Solté la cuerda, rompí el lazo.
¡Estaba hecho! Ya no más intentos.
Habían muerto los deseos de intentarlo.
Y me sentí libre y feliz al fin.
Porque dejar de implorar amor,
de buscar migajas, soportar las sobras,
también es una forma de saber amar,
amarse a uno mismo.