Me siento en mi cama, rodeada de paredes blancas que parecen absorber todo el color de mi vida. La ventana deja entrar la luz del atardecer, pero no logra iluminar la oscuridad que hay dentro de mí. Abro mi cuaderno, un viejo amigo que ha sido mi refugio en momentos de tristeza y ansiedad. Comienzo a escribir, dejando que las palabras fluyan como un río desbordado que no puedo contener.
Hoy ha sido un día como cualquier otro. La ansiedad me ha acompañado desde que me desperté, recordándome que no soy como los demás. Me siento como una extraña en mi propia piel, como si estuviera viviendo en un cuerpo que no es mío. El TOC me ha jugado malas pasadas, obligándome a revisar una y otra vez si la puerta está cerrada. Me pregunto si alguna vez podré escapar de este ciclo de miedo y duda.
Y, por supuesto, está él. Damián. Mi tormenta. Mi corazón late más rápido solo de pensar en él. Me pregunto por qué no puedo simplemente olvidarlo, por qué no puedo dejar de sentir esta atracción hacia él. Es como si estuviera bajo un hechizo que no puedo romper.
La puerta de mi habitación se abre, y mi madre asoma la cabeza. Me sonríe, pero puedo ver la preocupación en sus ojos.
—¿Daphne, estás bien? ¿Necesitas algo? —pregunta, y puedo sentir su voz llena de amor y preocupación.
Cierro mi cuaderno y sonrío débilmente. No quiero que sepa lo que realmente pasa dentro de mí. No quiero que sepa que estoy luchando por mantener mi cordura.
—Sí, mamá. Estoy bien. Solo estoy escribiendo un poco —digo, intentando sonar convincente.
Mi madre asiente y se va, dejando a mí sola con mis pensamientos. Me quedo mirando mi cuaderno, preguntándome qué pasaría si alguien descubriera mis secretos. ¿Me juzgarían? ¿Me rechazarían? La ansiedad me aprieta el pecho, y siento que estoy a punto de ahogarme en mis propios miedos.
Pero entonces recuerdo por qué escribo en este cuaderno. Es mi refugio, mi lugar seguro. Aquí puedo ser yo misma, sin miedo a ser juzgada o rechazada. Puedo dejar que mis palabras fluyan sin censura, sin temor a que alguien las lea.
Comienzo a escribir de nuevo, dejando que mis pensamientos y sentimientos fluyan sobre el papel. Escribo sobre Damián, sobre mi ansiedad y mi TOC. Escribo sobre todo lo que me hace sentir viva, y todo lo que me hace sentir muerta.
Y mientras escribo, siento que estoy sanando, que estoy encontrando un sentido a mi vida. Siento que estoy descubriendo quién soy, y qué quiero ser. Siento que estoy encontrando mi voz, mi refugio, mi hogar.