Sofoca, oscurece,
se sufre en silencio,
se siente muy dentro.
Allí, donde solo llega
lo que al alma consume lento.
La mortífera decepción
fluye cual veneno,
doliente, incesante.
Cuando viene
te arrebata el aliento.
Sabe encarnarse,
en la piel, en los recuerdos,
que de pronto carcomen.
Esa rencorosa decepción,
se torna seductora, asesina
que reina cuando aparece
... y se apuesta perpetua.