Una semana después un ser negruzco y demoníaco se me presentó en mitad de la noche para ofrecerme un trato. Su apariencia me llenó de mucho miedo. Tenía cuatro cachos negros con chispas brillantes alojados en su cabeza. Similar a los de un búfalo, pero no eran tan grandes. Tenían menos de la mitad de su tamaño.
De los cuatro cachos en su cabeza, dos cachos eran más pequeños en el centro, en la misma dirección se encontraban los otros dos cachos de los extremos que estos eran más grandes y estaban bien alineados. Su cara era redonda y peluda. Tenía gruesos bellos alrededor de su cara con forma de púas. Asimismo pude ver sus horrendos ojos redondos y negros como la noche más oscura. Su nariz sombría era similar a la de un bumerán. Su boca era redonda, sus labios tenían protuberancias como granos purulentos y sus dientes parecían como pequeños dientes de tiburón. Su boca contaba con tantos dientes, tanto grandes como pequeños que eran imposibles de poder contar. Tenía dientes debajo de otros dientes. Me pareció verle dientes que le llegaban hasta el paladar. Su cuerpo era delgado y peludo. Tenía dedos puntiagudos y retorcidos con uñas filosas que eran deformes y estaban entrecruzados y montados entre sí. Tanto en los de sus manos como en lo de sus pies. El solo ver aquello me produjo un asombro desconocido.
Aquella horrible criatura pronunció su nombre donde me dijo que se llamaba Asmodeus, conocido como el demonio de la oscuridad. Mi cama empezó a temblar como si se tratara de un terremoto. No podía comprender como la oscuridad era dominada por una oscuridad aun mayor. Era tan espesa la negrura, que dicha penumbra inexplicable votaba haz de oscuridad por doquier. Unos rayos de luz tan oscura que helaron el ambiente con infinita tenebrosidad jamás antes vista, ni jamás antes imaginado.
Los dedos de sus manos y pies eran tan retorcidos como espeluznantes, me dio la impresión como si tuviesen bocas de pequeñas y delgadas serpientes. Este ser innatural y horrendo, con sus horribles manos me agarró de los pies. No obstante vi mi cuerpo duplicado tirado en el suelo, este parecía sin vida tirado largo a largo en el piso. Lo que se estaba llevando aquel ser oscuro no era otra cosa que mi alma. Me arrastró por toda la casa, por cada rincón y no me soltó hasta dar todo el recorrido, hasta el último recoveco. Luego se detuvo y me preguntó. ¿Quieres liberarte de los niños?
—Yo afirme con mi cabeza que sí.
Este ser oscuro entonces me devolvió a mi cuerpo y cuando sentí que había vuelto otra vez a la vida, aquel ser se me acercó lentamente y se retorcía igual como cuando exprimes una prenda de vestir después de lavarla.
Después de retorcerse horriblemente me enseñó su lengua que era igual que la de una serpiente. Acto seguido de forma muy veloz se abalanzó hacia mí y me dio un mordisco en mi mano derecha. Sentí como si me hubieran inoculado vidrio molido dentro de mi cuerpo. El dolor que sentí era tan horrible que ni siquiera puedo saberlo explicar.
Empecé a gritar abruptamente. Luego me retorcí de dolor en el piso, pasé toda la noche gritando. Tenía una sensación de que esa infección muy pronto iba a acabar con mi existencia. Al día siguiente, cuando llegó el alba el dolor se detuvo y los niños ya se habían ido. Ya no los escuchaba por ningún lado. Entonces me acosté en la cama y me quedé dormido profundamente. En aquel entonces pude dormir cerca de 12 horas continuas. De repente se me había quitado el sueño. En mi mano derecha tenía una herida cicatrizada que me había provocado esa oscura entidad.
Después de un rato, fui al baño para orinar y al ir a mi cama nuevamente para intentar seguir durmiendo. Sentí que se hundió mi colchón nuevamente y ahí alguien me empezó a hacer susurros incomprensibles, yo exclamé; ¡Malditos niños, aléjense de mí!
Pero una voz me dijo; alejaste a los niños, pero no a nosotros, ahora tienes que pagar por tus pecados.
A partir de ahí sentí el mismo tormento que con los niños. Mis padres empezaron a fastidiarme y no me dejaban tranquilo. Empezaron a atormentarme horriblemente. Sentí que me ahorcaban durante la noche y me hablaban durante el día diciendo toda clase de insultos y menosprecios. Pasó la noche en que ellos hacían sonidos con sus manos dando aplausos y empezaron a murmurar en mis oídos. Los murmullos se intensificaron de tal manera que parecía que me iban a reventar los tímpanos. Sentí un dolor intenso y las voces se escuchaban por miles dentro de mi cabeza. Pasó aquella noche y al día siguiente era exactamente igual.
Luego escuché sonidos perturbadores en el segundo piso. Escuché a pezuñas de caballos que corrían sobre las tablas en el segundo piso. El sonido era abismal. Por lo consiguiente de tanto dar corridas, pude ver por las rendijas de las tablas que me pareció que corría en círculos sobre los tablones. A continuación fue bajando por las escaleras este ser con imagen escandalosa. Tenía patas de cabra y caminaba en dos patas como lo hacen los humanos. Tenía cuerpo humano y cabeza de cabra, también tenía dos cachos puntiagudos tirados hacia atrás de su cabeza. Sus ojos infernales eran tan negros como la oscuridad más brillante y profunda. Bajó las escaleras del todo y se puso frente a mí.
En aquel momento aparecieron los niños para adorar a este ser que para mí era un completo desconocido.
Empezaron a adorar a este ser diciendo; cuan grande eres mi señor, danos el castigo eterno, señor, danos el castigo eterno, decían los niños. Aquella figura con una mezcla de cabra y forma humana hizo un extraño silbido.
De repente la otra figura oscura que antes se me había aparecido estaba adorando a aquella cabra humana y esta entidad de nuevo me preguntó. ¿Quieres liberarte de tus padres? Yo le dije que sí. Entonces me dijo; acércate hacia mi señor.
Me acerqué a aquella cabra humana y me habló con la voz más gutural, rasposa y demoníaca que jamás había oído; tuve la sensación de que no era una sola voz la que me hablaba si no que cientos o miles de voces dentro de una sola voz. Era como si cientos o miles de seres aterradores hablaban en una misma voz, o al mismo tiempo con diferentes voces. Me costaba asimilar aquel hecho que me resultó demasiado escalofriante.
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Editado: 30.01.2025