Alguno de estos días,
cuando mi indiferencia te derrumbe,
vas a recitarme el poema más triste;
el que viene de las entrañas lastimadas,
que brota de las esperanzas desdeñadas.
Te acercarás y cantarás bajito la canción más infausta,
aquella amarga que con su armonía las lágrimas ablanda.
Cantarás y llorarás, y seguirás cantando
a mi oído, a mi lado, aunque nadie te escuche,
ni siquiera un poco.
Así, con palabras apagadas, te despedirás.
No lo esperaré, no me avisarás,
y estoy convencido de que tampoco te detendré.
Pero te irás, tomarás lo que quepa en un pecho violentado
y te atreverás.
Recitando y cantando seguirás.
Partirás despacio, intrépido.
Dejarás de sostenerlo todo por los dos,
dejarás de sentirlo todo por ambos.
Y por fin, en medio de la destrucción que yo misma causé,
te perderé para siempre.