Sábado, 5 de enero de 2019

Mi cama es demasiado amplia como para resguardar a solo una persona, así que, cariño, ¿no deseas pasar la noche conmigo?

Entre mis sábanas, jugueteando conmigo, dándome una que otra mordida y de esos besos traviesos encendiendo aún más el fuego de nuestros cuerpos. Susurrando en mi oído el sin fin de cosas que me harías mientras bajas lentamente tu tacto hasta llegar al campo minado del sin fin de gemidos que con gusto haría a tu nombre.

...una y otra vez.

Pasando tus dedos lentamente por mi timbre y bajando un poco más para darte cuenta de la humedad que te invita a ingresar uno, dos de tus dedos, invadiendo finalmente mi jodido interior.

— Se gentil...- advertencia que te doy antes de siquiera dejarte llevar, desviando la mirada por la pena y cerrando los ojos por los movimientos suaves, pero apetecibles, de esas pequeñas embestidas que me das.

Un jadeo no se hace esperar y escapa de mí, haciéndote saber lo bien que se siente tenerte ahí. Y más cuando me miras con esos ojos cargados de curiosidad y lujuria, besando mi cuello a la par que respiras cerca mío.

— ¿Te gusta?- interrogas como si no te fuese suficiente que mis gemidos me delaten, te diviertes y sé que estás sonriendo como nunca. Los movimientos cada vez son más lentos, comienzas a retirar tus dedos de mi zona para luego besar mi frente y...— Es hora de dormir, bebé.

Vuelves acomodarte buscando un pañuelo con el que limpiarte, dejándolo después de culminar. Te vuelves a echar en la cama y acaricias mi mejilla con suavidad, con delicadeza. Si tan solo supieras que cada tanto ganas mi corazón con solo ese simple gesto, peor aun cuando me contemplas y te pierdes en mí.

Un te amo travieso se me escapa, sonrío y me acerco lo suficiente como para robarte un beso, quizá dos, posiblemente tres.

— Buenas noches, mi vida...

Si solo fuese verdad.