Los ojos son la puerta del alma de los seres humanos, pero en un siglo en el que la humanidad se ha visto trastocada por el avance tecnológico la belleza del brillo de los ojos ha sido ignorada una y mil veces, puesto que imponen mayor atención al complemento físico de aquella intensidad visual, convirtiendo el acto de la atracción en algo meramente físico y superfluo.
Quién diría que por un virus que nació en tierras extranjeras asiáticas, los ojos se convirtieron en nuestra fuente de conexión con otro ser vivo, siendo así ese puente por el cual podemos transmitir nuestra alegría, tristeza, entusiasmo, enojo, decepción y hasta el más puro de los sentimientos como el amor, y sí este terrible patógeno le ha dado nuevamente la importancia que le corresponde a estos dos luceros, demostrando una vez más que el amar y enamorarse no tiene que ser por lo que ves si no por lo que transmite el alma de quién te enamoras.