Él era como un gran roble:
fuerte, imponente, inamovible.
Pero, como todo en este mundo,
el tiempo consume lo que la muerte no se lleva.
Y en su caso lo destrozó desde las entrañas,
dejando el tronco intacto por fuera
para que todos vieran su grandeza,
ignorando por completo
que de él ya no quedaba nada.