren, debía admitirlo, sí. Si él no hubiera mencionado de forma tan despectiva sus «hazañas», no habría ningún porqué para intentar superarlo.

        —Si es así… —murmuró, tomando bastante aire para dar su declaración final.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.