Sentimientos que trasnochan, doblegan.
Decepciones que se vuelven una pena constante.
Un dolor que corroe y en silencio te pudre.
¡Mentiras!, embustes que destruyen.
Mentiras que se siguen repitiendo,
que nos consumen a paso lento;
muy despacio, porque le gusta saborear su destrucción
y en ella regocijarse.
Sentimientos que arden de odio,
de desamor y malicia; y permanecen,
latiendo, quemando, asesinando impíos.
Preguntas con respuestas fingidas que ya no calman,
que ya no se creen porque la fe se acabó.
Y las mentiras continúan hasta que todo fallece.
Se pierde el ritmo, el sentido y los motivos.
Sentimientos que cambian y que,
con las culpas repartidas, por fin logran separar.